sábado, 23 de noviembre de 2013

Que La Paz sea conmigo

http://www.movescount.com/moves/move19176024

Hoy, tras unos primeros kilómetros junto al mar, volvió a ser un día de interior, sin llegar a costa hasta que alcancé Loreto.

A pesar de haber desayunado en la tienda, poco más tarde quise cumplir con el rito hobbit del segundo desayuno al ver una pequeña cala con un restaurante. Además tenía que reponer agua... una excusa tan mala como cualquier otra.

Un buen sitio para desayunar

El paisaje sigue siendo espectacular y el terreno, a pesar de lo accidentado, no presenta desniveles reseñables. Hace no mucho, un par de semanas, pasaron dos huracanes que golpearon principalmente en los estados de Michoacan y Guerrero, pero que se dejaron sentir también en esta zona como se puede apreciar en varios puentes dañados por las riadas que hubieron. No obstante las obras de reparación ya están en marcha.

Así que con paciencia y gusto voy tragando paisajes y kilómetros. El tráfico es bastante ligero por esta zona, pasando camiones cada largo rato, como además la carretera en general no está mal y es todo muy silencioso uno puede oirlos llegar con tiempo suficiente. Así que en general el tránsito es bastante cómodo y seguro.

Dejé fuera de plano las máquinas que trabajaban en reparaciones en la zona.

Siento que estoy de nuevo en el Valle de los Cirios.

http://www.movescount.com/moves/move19282004

Ha sido un día raro. La próxima ciudad es Ciudad Insurgentes, que me quedaba a unos 160 km por lo que tenía claro que dividiría la tirada, lo que no sabía es que iba a hacer una división tan desigual. Quizás fue por levantarme tan tarde, o quizás por el calor, obviamente también fue por el entorno que realmente invitaba a quedarse, pero la cuestión es que tras 30 km me quedé en Puerto Escondido. ¿Lo malo? que sólo había un hotel más caro de lo que estaba dispuesto a pagar, ¿lo bueno? que me dijeron que pusiese mi tienda de campaña en el jardín y tirase de wifi, piscina y aseos... pues mira, lo bueno, gana a lo malo, desde luego.




Bahía de Loreto

Bajando a Puerto Escondido

Hace unos años, cuando iba a la universidad, había de subir cada mañana, en torno a las 07:45 la cuesta que llevaba hasta el campus de El Ejido, al pie de esta cuesta, donde la calle Carreterías se cruza con Tejón y Rodriguez, alguien había escrito en la pared "Teletransporte gratis ya!!". Esa sensación de Thor te oiga me acompañó durante el día de hoy, porque hacer 125 km y que la vista de de para apenas 4 ó 5 fotos es desmoralizador.


Además, como no podía ser de otro modo, tocaba subir un poco, aunque de forma algo pronunciada. Mi error radicaba en que pensaba que subía a una meseta, cuando en realidad únicamente iba a salvar una cadena montañosa con lo que buena parte del trayecto fue en suave bajada... tan suave que tuve que mirar el altímetro para darme cuenta de que bajaba. Lo que peor llevo en estos casos son las rectas infinitas y la monotonía de los horizontes. El llevar ya 4 meses escuchando la misma música no ayuda mucho, pero al menos Toni me envió algunos enlaces de podcast en su momento que me permiten pasar mejor las horas.



De cualquier modo, todo esto ya estaba previsto. Quizás previsto no sea la palabra adecuada. No es lo mismo decir en palabras que esperas determinadas situaciones, buenas o malas, que comprender la completa dimensión de encontrarte dentro de ellas. Obviamente era consciente de que habría días aburridos, a veces no tanto por el entorno como por el hecho de que te has levantado con el pie izquierdo, pero hasta que no te pones a contar las pedaladas en números romanos no sabes que te has aburrido de verdad.


