martes, 18 de junio de 2013

Entre sofases anda el juego

Como vuela el tiempo. Uno se despista y se le pasa una semana sin subir un post. Con razón me dejan caer por ahí eso de "hay que darle más vida al blog". Más razón que una santa tiene mi amiga Mapi. Así que hoy me he tomado el día semilibre para poder aporrear un poco el teclado… bueno, no sólo eso, porque había que echarle un vistazo de nuevo a la rueda trasera y… me estoy adelantando y al final esto es un jaleo, así que empecemos por donde lo dejamos.


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Muncho Lake
Amanece en Muncho Lake y aquí lo que cae es muncha agua, pero nos armamos de valor y de un desayuno de esos que hacen gritar de terror a tus arterias, y nos lanzamos a la carretera. Comenzamos bien, yo le gusto a la carretera y ella me gusta a mi, bordeamos el lago y disfruto del repiqueteo de la lluvia sobre el lago. Como no podía ser de otra forma, había ordenado el día anterior una ración de viento de cola, con lo que esto es coser y cantar, hasta que llegamos, hete tu, a la pared de rigor que da salida al valle. Que también digo yo que podían haber puesto la carretera por la salida que tenga cuesta abajo, que no todo va a ser subir. Pero bueno, nos arremangamos los pantalones chubasqueros y empezamos a mojarlos desde dentro. Cuando llego arriba estoy empapado pero calentito, aunque tengo claro que si no me ando con cuidado eso cambiará rápidamente y me pillaré una pulmonía de las hermosas, así que despacio, recuperando, comienzo la bajada. Lo que no sabía yo es que la bajada iba a ser de casi 40 km, que sí, con sus pequeños repechitos, pero casi todo cuesta abajo. Y la verdad es que ya no se como hacerlo, porque si voy despacio no me enfrío por la velocidad, pero si corro me empapo más todavía por la lluvia. Así que cuando llego a Toad River, estoy hecho una sopa, y empapado, y en esas lo que el cuerpo te pide es algo calentito, así que sopita de pollo y a soplarle que nos quemamos. Y que me encuentro flojuno, y que llevo todo el día mojado, y que me quedo. Además, el sitio es resultón.

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Junto a Toad River
Pero por resultón que sea, la nube sigue clavada encima cuando amanece un nuevo día. Así que nos lanzamos a la piscina que hoy hemos de subir al punto más alto de la Alaska Highway hasta Summit Lake. Sin embargo la pendiente, salvo puntualmente, no es complicada, y así salvamos (la señora Cleta y yo) los 1295 metros de altitud en unos 30 km de ascenso. Procuro mantener un ritmo cómodo; "mira que bonito, una foto", "se me está aflojando el cordón, espera que me lo aprieto", "habrá que comer algo, digo yo", y sin pausa pero siempre con la ansiedad de saber que habrá después de la siguiente curva me doy de narices con el citado lago. Y está claro que ha merecido la pena subir hasta allí arriba… y ahora el truco. Como a todo buen burro, para que ande le tienes que poner delante una buena zanahoria que en mi caso era la promesa de un Cinnamon Bun, bomba calórica donde las haya, que me esperaba en el camping de Tetsa River. Tanto es así que en el desayuno del día siguiente cayeron dos, y me zampé los 111 km que me separaban de Fort Nelson.

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Summit Lake

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Disfrutando de los pequeños detalles
Llegar a Fort Nelson supone dejar atrás las Rocosas y dirigirme hacia las llanuras, aunque antes habrá que salvar los ecos de ese monstruo montañoso que convierten a esta vía en un continuo tobogán. De lo que no tenía ni idea cuando llegaba a Fort Nelson era de lo atípica que iba a resultar la semana. Por un lado, he dejado atrás los paisajes apabullantes, todo es más suave, bonito, pero no impresiona; el tráfico empieza a notarse, llegando a ser pesado para el estándar canadiense (2 ó 3 vehículos cada 5 minutos); ver osos se convierte en algo muy raro, aunque no se abandonan las buenas costumbres con respecto a la comida que se han adquirido; y sobre todo, los días han sido muy dispares en el redimiendo kilométrico. Cuando me subo en la bici para salir de Fort Nelson me doy cuenta que se ha partido un radio y la rueda está descentrada. Así que pierdo un par de horas intentando centrarla porque no puedo cambiar el radio (bueno, ya lo cambiaré en Fort St John), cuando aparece un simpático ciclista que me hace ver que a 300 metros tengo un taller de bicis (en este pueblo no tenemos un tonto, nos turnamos y hoy le toca a Fernando). El mecánico llegará a las 14.30 horas así que toca esperar, no pienso jugármela durante 400km después de mi experiencia. Como un reloj el caballero se planta a la hora señalada, vistazo rápido a la rueda. - Ok, desmóntala que te la arreglo- y en 30 min tengo la bici lista. Y yo más contento que unas castañuelas. Y volvemos a comer kilómetros, a ver si puedo recuperar algo del tiempo perdido; pero cuando voy bajando, sin dar pedales, noto que voy dando saltitos en el asiento - será el asfalto, que es irregular - pero mis saltos son regulares, así que a los 20 km me harto, busco donde parar y le hecho un vistazo a la rueda, y resulta que el genio, en lugar de hacerle los dos cruces de rigor al radio, le ha hecho sólo uno, así que a desmontar y a centrar de nuevo… pero claro, los saltos no eran sólo por eso, el descentre de la rueda es vertical, no horizontal… y ahí ya no llego. Así que la dejo lo mejor que puedo, rezo mis avemaríasquenomepasená y a dormir. Total 23 decepcionantes kilómetros.

