lunes, 23 de diciembre de 2013

Tepic


Hay días en los que uno ciertamente tiene la impresión de haberse ganado el pan y la cama. El 5 de octubre fue uno de ellos. El día iba a ser largo, eso lo tenía claro desde el comienzo y, en principio, eso nunca ha sido un problema real; siempre que el paisaje acompañe, el viento no estorbe demasiado y en mi lista musical no aparezcan inadvertidamente canciones de Los Chunguitos todo será cuestión de echarle tiempo. Pero está claro que semejante alarde de autosuficiencia no podía quedar impune, de modo que clavando la tapa de mi ataúd, aparecieron los clavos de la HUMEDAD, las cuestas y la mecánica.



Aunque no llevo muchos días sufriéndola, ya creía estar acostumbrado a estos niveles de humedad... pues no. Con temperaturas que oscilaron en torno a los 35º y alcanzaron los 39º convertí el acto de sudar en algo continuo con el respirar y el mascullar. Por suerte el desnivel era prácticamente nulo y dado que no estaba circulando por  la carretera de cuota el encontrar donde reabastecerme de agua no iba a ser un problema. Así que tararea, suda, bebe, suda, pedalea, suda, esquiva un autobús de la empresa Nayar, maldice y suda... durante las primeras 6 horitas. El paisaje cambia entre el verde oscuro y el verde claro, y dado que como varón que soy no diferencio más allá de 16 colores, en realidad no distingo entre el claro y el oscuro; así que tenemos el verde en todo su esplendor ¿qué es lo que estoy queriendo decir en realidad? Pues que, por desgracia para mi, la belleza de la jungla se me ha escapado por el simple hecho de que es tan enmarañada que difícilmente puede ver uno más allá del muro vegetal que bordea la carretera.

selva, carretera, mexico
Muro verde vegetal

A fin de controlar la voracidad de la selva es muy habitual ver a grupos de trabajadores que, a golpe de machete, limpian los laterales de la carretera. Es un trabajo duro e ingrato, y seguro que mal pagado, pero nunca vi a un mexicano rezongando ni con cara de disgusto. Supongo que para ellos el balanceo de su brazo, llegados a un cierto punto, les debe resultar hipnótico, algo que les ayuda a evadirse... no quiero ni pensar en los accidentes que hayan podido darse. Por lo general no llevan zahones ni ningún tipo de calzado reforzado para realizar un trabajo de esta clase. El gobierno mexicano, a través de una legislación de seguridad laboral (que seguro que existe), y unos medios para garantizar su cumplimiento (que seguro que no se aplican), podría hacer mucho por muy poco, por la seguridad de estos y otros trabajadores.

¿Mencioné antes a la empresa de autobuses Nayar? Bien, llevo ya unos cuantos kilómetros y es normal que haya sufrido algún que otro susto en la carretera. Obviamente, cuanto más tiempo llevas más probable es que pase algo, y también es obvio que la seguridad depende del estado de las carreteras. No debería ser tan obvio, pero lo es, que el simple hecho de traspasar una frontera implique un mayor riesgo en la conducción. Pero lo que no resulta obvio ni de lejos es que se me haya quedado grabado en el recuerdo (por pura suerte no ha sido en mi espinazo) la empresa de autobuses Nayar. Llegó un punto en que era ver por el bendito retrovisor de la bici un autobus de esta compañía y rápidamente buscaba como salirme de la carretera; eso cuando alcanzaba a verlos, porque otras veces directamente me quitaban el aliento y un par de años de vida. Si no fuese porque tras haberme adelantado seguían conduciendo como dementes hubiese pensado que era una campaña contra mi. Si este post llegase a oídos de esta compañía les aclaro que: 1. ni bajo tortura me desdiré de esto; 2. sometan a TODOS sus conductores a pruebas psicológicas; 3. despidan a los responsables de recursos humanos por la contratación de los mismos; y 4. sometan a TODOS sus conductores a nuevos exámenes de conducir (si es que alguna vez les hicieron alguna prueba).

Pues bien, como decía, el camino estaba resultando relativamente sencillo hasta que después de 6 horas comenzó la parte de subir, y como no hay dos sin tres, la mecánica empezó a fallar otra vez. Una vieja avería que ya me había hecho sufrir en la Baja California reapareció. El cambio trasero empezaba a fallar, y lo hacía en el peor momento posible al complicarme, cuando no imposibilitarme el acceso a los desarrollos adecuados para ascender las, todo hay que decirlo, no demasiado complicadas rampas. Así que a golpe de riñones, de pedal y, literalmente, golpes a la maneta de cambio, fui ganando altura. Ahora mi objetivo está en llegar a Tepic, aunque primero tengo que comer algo, y ese algo debe ser "ya" o como muy tarde "ahora". Por desgracia entre ya y ahora, van a pasar unos 60 minutos. Para cuando llego al pequeño puesto mis reservas hace largo que quedaron atrás, estoy sufriendo lo que en el argot se conoce como "una pájara", pero de las gordas. Me preguntan que quiero comer y sólo acierto a decir "sin picante", -¿pero el qué, señor?; - lo que sea, pero sin picante y grasiento-

carretera a tepic
Creí haber dejado abajo las nubes... pobre de mi.

