Mostrando entradas con la etiqueta California. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta California. Mostrar todas las entradas

domingo, 20 de octubre de 2013

La costa californiana

Tenía mis dudas sobre como, o mejor dicho, por donde, entrar a México, y esto obviamente habrá de influir en la ruta que tome en California, pero lo cierto es que no será determinante hasta que haya sobrepasado Los Ángeles, y antes de esto tengo que bordear toda la costa californiana.

Ya me habían advertido que debía olvidarme del manido concepto de los vigilantes de la playa y pensar más en la mansión de Tony Stark (voy a dar por hecho que habéis visto Iron Man) y en donde está situada. Y vaya si llevaban razón.

La carretera, para ir en bicicleta, no es la más segura del mundo. Es muy revirada, y el arcén parece estar inspirado en el curso del Guadiana: ahora está, ahora no está. Por suerte, la gente sigue conduciendo razonablemente bien aunque... bueno, siempre hay alguien que le pone sal a la vida. Esta carretera está más pensada para un chevrolet descapotable o una Harley también descapotable, naturalmente. Sin embargo, a pesar de lo estrecho, revirado y abrupto de la carretera hay abierto una gran cantidad de miradores que invitan a detenerse a disfrutar de la vista, del viento y del olor a mar.

La carretera en cuestión recibe el nombre, en buena parte de su trazado, de Cabrillo Highway, y aunque no presté excesiva atención a esto, si algunos os decidís por ella para hacer algún viaje (decisión acertada) estad atentos a las gasolineras que no recuerdo que hubiese un montón. Abandonando SF, se toma por primera vez esta carretera en una playa de rubia arena que se extiende por un par de kilómetros ante uno. Al otro lado de la carretera, cientos de pintorescas casas de las que, de tanto en tanto, entra o sale un surfista dispuestos a dar los 100 pasos que los separan de las olas.

Comienzo de Cabrillo Highway.

Y a partir de ahí, comienza el espectáculo...
Vista desde albergue juvenil

Hacer unos km más por la costa de Monterrey merece la pena

Puerto de Monterrey

Essssssstilo

Me daba un aire a Moher

Inmensidad

Me sigue recordando a Irlanda
Una vez uno llega a Big Sur, que según cuenta la leyenda es una base de la marina para detección de submarinos, la carretera deja por unas millas la costa. Si a uno le apetece, y por diox que debería apetecerle a todo el mundo, puede hacer noche entre sequoias gigantes en uno de los más idílicos campgrounds que me he encontrado... y con zona de ciclistas!!.

Puente a la zona de acampada

Desde el puente mirando a la derecha

A escoger elárbol bajo el que acurrucarse.


Una vez repuesto, al dejar el camping hay que empezar a subir, pero en este caso, a diferencia del resto de la costa, la subida será más dura y de unos 5 km. Tampoco nada demoledor, pero viene bien para salir de la rutina; y como siempre, despues de subir, toca bajar. No hay mucho que contar de estos días, fueron plácidos, sin sobresaltos reseñables, salvo que en Monterrey hube de parar un día porque había cogido un leve enfriamiento.
Panorámica de la costa.

Cascada a la playa. Única en esta costa.





Si bien esto no es la explosión natural que había en otras zonas no hay que dejar de echar vistazos, porque además de los leones marinos de más abajo uno puede ver ballenas a lo lejos... o no tan lejos. Estando en Gorda, un ridiculamente pequeño pueblo, enclavado en la carretera sobre unos 200 metros de acantilado, pude ver un grupo de ballenas que estaban alimentándose (los documentales de National Geographic me permiten así afirmarlo) a unos 500 o 600 metros a vuelo de pájaro. Lo más alucinante era que incluso a esa distancia se podía escuchar por momentos sus "cantos".

Dos rombos
Un par de días más tarde, en uno de esos momentos de máxima torpeza, mientras tomaba la siguiente foto, la bici me hizo un pequeño raro y la cámara dio contra el suelo. Como es de imaginar, no me hizo ninguna gracia, ya que la cámara hacía unas fotos excelentes y el rendimiento de la batería era increíble, pero por desgracia la frustración no arregla objetivos, así que días más tarde, ya en Los Angeles, me hice con una nueva cámara, esta vez con GPS incorporado.

