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jueves, 12 de septiembre de 2013

Las Vegas



Cuando estuve con Jed Waldron y sus amigos en el restaurante japonés en Logan (parece que fue hace una eternidad). Estuvimos hablando de la ruta que podría tomar para llegar hasta Las Vegas. Me comentaron que, tras llegar a Saint George, debía tomar un desvío ya que no estaban permitidas las bicicletas en la Interestatal en ese tramo.

El trayecto desde Hurricane hasta Saint George no tuvo mayores incidencias. Nada que destacar. Pero cuando llegué allí realicé una búsqueda de ruta a través de unos mapas que tenía descargados y vi que había una posibilidad, mixta entre la ruta que me había indicado y una avenida que aparecía en mis mapas. No creas todo lo que leas, y no confíes ciegamente en un mapa. Quédate con eso, machote, y este viaje te habrá hecho más sabio.

En resumidas cuentas, la "avenida" que marcaba el mapa no era más que la línea divisoria entre los estados de Utah y Nevada, con lo cual la foto sería: Fernando un par de millas adentrado en el desierto, al principio por un carril de tierra, después creando mi propio camino al andar, dos buitres dando vueltas encima mía (100% verídico) y el reloj marcando los 45º y subiendo. Vale, a estas alturas, y como estoy en medio de la nada y nadie me oye, lo digo… me he perdido. Lo cierto es que no estoy perdido, porque se donde está la carretera y, después de practicar el salto de valla con una bici hasta los topes y su remolque, vuelvo a pedalear sobre asfalto, un placer.

perdido en el desierto, Nevada, cicloturismo, aventura
Ups!!


Pero el placer dura poco, porque esta carretera lleva hasta la célebre I15, donde bycicles are not allowed. Llamémosle pálpito, pero no me siento con ganas de saltarme a la torera ese hermoso cartel y que un señor de los de la porra me ponga una multita o me llame la atención; así que me doy la vuelta hacia Saint George, a buscar refugio del sol, porque mañana tomaré el desvío que me recomendaron.


Mañana llega temprano. Concretamente doy la primera pedalada cuando el sol aun no se ha lavado la cara. Salgo de la ciudad ascendiendo continuamente, y me quedará un buen rato de ascenso, aunque aun no lo se. Dejo atrás las últimas urbanizaciones y entro de lleno en una zona montañosa siguiendo la antigua 91. Ahora las cuestas ya no se disimulan de ningún modo, parecen retarte. Pero se han equivocado de tipo. Yo voy a mi ritmo y me lo tomo con calma. David me pidió una foto con esos matojos que siempre rodaban frente a los duelistas que a las 12.00 desenfundarían sus pistolas en la calle principal de un pueblo largo tiempo olvidado. Y en esas ando, a ver si encuentro una bola ya formada.

desierto, pistolero, ciclista
uiuiuuuu nananaa


Así que, después de 3 horas de subir con calma, empiezo a bajar, también con calma, y es en esta bajada que llego, de nuevo, a Arizona. En mi bajada veo la I15, y parece que voy hacia ella. Esta carretera ha cruzado mi misma cadena montañosa pero un poco más hacia el este… seguro que me ha tocado el trabajo duro, cáspita.

Efectivamente llego a la I15 pero, siguiendo carreteras de servicio paralelas a esta, evito tener que entrar en ella.

Al final llego a Mesquite, Nevada, y tomo una habitación en un casino. Lo de los casinos en Nevada es un capítulo aparte pero en resumidas cuentas sería:
- Precios muy bajos en las habitaciones y comidas, actuando como gancho.
- Una vez en las salas de juego, no hay ningún indicio de la hora del día que es. Ventanas y relojes destacan por su ausencia.
- Derivado de lo anterior, no hay hora de cierre. Siempre hay crupieres para las mesas, siempre está abierto el restaurante.
- En los casinos está permitido fumar. En algunos de ellos se indican que hay zonas de no fumadores, pero el humo sigue flotando. Este es uno de los caballos de batalla de Adelson para Eurovegas.