Una hora más tarde soy un hombre nuevo. Bueno, de segunda mano, pero en aceptables condiciones. Además, he estado hablando con los lugareños y me dicen que ahora tengo una bajada, así que me aupo en mi montura y me dejo caer. En los próximos 5 minutos la cuesta abajo cambiará por cuesta arriba y la HUMEDAD cambiará a lluvia... todo es susceptible de mejorar. Por suerte, en uno de esos golpes que le di a la maneta de cambio he conseguido poner un desarrollo cómodo para las subidas, así que, aun a riesgo de no llevar el mejor desarrollo para llanear, me conmino a dejar la cositas como están.

En resumidas cuentas, aun me quedaban otras 3 horas bajo la lluvia y finalmente se me hizo de noche, lo cual no me retrasó mucho ya que era todo en subida y tampoco estaba para muchas carreras. Cuando finalmente alcancé Tepic eran ya las 20.00, unos policías me indicaron un lugar donde quedarme, barato y limpio, y allí pasé mi primera noche.

hotel, tepic
Primera noche en Tepic

A la mañana siguiente, domingo, intenté encontrar donde me hicieran la colada. Y claro, van a abrir estos comercios para mi, porque soy suuuuuuper guapo. De cualquier modo me vino muy bien como excusa para echar un día de relax en Tepic. Y ciertamente fue de relax. Lo más productivo que hice fue cambiar de pensión (no necesariamente a mejor como explicaré a continuación) y comprar un pañuelo.

Para empezar habrá que decir que el hotel, de entrada, no tenía mala pinta. Daba toda la impresión de ser un establecimiento que se dedicaba profesionalmente a ello, barato, pero profesional. Con lo que no contaba era con el "arquitecto" del edificio en cuestión. En mis viajes por España, y sobre todo en el norte rural, he visto como las familias se van construyendo las casas de campo poco a poco. Se comienza con la primera planta y su cerramiento, se hace la segunda, y después se pinta o se le ponen los embellecedores, barandas, los marcos de ventanas, etc. y todo este proceso se lleva varios años. Nunca me he parado a preguntar si estas casas están diseñadas por algún tipo de ingeniero o arquitecto, o si simplemente el buen hacer de la cuadrilla de turno la mantiene en pie. En este caso creo que sucedió algo parecido, pero está claro que el responsable no tenía ni idea y era más bien descuidado... procedo a la descripción:

Para empezar tenemos un recibidor, soso de la muerte, pero funcional, al fondo, una puerta que a través de un pasillo descubierto da a un patio, por ese pasillo meto mi bicicleta pero para ello debo salvar un escalón y le pregunto a la chica de la recepción: -Disculpa, ¿por qué ponéis estos escalones tan altísimos?
- ¿Son altos? - Me responde.
- Pues si, verás, en España, te fusilan si haces uno así.

Bueno, tomo mi llave y me dirijo al segundo piso… sin ascensor, claro. Para llegar al primer piso subes unas escaleras  con el clásico cartelito de "cuidado con la cabeza", los escalones se van haciendo cada vez más altos, más estrechos y ya no son ni rectangulares a pesar de que la escalera es recta, todo un hito en la ingeniería. Se llega a un pasillo sacado de película de terror: luz tenebrosa (son las 10.00 a.m.), fosforescentes que parpadean, eso sí, ningún bicho, todo hay que decirlo. Al fondo del pasillo, nuevas escaleras esta vez con giro, al estilo de caracol (se ve que las primeras le salieron tan bien que quiso arriesgar). Toda tu atención va a los escalones, o tu vas al suelo. El segundo piso es más luminoso, al fin y al cabo es la azotea; mi cuarto es pequeño, pero está muy bien "orientado" ya que desde el water puedo seguir viendo la tele y lavarme los dientes a la vez.

El remate llega cuando el vecino enciende la tele y la escucho perfectamente, salgo de mi cuarto y me doy cuenta de que en el pasillo no se oye nada y vuelvo a mi habitación, entonces descubro que mi cuarto y el otro están comunicados por un muro que a alguien se le debió olvidar construir.

catedral tepic, catedral, mexico
Catedral de Tepic


catedral tepic, mexico
Mi tercer día en Tepic, en cambio, resultó mucho más provechoso. Al fin pude hacer la colada, además encontré tanto un taller donde me arreglaron la maneta del cambio como una tienda donde pude comprar un par de juegos de pastillas de freno a muy buen precio; pude turismear un poco y disfrutar del centro de la ciudad que es bastante bonito y animado. Y mi hotel, por 90 pesos, me recordaba al célebre número 13 de la Rue del Percebe.

fuente, mujer, mexico, arcoiris

Vaya, me ha salido un post bastante protestón...

lunes, 2 de diciembre de 2013

Sinaloa y Nayarit

http://www.movescount.com/moves/move19521194

Ya que terminé con mi último vistazo a la costa californiana, comencemos con un primer vistazo a la costa de Sinaloa.