La última foto de mi vieja Casio
Y por fin llegué a las célebres playas de Santa Mónica donde, por pura casualidad, me tropecé con una serie de partidos de volley-playa femeninos... pero yo estaba sin cámara, que lástima ¿no? 

Vista desde el muelle de Santa Mónica.
La mítica ruta 66 que cruza los EEUU desde Chicago (hay quien la empieza en Nueva York) hasta Los Ángeles. Inmortalizada en varias películas ha entrado dentro del misticismo popular como una ruta hacia la libertad, plagada de cadillacs descapotables y pandas de moteros. Habrá que hacerla un día de estos... pero no en bici.

Muelle de Santa Mónica. Fin de la ruta 66.
En Los Ángeles pasé un par de días, y lo cierto es que la ciudad no me ha gustado. Quizá será porque estuve en barrios, que sin llegar a la categoría de guetos, sí estaban más bien deprimidos, pero supongo que Los Angeles también es esto, no sólo Hollywood Boulevard. De cualquier modo, mi mente sigue estando dominada por la estructura de la ciudad europea, y estas ciudades se me siguen haciendo excesivamente grandes, sin altura, porque salvo en los centros financieros es raro ver un edificio de más de tres plantas, pero enormemente extensas. Así el día que fui a dejar la ciudad, pasando primero por Hollywood para hacer la turistada de rigor, estuve a punto de no dejar la ciudad a pesar de estar todo el día rodando.

Al menos he sacado una experiencia de todo ello y es que ahora, más que nunca, se que no pasaré por México DF salvo urgencia perentoria, ya que esta ciudad tiene el doble de población que Los Ángeles, y me da en la nariz que la mitad de semáforos.

Centro financiero de Los Ángeles

La puñeta tras Los Ángeles es que los campings mágicamente desaparecen. Acampar en la playa está prohibido (me lo explicaron con un foco en la cara) y dependiendo de la zona, los hoteles pueden ser extremadamente caros... así que la siguiente foto se hace desde el banco donde me tocó estar leyendo toda la noche.
Muelle al amanecer
 La costa ha perdido ya toda la fuerza agreste que había tenido hasta llegar a Los Ángeles, pero aún así uno puede encontrar sitios curiosos, aunque peligrosos, como esta sucesión de pasillos a pie de playa. Aunque me da en la nariz que no debe ser el único lugar ya que toda la costa es arcillosa y estas formaciones deben ser habituales.


Y por fin llegamos a San Diego, puerta de entrada a México. Y todo lo que no me gustó Los Ángeles me ha gustado San Diego. Me ha dado muchísima más sensación de limpieza; no es agobiante, quizás porque he ido casi todo el rato por el mar y porque es mucho más pequeña (sin ser pequeña), o porque haya entrado por el barrio financiero. No lo se, pero me gustó.

San Diego. Junto a la estación de autobuses.

Las opciones que estuve manejando para México eran entrar por Tijuana y seguir hacia el sur por la Baja California, o desviarme hacia el interior, hacia Mexicali y bajar por Sonora. En contra de la primera opción estaban los barrios de favelas que se han creado en la ciudad y que podrían ser peligrosos, y en contra de Sonora... pues Sonora, un desierto con palabras mayúsculas. Así que al final opté por Tijuana y confiar un poco en mi buena estrella.

Estoy bastante emocionado con esto de entrar en México, y lo cierto es que estos últimos días apenas he estado en el presente y haya juzgado con excesiva dureza a Los Ángeles pero... no, paso de Los Ángeles.

Ahora, cuate, agarrémonos los machos y dejémonos crecer el bigote que nos vamos a México!!

jueves, 10 de octubre de 2013

San Francisco.

http://www.movescount.com/moves/move17381644

Nos levantamos en el campground y Giorgio me invita a acompañarlos en una excursión rápida, después de desayunar, a ver el Yosemite Valley.

Hicimos mesa común y me hizo mucha gracia lo sorprendidos que se quedaron cuando saqué el bote de Nutella. Tras esto, nos subimos al coche y fuimos al Valle, verdadero corazón del parque. Resulta que cuando me perdí, el día anterior, era hacia allí hacia donde me dirigía. Bueno, en coche, sobre todo la subida, es mucho más cómoda.