A medio día salgo a comer a un McDonald´s que tengo a mano para tirar de wifi (cierto, no hay wifi en los casinos) y los Waldron me envían un mensaje diciéndome que vienen desde Las Vegas, así que un rato más tarde vuelvo a verlos, y esa alegría que me llevo. Por casualidad podría darse la circunstancia de que nos volviésemos a ver en San Diego, si yo tardase 6 semanas en llegar allí. Ya se verá. El caso es que el paseo de 300 metros de mi habitación hasta el Mc ha sido extenuante. No se que temperatura habrá, pero mi sensación es de 65º o más. Así que danzo hacia mi cuarto y a dormir, que esta noche será larga.



La regla general suele ser que, un ciclista puede circular por una interestal siempre que no haya una ruta alternativa disponible. Pero, ¿que es exactamente una ruta disponible? porque un rodeo de 50 km puede serlo. Es agarrarme a un clavo ardiendo, pero si me llegan a parar ese será mi clavo.

Son las 2 de la madrugada cuando me pongo a ello. Hasta destino, unos 140 km. ¿El objetivo? Evitar las horas centrales de sol. Conducir de noche es monótono y cansino cuando uno conduce un coche, y no cambia mucho cuando uno va en bici, así que aprovecho para escuchar algunos de los podcast que Toni me ha recomendado. Básicamente escucho todo lo que he podido descargarme de La aldea irreductible y La rosa de los vientos. Es agradable escuchar algo de historia y ciencia en estos momentos. La noche está cerrada y de vez en cuando me detengo a mirar las estrellas, al menos mientras el ocasional coche/camión no me deslumbra. Como era de esperar, circular por la I15, de noche, es muy cómodo. Es una muy buena carretera, con amplísimos arcenes, y como yo parezco un maldito árbol de navidad con tanta lucecita, voy muy seguro y cómodo.

Las horas pasan bajo mis ruedas y empiezo a sentir el picor del hambre, cuando una gasolinera aparece en lontananza. Es también en este momento cuando me noto más flojuno, me cuesta más de lo normal tirar de la bici, hasta que parte de la sangre que alimenta a mis piernas va hacia el cerebro y me eleva por sobre la estupidez de la ameba común. He pinchado. No me lo puedo creer. Pero no han sido las ruedas de la bici, si no la del remolque. Las Marathon Plus se mantienen invictas. Por suerte la gasolinera está al lado, así que llego hasta allí y hago las reparaciones oportunas, además de zamparme unas tortillas de órdago.

Sigo camino y la temperatura empieza a hacerse notar. Aunque aun falta mucho para que apriete.

Un coche se para delante mío, a unos 300 metros en el arcén. Ya está, una patrulla de la interestatal camuflada. Alguien se baja del coche pero está aun lejos para distinguirlo mientras me acerco lentamente para montar mi historia "verá señor agente, mire usté, yo es que soy cortito…" sacan algo del maletero, cilíndrico, de aproximadamente un metro de longitud y quizás 30 cm de diámetro y se lo hecha al hombro, ¡¿no ira a disparar?! Pues no, no va a disparar, más bien me están devolviendo mi tienda de campaña que se me cayó, vaya usté a saber como, de la bicicleta. Milgracias, de nada.

Supero la última cuesta y veo por primera vez Las Vegas. Concretamente destaca el Stratosphere en el skyline. Aun así, me faltan unos 30 km para llegar hasta allí. Dejo la I15 y tomo una carretera de servicio que, bajando, me lleva junto a una base aérea. Por encima mía, varias parejas de cazas hacen sus maniobras.

Al fondo... Las Vegas

Estoy seguro de que Las Vegas me enseñará su cara más glamurosa, más o menos, pero mi entrada no destila Coco Channel precisamente. Solares vacíos, puestos de comida por la calle, negocios de dudoso aspecto y mucha mugre. El típico sitio donde no querrías reparar una rueda a las 12 de la noche. Finalmente llego al Strip que, curiosamente, no está en Las Vegas. Oh, sorpresa!! Para ir a Las Vegas, en realidad tienes que ir a Paradise, que es un anexo a la ciudad. Me registro en el Excalibur, como no. Y aquí vamos a añadir un par de puntos a la lista del día de ayer:
- El precio de la habitación es barato. Pero no llega los impuestos, y tampoco te han dicho el cargo por el uso de internet y del teléfono que te harán: 15$/noche.
- Internet. Que no wifi. Y mi supermega ordenador no tiene entrada LAN, así que bajo a recepción y que esto son lentejas.