Las 18 horas de trayecto dan para lo que dan. Mucho leer en el kindle hasta que la luz se debilita, ver películas en las pantallas que hay instaladas en el barco, salir a cubierta a ¿refrescarme?, e intentar dormir de tanto en tanto. El billete tiene incluidas las comidas y el desayuno, que prácticamente son iguales en su contundencia. Por estos lares se estila el desayuno a base de burritos, un buen café (hay quien empieza el día directamente con la coca-cola) y unas tortillas.

Al final, con el cuerpo algo maltrecho, y con una hora menos en el reloj, atracamos en Mazatlán en el estado de Sinaloa.

Sinaloa. Este nombre nos ha llegado a nuestras costas usualmente asociado a la palabra "cártel". Así que voy un poco de uñas. Pero la verdad es que no tengo el cuerpo para preocuparme mucho por unos cuantos narcos... a ver si se atreven conmigo y mi olor.

Recojo la bicicleta que sigue en pie (casi no me lo creo) después de todos los bamboleos del barco y con paso miedoso bajo a tierra. Un nuevo control policial a la salida del puerto y nadie me pide el pasaporte. Recorro la lengua de tierra que me lleva hasta la ciudad y me doy cuenta de un ligero detalle, no hace 3 minutos que pedaleo y ya estoy empapado en sudor. A poco que levanto la cabeza me doy cuenta de que, más allá de los tejados, en las bajas colinas que ya puedo ver, la vegetación es muy exuberante, tupida. La temperatura ronda los 38º y la humedad no se hasta donde puede llegar pero desde luego no tiene nada que ver con la Baja California. No tengo la sensación de que esté tan lejos pero desde luego el cambio climático es palpable. Me da la sensación de que este deriva, sobre todo, de que la Baja California es muy "plana" y todo está de pasada por allá, y quizás por esta zona queda retenida por las montañas... aunque la verdad es que no parecen muy altas. Más al norte he dejado atrás el desierto de Sonora, así que eso que me quito de encima.

Me doy cuenta de que muy lejos no voy a ir, así que buscaré donde descansar después de comer un poco, y es a la salida de Mazatlán donde veo un autohotel donde por unos 100 pesos puedo hacer noche. De lo que no me había percatado es que estos son por 12 horas, así que me llaman la atención a media noche para saber si me voy a quedar hasta la mañana o si abandonaré el hotel a las 04.00 a.m. Gastando mis últimos pesos en metálico (no es usual que se acepten tarjetas en muchos establecimientos) pago la noche completa. Más adelante me he llegado a encontrar autohoteles en los que empiezan ofertando la noche a partir de 4 horas, ¿un sueñecito rápido?.


A la mañana siguiente trato de localizar el próximo pueblo donde pueda sacar dinero, y parece estar a unos 18 km. Así que voy hacia allá, pensando también en desayunar allí. Llego antes de que el banco abra pero el cajero está abierto. Vaya, un problema con la tarjeta. Me permite hacer todo el trámite pero no llega a dar el dinero. Ahora toca esperar hasta que abra la oficina ya que no parece haber ninguna otra entidad en el pueblo. Después de media hora el banco abre y miro a ver si pueden echarme un cable... pero no; esperaba que, como me hicieron en un pequeño pueblo de los EEUU, pudiesen darme el dinero desde caja pero no hay suerte. En resumen, las tarjetas VISA europeas pueden dar problemas en cajeros de Banorte y Banamex que yo haya comprobado, Scottia Bank, Santander y BBVA funcionan perfectamente (BBVA es la comisión más cara, más del doble que los otros dos, pero también tiene la red más amplia de oficinas).

Una señora trata de ayudarme mandándome hacia el Banco Azteca, pero me da la impresión de que este banco funciona más bien como nuestros Cofidis, lo que yo vengo a llamar bancos de consumo (en privado los llamo de otra forma pero mejor me lo quedo para mi). Así que, sin dinero y, sobre todo, sin desayunar, toca seguir hacia adelante. Mirado por el lado positivo, me voy a quedar más delgadito, jejeje. De cualquier modo, la cosa no es para tanto, si me da muchísima hambre puedo hacerme unos noodles que creo que tengo en el fondo de la maleta acompañándome desde Alaska, quizás él tenga mis sellos de pasaporte.

Al final no hace falta recurrir a la comida de emergencia, aunque el terreno hace incontables "toboganes" no obliga a salvar grandes desniveles por lo que se avanza con facilidad; pero por contra la carretera sigue siendo muy estrecha, con un tráfico moderado y una humedad disparatada, que me hace sudar abundantemente. Me voy dando cuenta que voy a tener que incrementar en mucho la cantidad de líquidos pero por otro lado, con el calor que hace, no quiero andar bebiendo sopa todo el rato.


Al final alcanzo la población de El Rosario donde hay un BBVA, aunque me cuesta un poco de encontrar. Han sido sólo 70 km pero me voy a tomar con calma la aclimatación a esta humedad. Me doy un paseo por el pueblo y de tanto en tanto alguien me para con curiosidad. Es algo que, en cierto modo, resulta novedoso en México. Me explico, venía notando que en mis primeros días en México la gente apenas me miraba al pasar, cuando hasta hacía sólo unos días era la tónica general. Una vez parado sí que se acercaba alguien con curiosidad a ver que hacía el gringo con ese chisme tras de sí, pero cuando estaba en marcha, si me querían mirar, básicamente dirigían la mirada unos metros por delante de mi y esperaban a que yo pasase, como si dijesen "no me sorprende lo más mínimo tu presencia, de hecho, me sorprende tan poco, que estoy mirando una piedra y te me has cruzado".