De todas formas, no me gustó especialmente visitarlo en coche. Fue demasiado rápido para lo que ya estoy acostumbrado, y ese valle realmente se merece que vuelva a California, entonces ¿porque no volví cuando regresamos al camping y nos separamos? Pues porque seguía con la caída en la cabeza, porque llegar hasta allí serían unos 35 km, con la mitad de ellos hacia arriba, y porque tras esto, tendría que cruzar mucha más distancia del Valley (valle entre Yosemite y San Francisco) que por lo que parece suele ser muy cálido.

De modo que, al volver, y después de despedirnos, tomo rumbo hacia el oeste, hacia el mar y hacia San Francisco.

El trazado sigue la tónica esperada, cuesta abajo. Y para mi alegría, recupero los arcenes que había perdido en el Parque Nacional. A medida que bajo se hace notar, por un lado, el calor, y por otro el verde de los árboles, va dando paso, paulatinamente, al pardo del matorral ya sequito. Una pena.

No obstante, en el camino me tropiezo con algún sitio bonito, como Groveland. Muy pintoresco. Y también con algún sitio raro, peligroso, podría llegar a ser. El acceso a Priest. Este pueblo tiene dos carreteras de acceso, la primera, más antigua pero aun en uso, tiene una pendiente media del 17%; al parecer, las gentes del pueblo, a principios del siglo XX se hartaron de la cantidad de accidentes que se producían y emprendieron la construcción, por sus propios medios, de la carretera que ahora mismo es la principal, y con una pendiente del 4%… que por suerte es la que yo cogí. No quiero imaginarme bajar una pendiente del 17% con el remolque empujando desde atrás. Fue en esta cuesta, más que en ningún otro momento, cuando sentí realmente el aumento de la temperatura.

Una vez dejé esta cuesta, el camino me lleva junto a un lago donde, para mi envidia, vi gente practicando esquí acuático… y yo pegado al asfalto. Me llamó la atención un puente apoyado únicamente sobre una parte de sus puntales… terroríficamente curioso.

Al final el día parece que va a resultar provechoso y estoy convencido en coger una habitación de hotel. Veo uno en la carretera con un muy buen precio, pero rápidamente veo que está junto a un club de caballeros… mejor que no. Me planto en Oakdale y aquí ya si, que hay que reponer energías… y yo que pensaba que iba a estar más destrozado.

http://www.movescount.com/moves/move17517505

Pocas cosas me gustan menos cuando viajo en bici, o cuando he hecho algún tramo del camino de Santiago andando, que entrar o salir de una ciudad. Y si es grande, pues peor. Y me estoy acercando a San Francisco.

Pero empecemos por el principio. Uno de los damnificados por la caída fueron las gafas de sol. Hacía tiempo que le venía dando vueltas a unas gafas fotocromáticas, ya que conduciendo de noche he tenido algún problema con bichos en los ojos, así que no perdí la oportunidad y me hice con unas en Oakdale… estoy moníiiiiisimo.

El terreno es bastante llano, pero el viento me está dejando chato. Aun así avanzo con facilidad… hasta que me pierdo. y ¿por que me pierdo? Porque me acerco a una gran ciudad, y si mi plan era que la 120 fuese la carretera que me iba a llevar hasta ella, pues se ve que tendré que rehacer mis planes, porque la 120, en algún punto, se convierte en interestatal, lo que me obliga a empezar a dar saltos entre carreteras de pequeños villorrios, polígonos industriales y urbanizaciones a medio urbanizar. Para colmo, el terreno es totalmente llano, sin puntos de referencia… bueno, eso no es cierto, el viento en contra es mi mejor referencia, pero mi subconsciente me hace huir de él, quizás por eso en algún caso me veo tentado a volver sobre mis pasos, y en algún momento algo más que tentado… vuelvo sobre mis pasos.

Desesperado, de tanto en tanto, me meto en la interestatal, cruzando los dedos para que ningún policía decida darme un autógrafo de recuerdo. Tengo suerte. Pero lo cierto es que no avanzo casi nada. Al final del día, ya empezaba a convencerme de que iba a tener una oportunidad magnífica de probar mis "gafas de visión nocturna". Me salgo de la autopista para tomar un camino que parece irá paralelo… y se acaba el mundo. Un viento atroz está a punto de tirarme de la bici, es imposible avanzar, quedo totalmente anonadado por la violencia con que ha llegado. Espero que sean simplemente unas ráfagas pero no, aquello no tiene pinta de amainar, así que busco refugio en un camino vecinal y me echo a dormir únicamente con el saco.