Al menos me han ayudado a meter la bici en la habitación. Y cuando he pedido el cambio de la misma por un ruido molesto del aire acondicionado han sido rápidos y eficientes. Muy bien, pero yo me voy a dormir que ha sido un día muy largo.

Gondolas? Pues será Venezia.


He medio perdido el ritmo del día y la noche. Y trato de terminar de perderlo. Intento alargar el sueño hasta la noche y salgo a ver la ciudad. Me pateo el Strip un par de veces, viendo la fauna que por aquí se mueve. Fauna de la que formo parte. Los grupos más numerosos son, somos: el turista, el fiestero y el zumbao.

El turista viene en un par de modos. Por un lado tenemos al recién llegado, mano en cámara y candidato a torticolis. Todo lo mira, todo lo ve. Cada casino, cada espectáculo, cada bombilla (menos las de los semáforos… estas a veces no las ven), absorbe y ordena en su mente tratando de decidir el orden de preferencias para lanzarse en la segunda noche. Y por otro lado, en contraposición al "recién llegado" tenemos al "casi que me voy", la gomina se le ha caído, tiene un faldón de la camisa por fuera del pantalón y arrastra un tanto los pies. La cámara que siempre se había mantenido por encima del hombro (Vamos Fulano, trabaja esos bíceps!) ahora cuelga inerte del cordón enrollado a su muñeca. Lanza miradas a los casinos conforme va pasando, casi como los perdonase por estar allí, o quizás maldiciéndolos porque aun le faltan un par de kilómetros para el descanso de la cama.

El fiestero rara vez está solo. Y, bueno, son iguales en todos lados. Se les identifica fácilmente por su continua necesidad de aceptación del resto del grupo. ¿qué uno ve una niña guapa? -¡¿tíos la habéis visto?!; ¿qué a alguien le apetece un perrito en un puesto en la calle? -¡¿tíos nos comemos unos perritos?! todo ello coronado, de forma no tan esporádica, con el asentimiento del grupo con la célebre expresión de -"uuueeeeehhhhhhh!!!. Lo dicho, igualitos en cualquier parte del globo, seguro.

Por último, y no menos importante, el zumbao. El cual, por desgracia, suele sufrir de algún tipo de dolencia mental. Sin embargo, lo que me llama la atención es que están muy bien repartidos. Casi parece una política municipal "ninguna calle sin su zumbao".

El Strip es la pesadilla de un minimalista. Eso está claro. No diré que no me gustó, para nada. En realidad todo tiene el suficiente buen gusto como para ser bonito de ver. El problema es lo sobrecargado. Así uno empieza, por ejemplo, en Excalibur, que es un castillo con sus almejas y tal (orcos, hay muchos orcos), y al cruzar la calle llega al New York, New York con su montaña rusa, enfrente el hotel de la Metro, y un poco más abajo el Hard Rock Café. Venecia, Paris, etc. Si eres capaz de aislarlos mentalmente, disfrutaras mucho más de este paseo.








De todos modos, si no apetece salir del hotel, puedes encontrar de todo. Gimnasio, piscina, 30 restaurantes distintos, peluquería, sala de masajes… lo que necesites con tal de que no abandones del hall de juegos.

Con eso del sueño cambiado, he pasado por el vestíbulo a las horas más intempestivas, y no diré que a las 05.00 estaba igual que a las 17.00… pero casi. Es una sensación extraña ver a la gente en las tragaperras como si no hubiese un mañana… y esa es otra, la temática de las tragaperras. He visto de El Señor de los Anillos, de Big Bang Theory, de Star Wars y Sexo en Nueva York sólo por mencionar algunos, y me sigo quedando con la duda: ¿cómo se adapta el argumento de cualquiera de estas temáticas a un negocio de echar moneditas y tirar de palancas?