Iglesia en El Rosario
Detalle arquitectónico en El Rosario
Me doy una vuelta por el pueblo, es bonito y muy limpio, hasta que encuentro alojamiento, que además tiene wifi en la habitación siempre que no esté en la habitación ¿?¿?

Vista desde el hotel

Sinaloa se me acaba y me da paso al estado de Nayarit. El paisaje no cambia mucho, pero después del mar marrón que pudo resultar la Baja California en algún tramo, este más verde resulta más agradable. Lo malo es que poco a poco el tráfico se va haciendo más denso y, sobre todo, más rápido.

Empiezo a ver con un cierto estupor maniobras de lo más arriesgadas: adelantamiento en cambio de rasante sin visibilidad ninguna, adelantamiento a ciclista gracias a que quien viene de frente se hace a un lado, adelantamiento donde se han puesto reductores de velocidad... aquí parece que todo el mundo tiene mucha prisa. La más extraña de las luces para mi acaba siendo, no ya la de un OVNI o un cometa, si no la de un mexicano pisando el freno.

Añado una nueva muesca a mi historial; ya me habían sacado de la carretera coches, todoterrenos, autocaravanas y camiones, ahora le añado un autobús de pasajeros. Ocurre cerca de Escuinapa de Hidalgo, en una bajada, y por unos instantes me siento tentado de intentar alcanzar al conductor, pero viendo como zumba se me pasa rapitido. Recuerdo que cuando iba a entrar en México comentaba con mi familia que iba a evitar totalmente cualquier tipo de conflicto con los conductores, lamento decir que eso quedó hace tiempo atrás. Cualquiera esperaría que tras un viaje así, uno acabase siendo un tipo más espiritual... lamento decepcionar, pero eso no me pasa a mi en modo alguno, y realmente me daría mucha rabia alcanzar la espiritualidad merced a 16 ruedas sobre mi espalda, así que me contengo más bien poco. La parte positiva es que tras un par de exabruptos, se me pasa todo y la mala uva no me acompaña mucho tiempo, la parte menos positiva es que rápidamente aparece un nuevo postulante a "peor conductor del año".

Escuinapa de Hidalgo
Después de tomar un refresco sigo camino. La distancia entre pueblos es mucho menor de lo que era en la Baja California, así que me puedo permitir cargar con el agua de la camelback (hasta 2 litros) e ir bebiendo en los pueblos o en los puestos que de vez en cuando me encuentro en la carretera.

Esto se va a convertir en una constante. El nivel freatico está por las nubes!!
Poco antes de llegar a destino, Acaponeta, hago parada en un bar de carretera y me doy un homenaje. Es un poco absurdo comer en un bar de carretera cuando tiene uno el pueblo a mano, pero ya tengo más que sufrido eso de "ahora no, un poquito más adelante" y encontrarme con que no hay nada o lo que hay es horrendo. No es el caso, Acaponeta es un sitio bastante decente de ver, con una plaza que invita a tomar asiento y disfrutar un rato de la lectura mientras los chavales corretean de un lado para otro. Además cuenta con varios restaurantes entre los que se encontraba una pizzería.
- Una pizza mediana- pido.
 -¿Para tomar o para llevar?
- La tomaré aquí.
- ¿Usted solo?
No espero a nadie, así que con paciencia y mucha hambre doy buena cuenta de la pizza. Además de leer me entretengo echándole un vistazo a las fotos de ciclismo que tienen colgadas en la pared. Supongo que podría haber entablado conversación pero lo cierto es que se me mezcló la timidez y tampoco tenía ganas de empezar otra vez a contar la historia desde el principio.

Plaza Mayor de Acaponeta.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Que La Paz sea conmigo

http://www.movescount.com/moves/move19176024

Hoy, tras unos primeros kilómetros junto al mar, volvió a ser un día de interior, sin llegar a costa hasta que alcancé Loreto.

A pesar de haber desayunado en la tienda, poco más tarde quise cumplir con el rito hobbit del segundo desayuno al ver una pequeña cala con un restaurante. Además tenía que reponer agua... una excusa tan mala como cualquier otra.

Un buen sitio para desayunar

El paisaje sigue siendo espectacular y el terreno, a pesar de lo accidentado, no presenta desniveles reseñables. Hace no mucho, un par de semanas, pasaron dos huracanes que golpearon principalmente en los estados de Michoacan y Guerrero, pero que se dejaron sentir también en esta zona como se puede apreciar en varios puentes dañados por las riadas que hubieron. No obstante las obras de reparación ya están en marcha.

Así que con paciencia y gusto voy tragando paisajes y kilómetros. El tráfico es bastante ligero por esta zona, pasando camiones cada largo rato, como además la carretera en general no está mal y es todo muy silencioso uno puede oirlos llegar con tiempo suficiente. Así que en general el tránsito es bastante cómodo y seguro.