Lo que son los días, avanzas mucho menos, te cansas mucho más.

http://www.movescount.com/moves/move17517507

Como me temía, no he oído la alarma del movil, así que me despierto a las 06.30 con la del reloj. Me encuentro bastante descansado, y parece que me va a hacer falta, porque me quedan unos 100 km por delante, y el viento sigue donde lo dejé, aunque no con tanta fuerza. Recojo y me pongo en marcha sin desayunar. He de retroceder un poco y tomar hacia el oeste encarando el viento y unas ligeras colinas. El problema al final, lo que son las cosas, es que son ligeras. Si fuesen un poco más altas probablemente me taparían el viento, pero no tengo esa suerte, y como además la carretera lo que hace es discurrir entre ellas lo que me encuentro es una pared de viento que me ralentiza muchísimo. Lo que me lleva a los clásicos cálculos de, "voy a tardar 10 horas de pedaleo, eso son 14 horas de viaje… puff". Pero bueno, paso a paso.

Sigo avanzando y en algún momento que soy incapaz de identificar, hago cima y comienzo a bajar. La carretera sigue en cierto modo a la interestatal de modo que, de tarde en tarde, en los accesos a esta, se producen retenciones. Son las 08.30 más o menos y llego a un pueblo. 7eleven en el que me cargo un par de cinamon bum y un litro de batido de chocolate. Me quedan unas 45 millas y ahora mi preocupación será tratar de evitar en la medida de lo posible el perderme, pero cuidando a la vez de la batería del iPhone donde tengo los mapas.

Será que ayer estaba más cuajado de lo habitual o que hoy es más sencillo pero las pérdidas son menores, así que con paso más o menos firme supero alguna colina que se interpone en mi camino (llegaré a SF y seguiré esperando las temidas montañas que me habían anticipado hace un par de días).

Finalmente, desde lo alto de una de estas colinas creo divisar el mar. La bruma me impide estar seguro, pero el olor está ahí. No es igual al que uno percibe en el Mediterraneo. Se siente menos usado. Pero después de 3 meses realmente lo añoraba. Renueva mis fuerzas (el hecho de que sea una cuesta abajo no tiene nada que ver, para nada).

Por lo que parece, me equivoqué en el cálculo de la distancia que me faltaba, ya que habré de tomar un transbordador en el que haré unas 5/6 millas… pues eso que me quito. De cualquier modo, hasta llegar al transbordador pasaré por una serie de ¿pueblos?¿barrios? que me llaman la atención por las brutales diferencias entre ellos. En algún caso, la calle principal por la que estoy circulando es bonita, lustrosa, con mucha vida en la calle, comercios, farolas con plantas colgadas y demás. Casi sin solución de continuidad paso a un nuevo barrio, en este caso casi un gueto. Empieza a aparecer la suciedad, los grafitos, negocios cerrados, y grupos de personas que parecen no estar haciendo nada bueno (serán imaginaciones mías). Veo alguna estampa que parece sacada de alguna película, como los 5 ó 6 tipos que estaban sentados en sillas de playa que apenas se mantienen en pie, a la puerta de un negocio de lavado de coches, charlando alegremente, mientras circula de uno a otro una bebida que no soy capaz de identificar.

Algún atrevido creo que me indica que tengo que circular por la acera. No llego a dejarle ver la longitud de mi dedo, pero ganas no me falta. Unos 150 kilos de carne y acero a 20 km/h por una acera, claro, por supuesto.

Una vez llego al ferry dejo la bici en la parte posterior y salgo a la cubierta superior. El viento es brutal, y no se relaja precisamente cuando el barco toma velocidad. La vista es bonita, lastima de la bruma que lo empaña, y de la cámara que, con esta luz, no me deja ver lo que estoy fotografiando. De cualquier modo, tengo Alcatraz a tiro de piedra y la vista de la ciudad desde la bahía es bonita. 

A puntito de atracar.