Ah, se me olvidaba un par de cosas. Por un lado, aquellas chicas en bicicleta que vi con cuernos y aureolas en los cascos, no estaban de despedidas de soltera. Participaban en un carrera llamada "Saints to sinners" (de santos a pecadores) que va desde Salt Lake City, ciudad mormona por excelencia, hasta Las Vegas, ciudad del pecado por antonomasia. Eso son unas 500 millas non-stop. Osea, que tu paras cuando quieras pero que el resto hará lo que quiera… 500 millas, puff.

Por otro lado, me gustaría saber como llegaron a decidir que este es un buen sitio para poner una ciudad… en medio de un maldito desierto!!

lunes, 9 de septiembre de 2013

El Gran Cañón del Colorado



Contrariamente a lo que debería hacer, salgo tarde. Skype tiene esas cosas.

El camino comienza con una suave bajada que después cambia las tornas. Es tan suave la subida que de hecho a veces tengo la sensación de que sigo bajando, pero es el viento el que me impide avanzar con mayor velocidad.

Es curioso como en tan pocas millas puede cambiar tanto el paisaje. Atrás dejo Utah, que me ha mostrado una enorme variedad de entornos, y que se despide con colinas rojas, arcillosas. Por delante, Arizona, también roja, pero llana, desértica. El calor se empieza a hacer notar, a eso le sumamos la llanura informe y en leve subida, y la sensación de agobio no tarda en hacerse notar. Me encuentro más cansado de lo que debería, pero en realidad todo está en mi cabeza. No tengo sensación de avanzar, y además me cuesta más trabajo del que debería… lo graciosas que son las percepciones, y que me vengan a pillar desprevenido a estas alturas de la película… en fin.

Maemia que caló


Jeje. Ya van 6.000 km.

Lo bueno de las percepciones es que si uno se pone un poco cabezón, las acaba venciendo. Aunque claro, no hay que olvidar aquella frase que rezaba "ten cuidado con lo que desees vaya a ser que lo consigas". Pues lo consigo, se acaba el llano y empiezo a subir. Desde abajo no parecía gran cosa, pero lo cierto es que me cuesta bastante ascender. La parte positiva es que a medida que asciendo, el calor remite, y es que el cañón del colorado, en el anillo norte, marca una altitud de unos 2500 metros.

¿Anillo norte? Vale, estoy siendo un poco desordenado. El cañón del colorado recibe el nombre por el río Colorado, el cual seguramente da nombre también al estado pero, el Gran Cañón en sí se encuentra en Arizona. Si bien el GCC es uno, el mismo se divide en dos Parques Nacionales, Anillo Norte y Anillo Sur. La distancia entre ambos, a vuelo de pájaro, es de unas 13 millas, si bien el trayecto por carretera asciende a unas 240. También hay una ruta para hacer a pie de unas 40 millas (esa la dejo para otro día). El Anillo Norte tiene mayor altura que el sur, lo que hace que en invierno quede cubierto por la nieve y sea inaccesible. También la temperatura en el norte es más baja que en el sur inclusive en verano (lo que se agradece un rato). El anillo sur es mucho más visitado que el norte dado que cuenta con un mayor número de rutas para realizar, así que es relativamente sencillo acceder a él desde las principales ciudades de la zona, como Las Vegas.

Yo, como soy un romántico, enamorado de la soledad y los espacios abiertos, escogí el anillo norte. No tienen nada que ver esas 240 millas al solano en mitad del desierto… para nada.

¿Donde estaba? A sí, sufriendo. Pero sarna con gusto no pica. Y el caso es que el calor empieza a remitir. La vegetación empieza a hacer acto de presencia y comienzo a ver árboles, hasta convertirse en un bosque. Llego a la bifurcación en Jacob Lake que me hará abandonar la 89A para entrar en la 67. Pero aun faltan unos 70 kilómetros, y estoy derrotado. Así que hago una larga parada para comer algo y empiezo a darle vueltas al tema de dormir. No quiero acampar al raso en un Parque Nacional y no tengo muy claras las distancias hasta los campings, así que me acerco al punto de información y lo comento con la ranger que allí estaba. Me mira un momento con cara de "venga ya!!" y finalmente lo suelta -"Los últimos 20 kilómetros son Parque Nacional, pero hasta allí puedes acampar donde quieras, no tiene porque ser en un campground". Me choca un poco que un ranger me diga esto, por aquello de que se supone que el bosque estará mejor controlado si todos dormimos en los campings, pero donde manda patrón no manda marinero y a ello voy.