Como todo llega, aunque no sea por teletransporte, Ciudad Insurgentes se dejo caer ante mi. Un buen descanso es lo que en domingo todos merecemos.
Ciudad Insurgentes

http://www.movescount.com/moves/move19521188

A estas alturas ya me estoy quedando sin analogías para decir que hice muchos kilómetros y que no pasó nada. Puede parecer increíble, pero sí. Lo más emocionante que pasó en casi 150 km fue, lo primero, lo que dejé retratado y muestro a continuación:

Cualquiera diría que justo debajo le falta el letrero: "Gobierno de España" 
 Lo segundo, que alcancé los 10.000 km sobre mis pedales. Lo que también me sirvió para aprender que mi cuentakilómetros no va más allá, así que habrá que darle una vuelta.

Y lo tercero, viendo que no iba a llegar a ningún lado de noche como que no fuera a un cementerio dada la repentina profusión de camiones y coches en general (curiosamente ha sido un norteamericano quien estuvo más cerca de pasarme por encima, el gringo se paró un poco más adelante a mirar algo en el teléfono y sólo se encogió de hombros y dijo que era poco visible... repasemos, 83 kg de Fernando + 50 kg de bici y remolque, con luz trasera, luz frontal y chaleco reflectante, simplemente me acogeré al silencio como derecho a no declarar en mi propia contra) opté por acampar en cualquier lado. El problema está en que, cualquier lado no resultó ser tan sencillo, el suelo es duro como para ser imposible clavar la tienda así que al final opté por dormir tras de un pequeño templito esperando recibir su protección ante algún camionero "problemático".

El templito con su ¿cactus navideño?

http://www.movescount.com/moves/move19521192

Que felices me las hacía yo. Me levanto, digo, y suavemente hago los 60 km que me quedan hasta La Paz y allí, después de darme una vueltecita, tomo el ferry. Pues no, porque la hora que quería dedicar a ver La Paz (que es más bien pequeño y se ve rápido) la tuve que emplear en llegar al puerto que está a 20 km de La Paz. ¡¡Cáspita!! Cuando yo había visto que debía tomar el barco La Paz - Mazatlan nadie me dijo esto!!. Que contrariedad. Lo peor es que me enteré estando ya en la ciudad y preguntando, pero bueno, al menos pude pasar por el malecón que es bastante bonito.

Toca recordar que, a estas alturas, aun no tengo ningún sello de entrada en el país. Según me dijeron por el acuerdo entre los EEUU y México en la Baja Caifornia no es necesario y sería al pasar al "continente" cuando habría de resolverse esto. De modo que mi cabeza está más en llegar al puerto y solventar este asunto que en otra cosa.

Así que La Paz es bonita, y pequeña. Ea!

Pero bueno, que no todo iba a ser refunfuñar. Este llegar hasta el barco me dejó otras estampas muy agradecidas.


Una vez en el puerto compro mis boletos (para mi y para cleta), aprovecho para comer algo y me pongo a la cola. En teoría tengo media hora por delante, pero al final se alarga algo más.

Por fin acceso a aduana y por un instante piensan en pasar la bici, con carrito y bandera por el escáner, pero pongo mi mirada más candorosa y lo dejamos en un ¿que lleva usted en las maletas? le cuento, le ofrezco abrirlas y ahí queda todo. Mientras tanto me han pedido el pasaporte y vuelven con él, la cola puja desde atrás y sigo hasta el barco donde dejo la bicicleta en un cuarto.
No he cogido camarote, pero los sillones son cómodos, además le advierto a la sobrecargo que huelo muy mal y que debería mandarme a la zona de cuarentena, así que tengo mi propia fila de asientos para mi. Lujo por peste... increíble. Lo único malo es que he de estar atento a todas mis cosas durante un viaje que durará unas 18 horas. Por cierto, ¿no tendría que haber pagado una tasa por inmigración? ¿Quizás estaba incluida en el billete del barco? Con la suspicacia haciendo cabriolas cojo el pasaporte. No puede ser. A todos los efectos, según mi pasaporte, mi escultural culo sigue en Alaska. Pues nada, escultural y helado a partir de ahora.