Pero como decía, la semana va a ser rarita. Porque me levanto y me acuesto 120 km más cerca de destino. Y la verdad es que de ese día no hay mucho más que contar, salvo que me toca montar el campamento corriendo que ha empezado a llover. Y lloviendo empieza el nuevo día, salvo que esta vez no me encuentro tan valiente, por lo que declaro que este será el día de Stephen King. Me pego todo el santo día tumbado en la tienda leyendo hasta que termino "Un saco de huesos" y ya que estamos, pues empiezo "Apocalipsis". Y aunque no he avanzado nada, a la mañana siguiente soy un poco más sabio. Si vas a pasar dos noches seguidas en el mismo sitio, y tu aislante no es la releche, mueve la maldita tienda aunque sólo sea un metro porque lo que la primera noche era un mullido suelo, la segunda es una tabla ya que lo has compactado con tu propio peso… el que no aprende algo nuevo es porque no quiere.

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Aquí el caballero lleva taitantos mil kilómetros dándole al pedal. Un par de añitos.

Y ¿como no? llueve. Reconzco que por un momento me siento tentado a quedarme de nuevo, pero he estado tirando de reserva de agua, y aunque he puesto cloro en algo de agua que he recogido de un arroyo cercano, el color del agua me recuerda vagamente al del zumo de manzana, así que prefiero guardarla para la extrema necesidad pero buscar mejores sitios donde beber. Un par de días antes, lo que tomé por un oriundo del lugar me había dicho que Wonowon era algo así como el paraíso del campista (y mira que ya venía yo de los baños termales), pero está a 150 km, así que paso de llegar hasta allí… o eso creía yo, porque 08.37 horas más tardes estoy llegando a uno de los lugares más feos donde se podía llegar… y yo que creía estar escuchando las carcajadas del oriundo. Pero no pasa nada, soy un campeón, me doy un lujazo de una coca-cola y unas patatitas y me higienizo con toallas húmedas. Y a dormir como un señor que mañana tenemos cama. Uy! No, sofá.

Porque al día siguiente llego a Fort St John donde Haley y su novio Tom me dan la bienvenida a su casa y me permiten darme una bendita ducha y dormir en un cómodo sofá.

Y al otro, que ya es domingo como vuelan los días, debo llegar a Dawson Creek origen de la Alaska Highway y donde, más o menos cerca, me espera Cinthya y su marido Randy, donde también me ofrecerán un sofá para dormir, pero en esta ocasión porque, coincidencias que se dan, están alojando por primera vez también a otros dos ciclistas; una pareja de Quebec que se han zampado unos 5000 km y van dirección Fairbanks. Es la primera, y espero que única vez, que dejo que me lleven en coche, pero he llegado tarde a Dawson Creek ya que me tuve que retrasar en Fort St. John por un despiste (me olvide el Kindle. ¡¡¡Stephen que hago yo sin ti!!!) y después me dio la primera pájarraca del viaje, y habían quedado para cenar con unos vecinos; así que no quería retrasarlos por mi demora. La velada fue magnífica, con comida para saciar a tres ciclistas hambrientos, y nos hicieron sentir totalmente integrados desde el primer momento. Una auténtica delicia.
Para algunos empieza aquí, para otros termina, para la mayoría es sólo un capítulo más.

¿Por delante? Pues mañana tiene toda la pinta de ser un día muy tedioso, con rectas de varias decenas de kilómetros y con el viento en contra o costado hasta que llegue a Grande Praire, ya en Alberta. Y desde ahí a buscar de nuevo las montañas, hacia Jasper y Banff, que aunque todo el mundo te dice que estará abarrotado de gente no te lo debes perder, por algo será.


Pd. No he perdido el juicio. Los sofases es porque eran varios. Una pequeña broma privada que ya se yo quien entenderá.