Cada uno tiene sus manías, y una de las mías, cuando visito grandes ciudades por primera vez, es no ir a museos, no tomar ninguna guía y básicamente ponerme a andar hasta que me pierdo. No se lo recomiendo a nadie, no porque no sea un buen modo de conocer una ciudad (a mi me gusta), pero es cierto que corres el riesgo de volver de un sitio y que alguien te salte con el clásico -¿no has estado en "famoso museo/teatro/puente/plaza"?, pues entonces es como si no hubieses ido. Desde ya, voy advirtiendo a amigos, conocidos y futuros conocidos que procuraré un billete sin retorno a Alcatraz a quien me suelte una de esas. Pero desde el cariño, claro.

Si os fijáis podréis ver a Clint con su cucharilla


La ciudad se tambaleaba, por eso todas las fotos están torcidas
Pues nada, muy bonita. No tiene nada que ver con el resto de ciudades que he visto. Es más "europea" y quizás por eso me ha gustado más. No obstante los contrastes le siguen dando un punto que uno dificilmente encuentra en Paris o Madrid. Uno de los detalles que más me gustó fue cuando acabé en el barrio chino y en un parque había varios grupos haciendo gimnasia. Cada uno a su estilo, algunos practicando alguna variedad del Tai-chi, con o sin armas. Un completo pitorreo que se traían las señoras, muy mayores todas ellas, a ver quien se agachaba o estiraba más... y creedme que se estiraban.

Me sorprendió (cosas de la ignorancia) encontrarme leones marinos en el puerto. Venía yo con muchas ganas de darme un chapuzón, pero me da a mi que voy a esperar un poquito, que el agua debe estar fresquita.

Leones marinados
También tiene su interés el barrio financiero, el cual queda muy cerca de donde os soltará el ferry. Todo el mundo va con prisas, todo el mundo está ajetreado. Las cosas de la gran ciudad, nadie mira dos veces al ciclista con el extraño chisme que le sigue, cuando lo normal hasta el momento es que muchos hubiesen preguntado.

Mucho más elegante que pedalear.





















Mi pelo, mi pelo...




Finalmente emprendo camino pero claro, muy digno me pongo yo con lo de perderme y olvidarme de los lugares clave, salvo por el Golden Gate Bridge. Pues muy chulo. Un puente. Pero estoy un poco, acongojado, son ya muchas películas en las que este puente se ha venido abajo, así que antes de ponerme a cruzarlo hago lo que cualquiera con un poco de sentido común haría: mirar para los lados y comprobar que no hay aliens, monstruos, terroristas o meteoritos a la vista, porque si los hay, estoy en el epicentro de la catástrofe, pero no, lo único que hay es un torrente de turistas que, cámara en mano, pretende llevarse un recuerdo. Al otro lado Sausalito, una pequeña ciudad costera, muuuuuy turística. Hay que estar atento a que hora se cruza el puente en bici ya que está regulado el lado de tránsito sobre el mismo para evitar follones con los peatones. También hay que tener cuidado con el viento, que es muy fuerte y racheado, o perderéis la pamela como yo.




El niño se cree artista.




martes, 17 de septiembre de 2013

Yosemite. Carpa. Oso.

Este va a ser un post un poco atípico. Usualmente, vengo haciendo una narración día a día; básicamente un copiar y pegar de mi diario, pero ahora toca atravesar el desierto y claro... podría matar a alguien de aburrimiento, así que vamos a darle una vuelta rápida a las áridas tierras del norte de Nevada y veamos que es lo que nos depara Yosemite NP.

Los moves, para los que tengan curiosidad en ver la ruta, o por reirse de mi ritmo cardíaco:
http://www.movescount.com/moves/move16929040 08/08/13. Salida de Las Vegas... pero poquito.
http://www.movescount.com/moves/move16958880 09/08/13. Ahora sí, hasta Indian Springs
10/08/13 Un momento, ¿no hay move? La jornada fantasma.
http://www.movescount.com/moves/move17105966 12/08/13. Jornada técnica. Tonopah.
http://www.movescount.com/moves/move17196038 13/08/13. Entrando en California. Benton


Las etapas de desierto, lo que tienen, es que son largas o cortas dependiendo de donde se pueda conseguir agua. No hay más que eso. Os lo dice uno que ha recorrido cienes de desiertos. O más.

El recorredor de desiertos.