Un último vistazo a la Baja California.
¿Por delante? La costa pacífica de México. A ver que nos podemos ofrecer mutuamente.

viernes, 22 de noviembre de 2013

En el Mar de Cortés

Lo cierto es que de este día no hay mucho de contar. Después del reset que supuso poder hacer colada y tener la bicicleta de nuevo en condiciones óptimas el paisaje no acompañó mucho en lo que podía haber sido un día wonderfuloso, pero, todo hay que decirlo, el viento ayudó como un condenado, así que hacer los 72 km fue cosa de poco rato, como además la ganancia de altura fue progresiva, pues miel sobre hojuelas.

¿La parte mala? Pues que la recta era aburridiiiiiiiiiisima, y para muestra un botón.


Esta, y la parte que tengo por delante, son de las zonas más áridas de la Baja California Sur donde hay que vigilar bien las distancias y las cargas de agua. Evitar las horas centrales del día también es fundamental... y por eso empecé a las 11 de la mañana. Jejeje.


Como decía, esta es una de las zonas más áridas de la BCS, pero como en todos los desiertos, aquí también hay oasis. La cuestión es que en aquel momento recordé que Arturo me había advertido sobre ello, pero la verdad es que a esas alturas ya no me acordaba ni sabía donde debía esperarlo.

La jornada, como la anterior, comenzó con viento a favor y un paisaje que invitaba a pedalear (para huir de él), sigo con suave ascenso y todo parece ir bien. Rectifico, todo va bien.

Tan bien que cuando llego a San Ignacio, desde mi posición se puede adivinar en el pequeño valle que se extiende a mi derecha, entre las hojas de las palmeras, un pequeño río que discurre perezoso. Ver un río en este entorno es algo que no se puede dejar pasar, así que me dejo caer hasta esa zona de sombra y lentamente me dejo llevar por las sombras. He hecho poca distancia, pero al ver el pequeño camping que tienen montados un par de canadienses, junto al río, con canoas... la carne es débil.

Oasis de manual: palmeras y agua... sólo faltaba el camello, pero alguno habría.

El paseo en canoa es delicioso. No me baño porque las aguas de río nunca han sido santo de mi devoción. Creo que hay un tipo de vértigo asociado con las profundidades o algo por el estilo. Habrá que añadirlo al vértigo de toda la vida. No obstante no quita lo más mínimo para que disfrute de la vista de las aves y alguna que otra tortuga que por aquí y por allá se van dejando ver.





Tras un desayuno a la vieja usanza, es decir, huevos, tostadas, cereales, salchichas, bacon, cafe, zumo, leche, ensalada de frutas, etc. Me sentí con energías suficientes para vencer la pereza y salir de la sombra de las palmeras para meterme entre las suaves y peladas colinas.

¿Cómo le pelo la colina? Corto de la cumbre y un poquito más largo de las laderas, gracias.
Poco a poco sigo ascendiendo y dado que, por una vez, había mirado como era la orografía del terreno, sabía que más adelante me iba a tocar una caída casi en picado hasta el mar. Básicamente iba a perder en 2 kilómetros toda la altitud que suavemente había ido ganando a lo largo de los últimos 3 días. Me recordaba un tanto a la configuración del parque de Yosemite, donde el lado oriental cae a pico mientras el occidental es de "suave" pendiente.

Eran 9 puentes pero si os fijáis el último, bueno, se ve que el presupuesto no llegó hasta allí.
La cuestión es que, para dar más pistas, a la bajada en cuestión le pusieron el alegre nombre de "Cuesta del infierno" y por si no fuera suficiente, hay hasta 3 carteles indicándote la distancia que te queda para llegar a ella. La verdad es que iba un tanto acongojado, y empezaba a preguntarme si los frenos iban a aguantar (sí, son de disco pero no milagrosos) y si al final de la cuenta podría contar con los mismos dientes que al principio. Al final no fue para tanto, con más miedo que vergüenza hice que los discos de freno se calentasen como para freír un huevo pero llegue sano y salvo hasta la orilla del Mar de Cortes.