Con temperatura agradable, repuesto y con el estomago lleno, y mejor aún, sabiendo que puedo parar donde me venga en gana, el pedaleo es mucho más agradable. Además, vuelvo a estar en bosque, y eso no tiene precio… aunque lo cierto es que a poco que avanzo me doy cuenta de que buena parte del bosque ha ardido recientemente. Una pena.

Continuo ascendiendo y hago cima en 2700 metros, con lo que he ascendido unos 1300. Toy hecho un machote. A partir de aquí todo mejora. Voy en suave bajada, muy suave ya que realmente estoy en un altiplano, y además dejo atrás la zona incendiada. Los bosques vuelven a cerrarse, y cuando se abren lo hacen para dejar paso a pequeñas llanuras, con lo que estoy teniendo un nuevo problema que no había tenido hasta ahora: cualquier sitio es perfecto para acampar y no se cual elegir. Finalmente me decanto por la salida de un bosque que da paso a uno de estos "meadows". Paso de cenar, que todavía tengo la comida dando saltos, un poquito de lectura y a dormir.

Elige donde quieres dormir

Para despertarme, en el iPhone, suena una canción de Lindsey Stirling, Crystallize, que con suavidad me empieza a sacar del sueño y después me va dando un poco de energía. Un café para el ánimo, podríamos llamarlo. Sin embargo, creo que para el día de hoy debería, haber puesto la Primavera de Vivaldi, y aun a pesar de estar en agosto, pero la claridad del aire, los rayos entre los árboles, y la pradera iluminada ante mi… sí, Vivaldi encajaba mejor.

Desayuno de campeones y me pongo a ello con calma, disfrutando de las vistas. En el camino me cruzo con un buen número de cicloturistas. No paramos pero entre todos nos saludamos. Muy cívicos. Alcanzo el límite del parque, que me quedaba a unos 20 kilómetros más o menos y desde ahí otros 20 hasta el borde del precipicio.

Voy en bajada, mayormente, y la carretera está en buen estado. Además hay poco tráfico. En resumen, sigue siendo un buen día. Y finalmente me planto allí.

En torno al cañón, como suele ocurrir, hay un pequeño complejo turístico (en el anillo sur no será tan pequeño) compuesto por un centro de atención al turista, un hotel con habitaciones o cabañas, un campground, y media docena de tiendas, entre cafeterías y tiendas de regalos.



Tras esto, el Gran Cañón del Colorado. Las mejores vistas se obtienen desde un pequeño sendero llamado Angel´s point, o desde el propio hotel, el cual da acceso a un mirador. El paisaje es impresionante, y pone en valor el esfuerzo para llegar y volver en bicicleta. De hecho, creo que a partir de ahora lo tomaré como medida de la belleza de un sitio -"¿era bonito?, pues mira, yo iría en bicicleta si hiciese falta", si ya vas andando es que es la releche.

Sendero Angel´s Point

Me faltan palabras para describirlo. No las conozco. Podría decir profundo, pero me quedaría corto. ¿Abisal? quizás demasiado, pero no desencaminado. Hermoso, sin lugar a dudas. Vasto, obviamente. ¿Te deja sin aliento?, sin lugar a dudas. ¿El mejor sitio? Pues no, va a ser que no, pero esto ya es una opinión muy particular. De cualquier modo, cuando sea mayor, me gustaría volver y hacer el anillo sur y un viaje en helicóptero… ¿se podrá hacer en canoa? ¿Alguien se apunta? ¿Antonio, Jenn?