Salir de Las Vegas iba a tener lo suyo, eso ya lo veía venir. Pero antes, ¿porque hacia el norte? Muy sencillo, hacia el sur habría de seguir la I15, la cual supongo que podría tomar, pero no estoy seguro. Por otro lado, supondría atravesar el desierto de Mojave y Death Valley (el Valle de la Muerte)… y no creo que le hayan puesto ese nombre sólo para ser los más malotes. Una cosa que lamento de no pasar por el Death Valley es que tiene el punto más bajo, no sumergido y natural, en América del norte, a unos 86 metros bajo el nivel del mar. Pero creo que puedo sobrevivir sin ello. Por último, esta ruta me dirigiría hacia Los Angeles y evitaría San Francisco y la costa californiana. Y eso sí que no.

Para sus viajes interestelares...
Así que tomo la ruta norte, que me llevará a través del desierto, me dejará a unas 100 millas de la mítica Area 51 (ya sabeis, OVNIS, Rosgüel o como se escriba y tal), y pasando por Mono Lake, me llevará hasta Yosemite National Park. Pero primero el desierto. Y eso quiere decir, en mi caso, seguir la ruta 95.







Las jornadas del desierto han sido, con mucho, las más caras del viaje. Dormir de día, a la intemperie, en tienda de campaña, bajo un sol de justicia, no era viable, así que durante estas jornadas estuve tirando de moteles. Normalmente salía de noche, calculando las horas de trayecto para llegar a destino siempre antes de las 14.00. De modo que hubo días que incluso pude dormir de noche... lo que contribuyó a destrozar completamente mis ciclos de sueño. Para cuando llegué a Benton, ya en California, era más bien un zombi.

No es una carretera abandonada. Y jugaba esto a mi favor. Una red de seguridad si queréis verlo así. Saber que, a las malas, siempre aparecerá un coche, te da una impagable tranquilidad.

En el desierto, y más si es de noche, todo transcurre despacio. Los kilómetros son más largos, casi perezosos. La luz de la bicicleta se convierte en todo el panorama que tienes a la vista, y cuando llevas 5 horas así, o has conseguido evadirte o vas camino de la famosa camisa de lona con mangas largas opcionales.

Amanecer ciclista
Sin embargo, siempre puede uno arrancar un momento para detenerse y disfrutar de un cielo totalmente limpio. Despejar la mente volcándola en ese manto de estrellas y sentir el frescor de la noche. El último día en Nevada, a eso de las 05.00 de la mañana me dio un ataque de sueño, pero esta vez, al contrario de otras, no me resistí. Así que tomé el saco y tal cual, a un lado de la carretera, me eché a dormir, dejando que lo último que hiriese mi retina fuese el brillo de las estrellas. Una hora más tarde, un bello amanecer me llevo de nuevo a lo alto de mi biciclo.



Si alguna vez vais por Nevada, un consejo que os doy, es que estéis atentos a las cunetas. En cuestión de dos días, me encontré un Motorola modelo pantallón, un iPhone 4S y una cartera sin documentación ni tarjetas pero con 40$. Las cosas que pierde la gente.

Kilómetros de arcenes.


¿Un lupanar?
También habéis de estar atentos a los bares donde queráis parar a tomar algo. Ya que en las zonas rurales de Nevada la prostitución es legal, y el carajillo os puede salir realmente caro. Por mi parte, y dado que con esto del relojito todos sabemos por donde he arrastrado mi culo, he preferido sacar fotos con el zoom al máximo antes de acercarme, que después hay que dar muchas explicaciones.











Nevada también tuvo su particular fiebre del oro, así Goldfield lo puede atestiguar. Claro que también puede atestiguar que aquello ya pasó. Fue aquí donde recibí un baño de humildad que me vino de perlas. El abuelo me preguntó que cuanto tiempo llevaba en la carretera, y muy ufano le contesté que unos 3 meses, ya que venía desde Alaska. -Mmmm, ósea, que eres nuevo en esto-. -¿Nuevo?- respondí un tanto despistado. - Claro, hay gente que lleva años- y tenía toda la razón. Absolutamente toda.

Esta para Don Felipe




Así que un poco menos crecido (tranquilos, mi ego sigue siendo épico) llegué hasta California, y claro, vaya decepción. Uno espera ver a Pamela y a David dándose carreritas por la playa y lo que yo tengo delante es el mismo erial que tenía detrás... pero ahora además en subida.

El primer día en California fue duro. Mucho. Por la parte positiva, pude arrancar el día habiendo dormido en el desierto, lo que fue barato y agradable. Además seguía estando al lado de Benton, así que pude desayunar bien.