Desde que toco costa hasta que llego a Santa Rosalía (y ya van chopocientos pueblos con el derivado de "Rosa") hay unos escasos 10 km, y a medio camino una gran mina, creo que a cielo abierto, creo que de cobre, con lo que el tránsito de camiones es elevado. La costa, al menos en esta corta distancia, deja una playa de escasos 5 metros, de pura piedra, pero que no tiene mala pinta. No obstante, e imaginándome los procesos químicos de lavado del metal, creo que me abstendré de meter mis canillas en el mar hasta que me aleje un poco.

Sigo sin entender porque siguen llamándolo Mar de Cortes si para los pueblos indígenas fue un asesino...


Antigua ¿fábrica? en el centro de Santa Rosalía


Al fin llego a un "hueco", esto es un espacio que sobre el papel es lo suficientemente amplio como para que no llegue a ningún pueblo. En realidad sí que tenía algún pueblo antes de final de etapa, pero seguir haciendo tiradas cortas me estaba dando vergüenza. Ya veía como los cactus me señalaban y se reían a mi espalda. A ver, sólo fueron 90 km, pero al menos empezaba a ser una cantidad digna de kilómetros.

Con mi habitual despiste no tenía ni idea de que iba a llegar a bahía Concepción (que raro, ¿no es Rosarito?) y que me iba a encontrar con algunos de los paisajes más bellos de las últimas semanas. Pero, como dijo Jack el Destripador, "vayamos por partes", y lo primero es dejar atrás Santa Rosalía y bordeando la costa ir haciendo kilómetros que, como mayor novedad, ahora me muestran montañas a un lado y agua al otro. Poco a poco empiezan a aparecer lo que en un principio creo que son islas pero más tarde me percato que están unidas al continente y es lo que forma la Bahía Concepción.

Por unos kilómetros se abandona la costa para salvar un pequeño cabo tras el cual vuelvo al mar ¿qué tendrá el mar que tanto puedo añorarlo? Para llegar al mar primero hay que atravesar Mulegé, que para la media de los pueblos que he estado pasando es algo más grande, además los coches de policía vienen rotulados con este nombre, así que supongo que debe ser algún tipo de centro administrativo.
Pardiez!! ¿Quien osó erigir un castillo en mi camino? ah, no, es una iglesia.

Y ahora ya sí. Me callo y pongo fotos. Creo que hablan con más voz que la mejor de mis palabras.






viernes, 8 de noviembre de 2013

Cruzando el Paralelo 28

http://www.movescount.com/moves/move18912914

Como comentaba en mi última entrada a la Baja California vengo con la prudencia de no patinar con el agua... lo que explica los escasos 47 km de un día como el de hoy, completados en poco menos de tres horas.

Dependiendo del día, según el ánimo que tenga, suelo tirar de música, de podcast o de silencio. Y este día fueron los podcast los que me acompañaron. Que casualidad que escuchando SER Historia, hacen referencia al origen de algunos topónimos; por ejemplo, la Patagonia, procede de un libro de caballería, en el cual unos indígenas eran bautizados como los patacones. Cuando Magallanes llega a estos predios y se encuentra con los habitantes del lugar pues decide llamarlos patagones... y de ahí Patagonia. Pero ahora estoy en California, y resulta que también tiene su origen en novelas caballerescas. Concretamente, en "Las Sergas de Esplandián" (en aquella época sí que sabían poner nombres... Esplandían, verme a por un jarro de agua!! - le gritaría su madre), escrito por Ordoñez de Montalvo... sí, hombre, el de Amadís de Gaula.



Para el caso, que me pongo a subir y a subir, y el sol me está dejando frito, pero por la parte positiva el paisaje va mejorando notablemente. No es que haya salido del desierto, pero estoy entrando en el Valle de los Cirios, que recibe su nombre por la enorme cantidad de cactus que allí hay. También llaman la atención las rocas que aquí y allá van salpicando el terreno. Granito, diría yo. Lo que resulta extraño, a poco que uno se de cuenta, es que se encuentran generalmente aisladas unas de otras, casi como si las hubiesen ido colocando por allá. Obviamente la erosión es la responsable de estos paisajes. Y es que cuando la madre naturaleza se pone... pues le sale bien.