Me siento artista

Echo el día aquí, leyendo tranquilamente. Levantando la vista para beberme el entorno. He visto lo que hay que ver, pero quiero quedarme para ver el atardecer, y entonces me iré a dormir. Sin embargo me acerco antes a hacer unas compras a una milla del cañón, y es allí donde me doy cuenta de que la rueda vuelve a romperse como sucedió en el Yukón.

Arrrrrgh!!!

El mundo se me cae encima. Tras unos instantes de frustración comienzo a serenarme. Además ahora cuento con una débil conexión a internet, así que hago las búsquedas oportunas. La tienda más cercana está en Kanab, pero si eso falla tendré que llegar hasta Hurricane (127 millas). La última vez la rueda aguantó unos 270 km, así que debería llegar fácilmente, pero es viernes, y el domingo puede estar cerrada la tienda, así que debo llegar mañana, sábado, y por la mañana a poder ser. Pues nada, toca pedalear toda la noche. Me preparo y voy a salir pero, ¿cuando volveré al Gran Cañón? he esperado todo el día para hacer una foto al atardecer y me voy a ir, a una media hora de que se produzca sin hacerla.

Esto no es es el atardecer. Aún no.

Como es obvio, vuelvo al Cañón, aun con la frustración en la cabeza, e intento disfrutar del momento. Obviamente la foto es un churro. No dispongo ni de la técnica ni de la tecnología para recoger en unos cuantos megapixeles lo que ante mi se despliega. Por suerte si tengo retina, y memoria, y de ahí no se borrará nunca jamás.




Vuelta a la bici. Chaleco, luz frontal, luz trasera, calentando motores… y una ranger aparece, y pregunta que qué tal… y yo le cuento lo de siempre pero, no se porque, añado lo de la rueda. Y hete tu aquí que la señora viajó en sus años con su bici, y que mañana es su día libre y tiene que ir a comprar algo, o no, pero que me llevará. Y me da apuro, porque tiene un único día libre y lo va a emplear en ayudarme, pero acepto, por supuesto.

Al final quedamos en que me recogerá en una gasolinera que hay a las afueras del camping al día siguiente, así que me salgo del parque natural, con un gran alivio en la mente, y vuelvo a acampar en el bosque, para alivio de mi cuerpo.



Sobre las 08.00 llego a la gasolinera y comienzo a desayunar. Tienen wifi, y de eso me doy cuenta tarde, pero bueno.

Kathy llega unos minutos antes de las 09.00, cargamos la bici en la furgoneta, en un parrilla delantera y nos lanzamos hacia Kanab. Me da un poco de rabia el haber sufrido la cuesta de ayer y hoy no poder disfrutar de la bajada, pero son cosas que pasan.

En Kanab, la tienda es muy pequeña, y no cuentan con ruedas de calidad. No ya de 36 o 40 radios que era lo que estaba buscando. Así que nos dirigimos hacia Hurricane. Kathy está enamorada de este lugar, me va indicando las rutas que ha ido haciendo por la zona y no puedo más que asentir y sentir un poco de envidia y curiosidad por todo lo que me dejo atrás.

Pasamos por Colorado City, parte del pueblo en Arizona y parte en Utah, con una comunidad casi exclusivamente mormona. No me lo dice pero me queda bastante claro que no es muy creyente, aunque alaba la forma de construir que dicen tener las comunidades mormonas, con ciudades muy bien ordenadas, y arquitectónicamente coherentes. A mi me parece muy bien, pero eso es un geranio en un desierto… por bonito que sea el tiesto.

En Hurricane encontramos rápidamente la tienda y, por desgracia, no tienen ruedas de 36/40 radios, así que me tendré que apañar con una de 32. De cualquier modo, ya se cual es el problema, y no es el peso precisamente. Creo que fue cuando se me cayó la bici a la salida de Zión NP. Así que tengo que intentar encontrar una pata de cabra para el remolque, a ver si en Las Vegas tengo algo de suerte… con el remolque, no con los casinos.

Con Kathy, mi salvadora.

Nos despedimos y decido hacer día en Hurricane. Ciudad bonita donde las haya (sarcasmazo!!). A partir de aquí, en unos días debería entrar en Nevada y el calor se hará notar a base de bien.

Que emoción.