Lo "malo" llegó a continuación, y es que tocaba subir desde 1600, hasta 2480 metros, aproximadamente, con lo que al final de la jornada acumulaba unos 1200 metros de ascenso, que para remate no estuvieron precisamente repartidos, si no que se concentraron en dos rampas nada graciosas. Sudar. Era lo que tocaba. Pero para eso hemos venido.

Una vez se hace cima, la bajada nos lleva al Mono Lake, famoso en el mundo entero por el alto nivel de alcalinidad de sus aguas y por haber en ellas una serie de bacterias que han basado su "dieta" en derivados del arsénico, en lugar del fósforo. Y es que no te acostarás sin saber algo más. Pero la cuestión es que cuando llego allí estoy tan absolutamente derrotado que lo único que busco es comer y dormir. Creo que ha sido la única vez en el viaje que, teniendo algo tan cerca, no he ido a visitarlo.

Pero mejor vayamos a descansar. Mañana tiene lo suyo.

Cuando llego a los Parques Nacionales quiero tomármelo con calma. Pero primero hay que llegar. Y en este caso, cuando conseguí llegar hasta la entrada del parque, las rangers que estaban allí me miraban con un cierto asombro. Esto ocurre cuando subes unos 1000 metros en apenas 20 km tirando de un remolque y también, es necesario, es obvio que no suelen hacer esto a menudo ellas mismas. Si no se habrían dado cuenta que todo es cuestión de paciencia, de subir poco a poco y de parar a... tomar fotos (yo nunca descanso, yo tomo fotos).

Mono Lake. Tomando fotos en la subida


Y así fue como subí, tomando fotos, e incluso en un agradable apartado que encontré con una magnífica vista del valle que allá abajo estaba dejando, me paré a leer un rato. Si bien la subida es dura, la cima es magnifica, con pequeños lagos donde la gente, que no ha subido en bici, está pescando o remando. Un marco idílico.

No me esperaba tanta agua a casi 3000 metros

Una vez alcanzo el paso de Tioga, donde las rangers me permiten el paso, tengo 3000 metros de bajada hasta San Francisco, así que me doy por satisfecho por el esfuerzo realizado.

Avanzo lentamente. Me dejo llevar por el viento y la leve bajada. No hay arcén, pero tampoco hay tráfico.

Vuelvo a parar a leer. Empleo tanto tiempo en seguir las líneas como las hojas que por el arroyo se mecen. Bucólico es el adjetivo adecuado.

Bucolicando


Finalmente llego a un campground, y sabiendo como está el tema en los PN. Me quedo en este ya que, a partir de las 11.00 será casi imposible encontrar plaza en otros. Además, justo al lado tengo el Lembert Dome, donde veo a gente escalando. Vuelvo a tomar mi libro (bendito Kindle) y me voy al rio a remojar mis pies. Me acercaré al Dome, y daré un par de vueltas en torno al campground, pero hoy no iré más allá.

Lembert Dome.


En el dome.



A alguno quizás le haya llamado la atención el título del post. Bien, Yosemite queda clara, ahora iré a la carpa y al oso.

Mi intención es avanzar poco, ir hasta el próximo campground disponible y hacer algo de senderismo. Como preveía, los 3000 metros de bajada no pueden estar exentos de subidas, pero dado el entorno me da igual. Yosemite es la feria del granito. Los valles, densamente poblados por árboles, están jalonados por monstruos de granito, en los que los más aventureros, disfrutan de la escalada.



Discurriendo entre estos valles llego a un precioso lago y no resisto la oportunidad de nadar un poco. El agua está fresca pero uno se acostumbra rápido, y poco a poco somos más los que nos zambullimos.

A nadar!!


Cuando parto llego al primer campground que me encuentro pero está completo. No me hace mucha gracia que el cartel esté a una milla de la carretera y cuesta abajo, pero que le vamos a hacer.

Y aquí comienza una de las jornadas más raras del viaje.