Así que ahí voy yo, y ahí llego yo... lo dicho un día corto. Al plantarme en el pueblico, Cataviña, veo un pequeño hotel y me digo que, con el calor que hace, mejor me cojo la habitación; pero no hay nadie. Así que me planto en la tópica posición mexicana de sentados contra la pared y le echo paciencia al asunto. Y desde luego que se la eché, pero cuando ya me hartaba y me dirigía al cuarto para ver si estaba abierto y al menos esperar dentro llegó el dueño. Precio razonable para la cadena HDM que salpican el país. Al menos parece que no tendré compañía artrópoda esta noche.


Pues como ayer me tocó subir, hoy me toca bajar... pero también pedalear un buen rato, así que arranco un poco antes de las primeras luces. El frescor mañanero me obliga a ponerme el impermeable, pero a los escasos minutos ya sobra, y es que aunque el día sea de bajada, los 20 primeros kilómetros hay que "sufrirlos".

"sufriendo"
Una vez echa cima toca cumbrear un rato, pero la verdad es que tampoco es que sea tan sencillo como me esperaba. La sensación de soledad es abrumadora, y las provisiones de agua no se me van de la cabeza. Tengo suficientes, inclusive para hacer noche, pero hay una cierta angustia por ver algún signo de civilización. Lo gracioso del tema es que cuando ves algún signo, generalmente una llantera, no me paro a comprar agua, a lo sumo a tomarme una cola porque, como dije, voy cargado de agua.

Es en una de estas paradas cuando me hacen referencia a una pareja que pasó en bicicleta por allí hace algunas semanas. Al parecer tuvieron un problema con una de las bicis y se fueron con la rueda hasta Guerrero Negro y después volvieron. Me hizo mucha gracia porque me decían con cierto orgullo que les gustó mucho el sitio y se quedaron dos noches. Disimuladamente dirijo mi vista al paisaje y, bueno, para gustos los colores. Feo no es, pero de un vistazo he exprimido toda la belleza que puedo apreciar. Como no quiero deprimir a nadie , asiento y me voy con la información útil: "en Guerrero Negro hay un taller".
Estas no son las vistas...
Ya en bajada los kilómetros son mucho más agradecidos y finalmente llego hasta Punta Prieta, donde hago acopio de agua y algo de dulce para el desayuno; dejo el pueblo atrás y a un lado de la carretera planto la tienda. Será una linda noche en el desierto.

Donde está la bici, estaba la tienda.

http://www.movescount.com/moves/move18912932

Podía haber sido tan sencillo. Eran sólo 120 km hasta Guerrero Negro. Previo paso por el paralelo 28 que sirve como división entre la Baja California y la Baja California Sur.

Por cierto, necesitaría que alguien me explicase quien fue el genio que realizó el trazado de las fronteras con escuadra y cartabón. No se si llegué a escribir de esto en algún post anterior (probablemente en Canadá) pero realmente me indigna el pensar como en algún momento alguien repartió tierras utilizando una regla, sin tener en cuenta orografía del terreno, historia de la zona y, sobre todo, a los pobladores... en este caso, al menos todo queda en casa, de momento.

Pues como decía, todo debería haber sido muy sencillo. En general bajada ya que iba a llegar al nivel del mar y viento a favor. Visto que la carretera era una línea recta tampoco cabría esperar grandes desniveles pero, con lo que no contaba era con la mecánica. Y es que cuando llevaba unos 50 km, a 70 para destino, el cambio trasero no empieza a fallar, directamente falla. Así que estoy con tres platos y los 3 piñones exteriores; y aunque el perfil no debería ser complicado, pues lo es, y ahora mucho más. Me resigno y me digo que me voy a poner muy fuerte (yo no quiero estar muy fuerte) y que seguro que el pito me crece 3 cm más por lo menos (yo no quiero que... bueeeeeeno, vale).