Dejé fuera de plano las máquinas que trabajaban en reparaciones en la zona.

Siento que estoy de nuevo en el Valle de los Cirios.

http://www.movescount.com/moves/move19282004

Ha sido un día raro. La próxima ciudad es Ciudad Insurgentes, que me quedaba a unos 160 km por lo que tenía claro que dividiría la tirada, lo que no sabía es que iba a hacer una división tan desigual. Quizás fue por levantarme tan tarde, o quizás por el calor, obviamente también fue por el entorno que realmente invitaba a quedarse, pero la cuestión es que tras 30 km me quedé en Puerto Escondido. ¿Lo malo? que sólo había un hotel más caro de lo que estaba dispuesto a pagar, ¿lo bueno? que me dijeron que pusiese mi tienda de campaña en el jardín y tirase de wifi, piscina y aseos... pues mira, lo bueno, gana a lo malo, desde luego.




Bahía de Loreto

Bajando a Puerto Escondido

Hace unos años, cuando iba a la universidad, había de subir cada mañana, en torno a las 07:45 la cuesta que llevaba hasta el campus de El Ejido, al pie de esta cuesta, donde la calle Carreterías se cruza con Tejón y Rodriguez, alguien había escrito en la pared "Teletransporte gratis ya!!". Esa sensación de Thor te oiga me acompañó durante el día de hoy, porque hacer 125 km y que la vista de de para apenas 4 ó 5 fotos es desmoralizador.


Además, como no podía ser de otro modo, tocaba subir un poco, aunque de forma algo pronunciada. Mi error radicaba en que pensaba que subía a una meseta, cuando en realidad únicamente iba a salvar una cadena montañosa con lo que buena parte del trayecto fue en suave bajada... tan suave que tuve que mirar el altímetro para darme cuenta de que bajaba. Lo que peor llevo en estos casos son las rectas infinitas y la monotonía de los horizontes. El llevar ya 4 meses escuchando la misma música no ayuda mucho, pero al menos Toni me envió algunos enlaces de podcast en su momento que me permiten pasar mejor las horas.



De cualquier modo, todo esto ya estaba previsto. Quizás previsto no sea la palabra adecuada. No es lo mismo decir en palabras que esperas determinadas situaciones, buenas o malas, que comprender la completa dimensión de encontrarte dentro de ellas. Obviamente era consciente de que habría días aburridos, a veces no tanto por el entorno como por el hecho de que te has levantado con el pie izquierdo, pero hasta que no te pones a contar las pedaladas en números romanos no sabes que te has aburrido de verdad.


Como todo llega, aunque no sea por teletransporte, Ciudad Insurgentes se dejo caer ante mi. Un buen descanso es lo que en domingo todos merecemos.
Ciudad Insurgentes

http://www.movescount.com/moves/move19521188

A estas alturas ya me estoy quedando sin analogías para decir que hice muchos kilómetros y que no pasó nada. Puede parecer increíble, pero sí. Lo más emocionante que pasó en casi 150 km fue, lo primero, lo que dejé retratado y muestro a continuación:

Cualquiera diría que justo debajo le falta el letrero: "Gobierno de España" 
 Lo segundo, que alcancé los 10.000 km sobre mis pedales. Lo que también me sirvió para aprender que mi cuentakilómetros no va más allá, así que habrá que darle una vuelta.

Y lo tercero, viendo que no iba a llegar a ningún lado de noche como que no fuera a un cementerio dada la repentina profusión de camiones y coches en general (curiosamente ha sido un norteamericano quien estuvo más cerca de pasarme por encima, el gringo se paró un poco más adelante a mirar algo en el teléfono y sólo se encogió de hombros y dijo que era poco visible... repasemos, 83 kg de Fernando + 50 kg de bici y remolque, con luz trasera, luz frontal y chaleco reflectante, simplemente me acogeré al silencio como derecho a no declarar en mi propia contra) opté por acampar en cualquier lado. El problema está en que, cualquier lado no resultó ser tan sencillo, el suelo es duro como para ser imposible clavar la tienda así que al final opté por dormir tras de un pequeño templito esperando recibir su protección ante algún camionero "problemático".

El templito con su ¿cactus navideño?

http://www.movescount.com/moves/move19521192

Que felices me las hacía yo. Me levanto, digo, y suavemente hago los 60 km que me quedan hasta La Paz y allí, después de darme una vueltecita, tomo el ferry. Pues no, porque la hora que quería dedicar a ver La Paz (que es más bien pequeño y se ve rápido) la tuve que emplear en llegar al puerto que está a 20 km de La Paz. ¡¡Cáspita!! Cuando yo había visto que debía tomar el barco La Paz - Mazatlan nadie me dijo esto!!. Que contrariedad. Lo peor es que me enteré estando ya en la ciudad y preguntando, pero bueno, al menos pude pasar por el malecón que es bastante bonito.

Toca recordar que, a estas alturas, aun no tengo ningún sello de entrada en el país. Según me dijeron por el acuerdo entre los EEUU y México en la Baja Caifornia no es necesario y sería al pasar al "continente" cuando habría de resolverse esto. De modo que mi cabeza está más en llegar al puerto y solventar este asunto que en otra cosa.