La carpa. Erase una vez un ciclista que bajaba por Yosemite, extasiado en su belleza cuando el firme, que estaba muy firme hasta aquel momento, presenta una serie de rugosidades. Estas rugosidades no son advertidas por el ciclista ya que la carretera está salpicadas de luces y sombras de los árboles. Para cuando su rueda delantera topa con ellas, él ya sabe que habrá que volar. Habra que hacer la carpa. Salir despedido gritando ¡No! como si eso fuera a desactivar la gravedad, y girar inconscientemente el cuerpo para aterrizar como hace tantos años aprendió en judo es todo uno. Escasos 5 segundos más tarde el ciclista, ahora magullado, está retirando la bicicleta de la calzada y los primeros coches hacen su aparición. -Te has golpeado la cabeza? estás bien?- me preguntan. -Señora, estoy hablando en inglés y soy español así que debo estar bien, pero por el amor de dios, dígame que son gemelas o veo doble- un cierto humor se hace notar. -Somos gemelas, tranquilo-. Que alivio.

Recuento de daños: muñeca, codo, cadera y rodilla izquierdas ligeramente magulladas. Espalda en perfectas condiciones, aunque la camelback parece un poco fastidiada (normal, la bolsa de agua funcionó como un airbag). Espejo de la bici, baja. Reflectante trasero, casi baja. Y eso es todo, así que, más feliz que una perdiz.

Me subo de nuevo en la bici, con más miedo que vergüenza y nada me duele. Verás tú cuando baje la adrenalina. Subidas y bajadas más tarde me llevan hasta el siguiente campground. Completo. -MIre usté, seño ranger, si es que sólo necesito un sitico pequeño para mi tienda-. Completo. -A ver, seño ranger, ¿no ve que estoy sangrando?- Completo, hay otro campground a unas 12 millas. -Muy bien, seño ranger, me voy, y en menos de 1 kilómetro pondré mi tienda en mitad del bosque.- Eso está prohibido- me responde. Ya bueno, ser tan tonto también debería, pero que le vamos a hacer... pero eso me lo quedo para mi.

Así que, unos 3 kilómetros más allá (aun no lo se pero me he ido hacia donde no debía), encuentro un lugar que puede servir. A pesar de mi bravuconería, decido hacer noche sólo con el saco, para tener más argumentos cuando me pillen. Pero cuando noto el tercer bicho corriéndome sobre la cara mi paciencia se agota y monto la tienda.

No se cuanto tiempo pasó, pero un sonido me despertó. Dormir en el bosque te agudiza mucho los sentidos. Y lo siguiente fue cuestión de no más de 10 segundos. Pasos, ya están aquí los guardas, pensé, ¿pero y las linternas?. Y ahora tres cosas pasan a la vez: mi tienda se comba hacia dentro al tiempo que se escucha un gruñido, un olfateo. Chillo como una niña de 5 años, y arreo un puñetazo a la tienda. Para cuando abro la tienda no veo nada, pero los pasos que oí alejarse a la carrera... Oso.

Aunque parezca mentira, 15 minutos más tarde estaba roncando. Nunca se oyó de un oso rencoroso.


Cuando inicié este viaje no tenía un plan concreto. Y aun a estas alturas sigo sin tenerlo. Lo prefiero así. Sin embargo, hay una serie de cosas, sitios, que quería ver. San Francisco era uno de ellos, y ver sequoias gigantes era otra.

Cuando me fui del campground lo hice en la dirección errónea, y sigo sin saberlo cuando me levanto, así que me pongo a bajar. 7 km más tarde me doy cuenta de mi error, así que toca subir los 7 de hoy más los 3 de ayer. Estoy tentado de acercarme a saludar al ranger, pero paso, además lo más probable es que ya no esté.

Ya en el camino correcto, esta vez será la 120 la que deba encaminarme hacia San Francisco, paro en Merced Grove, de donde parte un sendero de milla y media hacia un conjunto de sequoias. Encontrarte en torno a esos árboles es algo genial. No voy a entrar en esos rollos new age de las "energías" que transmiten, pero ciertamente merece la pena el desvío y el kilometro que preveo empujando la bici de vuelta a la carretera.

Para la referencia de tamaños recordad que mido 2,30 metros y mis piernas son las columnas de Hércules.

Es empujando la bici, ya de vuelta, cuando Giorgio, italiano, me echa un cable y comenzamos a charlar. Está de viaje con su mujer y dos amigas y me invitan a quedarme con ellos en su parcela en el siguiente campground. Así que paso una agradable tarde con ellos.

Viva Italia!!


La verdad es que estoy teniendo muy buena suerte.