Pequeña nota para los no iniciados. En una bicicleta de marchas lo habitual para subir una cuesta, y sobre todo si se te ha ocurrido poner un carrito detrás, se utiliza una relación de marchas que normalmente sería el plato más pequeño y juegas con los piñones más grandes. Eso hace que tengas que dar más pedaladas para avanzar, pero que estas cuesten menos. Si utilizas el plato grande y los piñones grandes generas mucha tensión en la cadena que provoca dos cosas: 1. buena parte de tu fuerza se queda en la cadena, no va a la rueda y no se convierte en movimiento; 2. esa fuerza que se ha quedado en la cadena puede llegar a partirla.

Así que me encuentro utilizando el plato mediano o empujando la bici, porque partir la cadena no es una opción aun cuando puedo repararla.

Pero bueno, como siempre, al fin se llega a destino. Costó bastante porque más allá del problema del cambio el viento ya no ayudaba sino que venía de costado y además una recta de varias decenas de kilómetros acaba con la paciencia del más pintado.

Al fondo, "toa" chiquitilla, el banderón.

Primeramente llegué al paralelo 28, donde hay una gigantesca bandera mexicana, y un puesto militar acorde, y después a Guerrero Negro (el cual recibe el nombre por un galeón que allí naufragó). Una vez en Guerrero Negro mi prioridad es localizar el taller, cosa que hago rápidamente. Allí un chavalillo abre el cambio y me cuenta que la grasa que hay en el interior se ha secado/ensuciado y que eso impedía el cambio. Limpia y engrasa, ajusta y listo. 30 pesos. Me da vergüenza pagarle eso, así que me llevo unos parches y le dejo otros 30 de propina.

Cleta en la UCI.
Hotel de la cadena HDM donde aprovecho para hacer la colada. Una ducha electrizante. Cena en un chino. Los pequeños placeres que llenan mi paladar.

Residencial "el colorín"

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Del Pacifico hacia el Mar de Cortés


Una de las ideas preconcebidas que uno tiene es que los malos no madrugan. ¿Qué sentido tiene ser malo y cumplir una de las más duras costumbres de los buenos? Supongo que no muchas. Así que comienzo el día antes de las 06.00 para empezar a pedalear media hora más tarde. Mi problema, si es que realmente son malos, es que seré como un patito de feria en una caseta de tiro. Hay una única carretera lo que hace que sea muy fácil encontrarme, pero como es algo contra lo que no puedo hacer nada, dejo de preocuparme al respecto… bueno, no del todo porque no utilizo los auriculares para mantener las orejas bien abiertas.


Como era de esperar nada ocurre. Y cuando digo nada, realmente es nada. Es un día realmente aburrido. El paisaje es árido, bastante monótono, y aunque estoy cerca de la costa, sigo estando lo suficientemente lejos como para no ver el mar. Los que me conocen saben que soy un escéptico por naturaleza, máxime cuando lo que escucho proviene de una campaña publicitaria. ¿Y esto a que viene? Básicamente que estuve pensando en una de las últimas modas: la lucha contra los radicales libres o iones negativos. Es graciosísimo la cantidad de cosas que uno puede llegar a escuchar; y es que desde el desconocimiento, pero con un poco de sentido común y oído crítico uno podría estar riéndose todo el santo día con estas cosas. No obstante, hubo algo que me llamó la atención, y es que mencionaban que eran estos iones negativos, que se pueden generar de muchas formas y una de ellas es en grandes masas de agua, los que hacen que cuando estemos frente al mar nos relajemos y tranquilicemos. Hay determinadas cosas que deberían quedar fuera del alcance de la ciencia… yo me quedo con la imagen bucólica de un atardecer en la playa más que la de millones de pequeñas partículas penetrando en mi (por cierto, dudo muchísimo que realmente puedan penetrar… quizás neutrinos y partículas de ese calibre, pero no los electrones sueltos).
Y esto, amigos, es un ejemplo de por donde navega la mente cuando nada pasa salvo los kilómetros bajo unas ruedas cada vez más machacadas.

El final del día, después de unos 100 km, me llevó hasta Lázaro Cárdenas donde hice dos noches ya que en la “lotería del taco” me salió el premio gordo. En cualquier caso, además de para descansar, me permitió ver un desfile que, con motivo del día de la patria, celebraron los niños de los colegios de la zona. Por cierto, tengo la impresión de que en México, ahora mismo un tanto convulsa por la reforma educativa que impulsa el gobierno, todos los niños van con uniforme. Detalle tonto.