Así que La Paz es bonita, y pequeña. Ea!

Pero bueno, que no todo iba a ser refunfuñar. Este llegar hasta el barco me dejó otras estampas muy agradecidas.


Una vez en el puerto compro mis boletos (para mi y para cleta), aprovecho para comer algo y me pongo a la cola. En teoría tengo media hora por delante, pero al final se alarga algo más.

Por fin acceso a aduana y por un instante piensan en pasar la bici, con carrito y bandera por el escáner, pero pongo mi mirada más candorosa y lo dejamos en un ¿que lleva usted en las maletas? le cuento, le ofrezco abrirlas y ahí queda todo. Mientras tanto me han pedido el pasaporte y vuelven con él, la cola puja desde atrás y sigo hasta el barco donde dejo la bicicleta en un cuarto.
No he cogido camarote, pero los sillones son cómodos, además le advierto a la sobrecargo que huelo muy mal y que debería mandarme a la zona de cuarentena, así que tengo mi propia fila de asientos para mi. Lujo por peste... increíble. Lo único malo es que he de estar atento a todas mis cosas durante un viaje que durará unas 18 horas. Por cierto, ¿no tendría que haber pagado una tasa por inmigración? ¿Quizás estaba incluida en el billete del barco? Con la suspicacia haciendo cabriolas cojo el pasaporte. No puede ser. A todos los efectos, según mi pasaporte, mi escultural culo sigue en Alaska. Pues nada, escultural y helado a partir de ahora.

Un último vistazo a la Baja California.
¿Por delante? La costa pacífica de México. A ver que nos podemos ofrecer mutuamente.

viernes, 22 de noviembre de 2013

En el Mar de Cortés

Lo cierto es que de este día no hay mucho de contar. Después del reset que supuso poder hacer colada y tener la bicicleta de nuevo en condiciones óptimas el paisaje no acompañó mucho en lo que podía haber sido un día wonderfuloso, pero, todo hay que decirlo, el viento ayudó como un condenado, así que hacer los 72 km fue cosa de poco rato, como además la ganancia de altura fue progresiva, pues miel sobre hojuelas.

¿La parte mala? Pues que la recta era aburridiiiiiiiiiisima, y para muestra un botón.


Esta, y la parte que tengo por delante, son de las zonas más áridas de la Baja California Sur donde hay que vigilar bien las distancias y las cargas de agua. Evitar las horas centrales del día también es fundamental... y por eso empecé a las 11 de la mañana. Jejeje.


Como decía, esta es una de las zonas más áridas de la BCS, pero como en todos los desiertos, aquí también hay oasis. La cuestión es que en aquel momento recordé que Arturo me había advertido sobre ello, pero la verdad es que a esas alturas ya no me acordaba ni sabía donde debía esperarlo.

La jornada, como la anterior, comenzó con viento a favor y un paisaje que invitaba a pedalear (para huir de él), sigo con suave ascenso y todo parece ir bien. Rectifico, todo va bien.

Tan bien que cuando llego a San Ignacio, desde mi posición se puede adivinar en el pequeño valle que se extiende a mi derecha, entre las hojas de las palmeras, un pequeño río que discurre perezoso. Ver un río en este entorno es algo que no se puede dejar pasar, así que me dejo caer hasta esa zona de sombra y lentamente me dejo llevar por las sombras. He hecho poca distancia, pero al ver el pequeño camping que tienen montados un par de canadienses, junto al río, con canoas... la carne es débil.

Oasis de manual: palmeras y agua... sólo faltaba el camello, pero alguno habría.

El paseo en canoa es delicioso. No me baño porque las aguas de río nunca han sido santo de mi devoción. Creo que hay un tipo de vértigo asociado con las profundidades o algo por el estilo. Habrá que añadirlo al vértigo de toda la vida. No obstante no quita lo más mínimo para que disfrute de la vista de las aves y alguna que otra tortuga que por aquí y por allá se van dejando ver.





Tras un desayuno a la vieja usanza, es decir, huevos, tostadas, cereales, salchichas, bacon, cafe, zumo, leche, ensalada de frutas, etc. Me sentí con energías suficientes para vencer la pereza y salir de la sombra de las palmeras para meterme entre las suaves y peladas colinas.

¿Cómo le pelo la colina? Corto de la cumbre y un poquito más largo de las laderas, gracias.
Poco a poco sigo ascendiendo y dado que, por una vez, había mirado como era la orografía del terreno, sabía que más adelante me iba a tocar una caída casi en picado hasta el mar. Básicamente iba a perder en 2 kilómetros toda la altitud que suavemente había ido ganando a lo largo de los últimos 3 días. Me recordaba un tanto a la configuración del parque de Yosemite, donde el lado oriental cae a pico mientras el occidental es de "suave" pendiente.