Aun no se si me encuentro bien del todo, así que aprovecho la habitación todo lo que puedo, pero sobre las 12.00 ya tengo la impresión de que todo está como debería así que, haré un día corto y esperemos que tranquilo.

Por seguir con los detalles del país, me llama mucho la atención lo colorido de las casas y negocios. El verde limón se alterna con el amarillo y el morado (lila, fucsia o lo que sea, los hombres de verdad sólo distinguimos 16 colores).


El camino de hoy es bastante llano, y además tengo el viento a favor, así que no requiero de grandes esfuerzos para avanzar… de cualquier modo tampoco creo que pudiera hacerlos. Poco a poco me acerco a la costa (radicales al ataque!!) pero al final del día se que me dirigiré hacia el interior para cruzar la península, dejando atrás el Pacífico para dirigirme al mar de Cortés.

Esperaba que el tráfico fuese más pesado, más denso, sobre todo teniendo en cuenta que esta es la única carretera que articula de norte a sur la península, pero en general me sigo sintiendo relativamente cómodo con el tráfico. Por otra parte, hay un par de cosas que llamarán la atención: el freno motor de los camiones hace un ruido espantoso, y llama poderosamente la atención que es hasta que entro en México que he escuchado ese petardeo ensordecedor; nunca antes, no ya en el viaje, si no en mi vida, había escuchado semejante ruido. Pobre de aquel que tenga su casa en la carretera en una bajada. Lo segundo es el alto grado de militarización que uno se encuentra. No es sólo la policía, que lleva subfusiles, chalecos y todo el equipo, si no que, de tarde en tarde, hay que cruzar un puesto de seguridad del ejército. Ah, y todos muy amables y nada de mordidas.



La cuestión es que después de disfrutar del llano, el mar y el viento, me toca girar para abandonar todo esto. Comienzo a subir y, cosas que pasan, alcanzo los 9.000 km. Me paro a tomarle la foto de rigor al cuentakilómetros y veo bajar un autobús (por suerte vacío) que entra en su arcén para tomar una curva y, para tomar la siguiente, cruza los dos carriles para aprovechar el arcén del otro lado… y pensar que hay balas que no le dan a nadie… De cualquier modo me he empezado a dar cuenta que muchos conductores en México conducen basándose en la confianza: confían que no venga nadie al adelantar sin visibilidad, confían en que el otro se aparte, confían en que caben dos camiones y una bicicleta a la vez en la carretera.



Un nuevo día comienza y, por si no tenía claro que iba a entrar en zona desértica, aquí hay una señal que te da una buena pista.



En cualquier caso, como ya sabía, más o menos, donde me metía, antes de entrar en México ya me había hecho una pequeña lista de posibles lugares donde conseguir comida y agua. No contaba con esta distancia sin gasolinera pero tampoco habrá de suponer un mayor problema; dado el gran tráfico de camiones por la zona hay, cada 15/20 kilómetros, una llantera donde además normalmente puedes comprar algo para comer y para beber. ¿Llantera? En México al neumático le llaman llanta, así que una llantera es donde te repararán o cambiarán el neumático. Normalmente son pequeños talleres que se sustentan más en la habilidad de sus dueños que en los repuestos que puedan tener. Y obviamente también son sus casas, así que suelen funcionar 24 horas al día.



En este día en concreto, según mi meticuloso plan, debería hacer noche en junto a un restaurante de carretera que está junto a una misión, así que os podréis hacer una idea, visto el panorama, cómo se quedó mi cara cuando al llegar vi debía estar cerrada desde hacía un año por lo menos. Por cierto, la Misión se llamaba San Fernando… ni de uno se puede fiar.




Así que, de nuevo al pedal. Por suerte a unos 20 km encontré otro restaurante y allí ya pude hacer noche. Una lástima no disponer de una mejor cámara (o de ser más habilidoso con la mía) ya que desde este altiplano pude disfrutar de una gran y roja luna llena.