Eran 9 puentes pero si os fijáis el último, bueno, se ve que el presupuesto no llegó hasta allí.
La cuestión es que, para dar más pistas, a la bajada en cuestión le pusieron el alegre nombre de "Cuesta del infierno" y por si no fuera suficiente, hay hasta 3 carteles indicándote la distancia que te queda para llegar a ella. La verdad es que iba un tanto acongojado, y empezaba a preguntarme si los frenos iban a aguantar (sí, son de disco pero no milagrosos) y si al final de la cuenta podría contar con los mismos dientes que al principio. Al final no fue para tanto, con más miedo que vergüenza hice que los discos de freno se calentasen como para freír un huevo pero llegue sano y salvo hasta la orilla del Mar de Cortes.



Desde que toco costa hasta que llego a Santa Rosalía (y ya van chopocientos pueblos con el derivado de "Rosa") hay unos escasos 10 km, y a medio camino una gran mina, creo que a cielo abierto, creo que de cobre, con lo que el tránsito de camiones es elevado. La costa, al menos en esta corta distancia, deja una playa de escasos 5 metros, de pura piedra, pero que no tiene mala pinta. No obstante, e imaginándome los procesos químicos de lavado del metal, creo que me abstendré de meter mis canillas en el mar hasta que me aleje un poco.

Sigo sin entender porque siguen llamándolo Mar de Cortes si para los pueblos indígenas fue un asesino...


Antigua ¿fábrica? en el centro de Santa Rosalía


Al fin llego a un "hueco", esto es un espacio que sobre el papel es lo suficientemente amplio como para que no llegue a ningún pueblo. En realidad sí que tenía algún pueblo antes de final de etapa, pero seguir haciendo tiradas cortas me estaba dando vergüenza. Ya veía como los cactus me señalaban y se reían a mi espalda. A ver, sólo fueron 90 km, pero al menos empezaba a ser una cantidad digna de kilómetros.

Con mi habitual despiste no tenía ni idea de que iba a llegar a bahía Concepción (que raro, ¿no es Rosarito?) y que me iba a encontrar con algunos de los paisajes más bellos de las últimas semanas. Pero, como dijo Jack el Destripador, "vayamos por partes", y lo primero es dejar atrás Santa Rosalía y bordeando la costa ir haciendo kilómetros que, como mayor novedad, ahora me muestran montañas a un lado y agua al otro. Poco a poco empiezan a aparecer lo que en un principio creo que son islas pero más tarde me percato que están unidas al continente y es lo que forma la Bahía Concepción.

Por unos kilómetros se abandona la costa para salvar un pequeño cabo tras el cual vuelvo al mar ¿qué tendrá el mar que tanto puedo añorarlo? Para llegar al mar primero hay que atravesar Mulegé, que para la media de los pueblos que he estado pasando es algo más grande, además los coches de policía vienen rotulados con este nombre, así que supongo que debe ser algún tipo de centro administrativo.
Pardiez!! ¿Quien osó erigir un castillo en mi camino? ah, no, es una iglesia.

Y ahora ya sí. Me callo y pongo fotos. Creo que hablan con más voz que la mejor de mis palabras.






viernes, 8 de noviembre de 2013

Cruzando el Paralelo 28

http://www.movescount.com/moves/move18912914

Como comentaba en mi última entrada a la Baja California vengo con la prudencia de no patinar con el agua... lo que explica los escasos 47 km de un día como el de hoy, completados en poco menos de tres horas.

Dependiendo del día, según el ánimo que tenga, suelo tirar de música, de podcast o de silencio. Y este día fueron los podcast los que me acompañaron. Que casualidad que escuchando SER Historia, hacen referencia al origen de algunos topónimos; por ejemplo, la Patagonia, procede de un libro de caballería, en el cual unos indígenas eran bautizados como los patacones. Cuando Magallanes llega a estos predios y se encuentra con los habitantes del lugar pues decide llamarlos patagones... y de ahí Patagonia. Pero ahora estoy en California, y resulta que también tiene su origen en novelas caballerescas. Concretamente, en "Las Sergas de Esplandián" (en aquella época sí que sabían poner nombres... Esplandían, verme a por un jarro de agua!! - le gritaría su madre), escrito por Ordoñez de Montalvo... sí, hombre, el de Amadís de Gaula.



Para el caso, que me pongo a subir y a subir, y el sol me está dejando frito, pero por la parte positiva el paisaje va mejorando notablemente. No es que haya salido del desierto, pero estoy entrando en el Valle de los Cirios, que recibe su nombre por la enorme cantidad de cactus que allí hay. También llaman la atención las rocas que aquí y allá van salpicando el terreno. Granito, diría yo. Lo que resulta extraño, a poco que uno se de cuenta, es que se encuentran generalmente aisladas unas de otras, casi como si las hubiesen ido colocando por allá. Obviamente la erosión es la responsable de estos paisajes. Y es que cuando la madre naturaleza se pone... pues le sale bien.


Así que ahí voy yo, y ahí llego yo... lo dicho un día corto. Al plantarme en el pueblico, Cataviña, veo un pequeño hotel y me digo que, con el calor que hace, mejor me cojo la habitación; pero no hay nadie. Así que me planto en la tópica posición mexicana de sentados contra la pared y le echo paciencia al asunto. Y desde luego que se la eché, pero cuando ya me hartaba y me dirigía al cuarto para ver si estaba abierto y al menos esperar dentro llegó el dueño. Precio razonable para la cadena HDM que salpican el país. Al menos parece que no tendré compañía artrópoda esta noche.


Pues como ayer me tocó subir, hoy me toca bajar... pero también pedalear un buen rato, así que arranco un poco antes de las primeras luces. El frescor mañanero me obliga a ponerme el impermeable, pero a los escasos minutos ya sobra, y es que aunque el día sea de bajada, los 20 primeros kilómetros hay que "sufrirlos".

"sufriendo"
Una vez echa cima toca cumbrear un rato, pero la verdad es que tampoco es que sea tan sencillo como me esperaba. La sensación de soledad es abrumadora, y las provisiones de agua no se me van de la cabeza. Tengo suficientes, inclusive para hacer noche, pero hay una cierta angustia por ver algún signo de civilización. Lo gracioso del tema es que cuando ves algún signo, generalmente una llantera, no me paro a comprar agua, a lo sumo a tomarme una cola porque, como dije, voy cargado de agua.

Es en una de estas paradas cuando me hacen referencia a una pareja que pasó en bicicleta por allí hace algunas semanas. Al parecer tuvieron un problema con una de las bicis y se fueron con la rueda hasta Guerrero Negro y después volvieron. Me hizo mucha gracia porque me decían con cierto orgullo que les gustó mucho el sitio y se quedaron dos noches. Disimuladamente dirijo mi vista al paisaje y, bueno, para gustos los colores. Feo no es, pero de un vistazo he exprimido toda la belleza que puedo apreciar. Como no quiero deprimir a nadie , asiento y me voy con la información útil: "en Guerrero Negro hay un taller".
Estas no son las vistas...
Ya en bajada los kilómetros son mucho más agradecidos y finalmente llego hasta Punta Prieta, donde hago acopio de agua y algo de dulce para el desayuno; dejo el pueblo atrás y a un lado de la carretera planto la tienda. Será una linda noche en el desierto.

Donde está la bici, estaba la tienda.

http://www.movescount.com/moves/move18912932

Podía haber sido tan sencillo. Eran sólo 120 km hasta Guerrero Negro. Previo paso por el paralelo 28 que sirve como división entre la Baja California y la Baja California Sur.

Por cierto, necesitaría que alguien me explicase quien fue el genio que realizó el trazado de las fronteras con escuadra y cartabón. No se si llegué a escribir de esto en algún post anterior (probablemente en Canadá) pero realmente me indigna el pensar como en algún momento alguien repartió tierras utilizando una regla, sin tener en cuenta orografía del terreno, historia de la zona y, sobre todo, a los pobladores... en este caso, al menos todo queda en casa, de momento.

Pues como decía, todo debería haber sido muy sencillo. En general bajada ya que iba a llegar al nivel del mar y viento a favor. Visto que la carretera era una línea recta tampoco cabría esperar grandes desniveles pero, con lo que no contaba era con la mecánica. Y es que cuando llevaba unos 50 km, a 70 para destino, el cambio trasero no empieza a fallar, directamente falla. Así que estoy con tres platos y los 3 piñones exteriores; y aunque el perfil no debería ser complicado, pues lo es, y ahora mucho más. Me resigno y me digo que me voy a poner muy fuerte (yo no quiero estar muy fuerte) y que seguro que el pito me crece 3 cm más por lo menos (yo no quiero que... bueeeeeeno, vale).



Pequeña nota para los no iniciados. En una bicicleta de marchas lo habitual para subir una cuesta, y sobre todo si se te ha ocurrido poner un carrito detrás, se utiliza una relación de marchas que normalmente sería el plato más pequeño y juegas con los piñones más grandes. Eso hace que tengas que dar más pedaladas para avanzar, pero que estas cuesten menos. Si utilizas el plato grande y los piñones grandes generas mucha tensión en la cadena que provoca dos cosas: 1. buena parte de tu fuerza se queda en la cadena, no va a la rueda y no se convierte en movimiento; 2. esa fuerza que se ha quedado en la cadena puede llegar a partirla.

Así que me encuentro utilizando el plato mediano o empujando la bici, porque partir la cadena no es una opción aun cuando puedo repararla.

Pero bueno, como siempre, al fin se llega a destino. Costó bastante porque más allá del problema del cambio el viento ya no ayudaba sino que venía de costado y además una recta de varias decenas de kilómetros acaba con la paciencia del más pintado.

Al fondo, "toa" chiquitilla, el banderón.

Primeramente llegué al paralelo 28, donde hay una gigantesca bandera mexicana, y un puesto militar acorde, y después a Guerrero Negro (el cual recibe el nombre por un galeón que allí naufragó). Una vez en Guerrero Negro mi prioridad es localizar el taller, cosa que hago rápidamente. Allí un chavalillo abre el cambio y me cuenta que la grasa que hay en el interior se ha secado/ensuciado y que eso impedía el cambio. Limpia y engrasa, ajusta y listo. 30 pesos. Me da vergüenza pagarle eso, así que me llevo unos parches y le dejo otros 30 de propina.

Cleta en la UCI.
Hotel de la cadena HDM donde aprovecho para hacer la colada. Una ducha electrizante. Cena en un chino. Los pequeños placeres que llenan mi paladar.

Residencial "el colorín"