jueves, 29 de agosto de 2013

Bryce Canyon



A veces el uso de la palabra inapelable debería estar casi prohibido. No han pasado ni 24 horas y vuelvo a salir por la mañana, temprano, a eso de las 7:30 pero por la mañana. No obstante, diré a mi favor que había dormido bastante mal, no había conseguido conciliar el sueño y que las previsiones del tiempo eran de baja de las temperaturas. Sólo quedaba que efectivamente así se diese, pero bueno esas fueron las circunstancias.

Respecto a la temperatura, parece que el comienzo del día no se decide a darme, o quitarme, la razón. Se mantiene en torno a los 24 grados cuando abandono Spanish Fork y me meto en el valle. No es muy alto, y tampoco es que sea muy bonito, pero un detalle me da una esperanza que no mucho más tarde se va por el retrete. Hay una via de ferrocarril, y esto debería significar que no habrá grandes desniveles, pero claro, se me olvidaba el detalle de que en este país se construyen túneles para los trenes pero muy excepcionalmente para los coches, así que me veo en una casi perpetua subida durante casi 60 kilómetros, pasando de valle a valle, siempre ascendiendo hasta llegar a Fairview.

Llego tarde, de eso me doy cuenta inmediatamente. Es un pueblo pequeño, incluso dentro del standard americano, pero veo mucha gente en la calle. Probablemente más del doble de la población habitual, y en las aceras hay montadas pequeñas gradas, de tres escalones, donde se han debido de acomodar. Ha debido haber algún desfile. Bueno, es la hora de comer y busco donde echarme algo al buche. He ganado unos 600 metros de altitud y estamos a unos 23º. Me sigue saliendo bien el día. Me como la hamburguesa de rigor y al preguntar por el postre me dicen que tienen un helado que se llama superman. Me hace gracia y me lo pido. El nombre le viene muy bien. Azul y rojo son los colores que predominan en el, y el sabor es… de otro planeta. Pero necesito azúcar y me lo termino.

Vamos a por más kilómetros. Aun no lo se, pero desde aquí hasta el final de etapa estaré perdiendo altura de forma casi constante, salvo algunas subidas de menor importancia. Estoy en el interior de un amplio valle agrícola y el paisaje no invita, por lo general, ni a la parada ni a la reflexión, así que le doy al pedal, ya que no hay nada mejor que hacer.

Cultivos por doquier

Me estoy acercando a Manti. Probablemente, si Roldan hubiese escogido este lugar para esconderse, no habría Capitan Can, ni Paesa capaz de encontrarlo. Pero a pesar tratarse de un pueblo más, tiene una peculiaridad que araña la monotonía del anodino paisaje. Desde la distancia, una mancha de blanco impoluto. Desde un poco más de cerca, una torre, y junto a él, un templo, que tiene, en este lugar, tanto sentido como dos pistolas en un cura. Pero también hubo curas guerreros, y estamos en tierra mormona, así que aquí tenemos este pedazo de edificio, para nada feo, que domina la llanura.

Templo mormón de Manti

Cuando se van acercando las 20.00 estoy en mitad de ninguna parte, solo que con ganas de seguir, así que dejo que la noche se eche sobre mi y continuo. La carretera es solitaria, y sólo de tarde en tarde pasa algún coche. No se que pensarán al ver, en plena noche, a un tipo con un carrito pedaleando.

Una laguna. Una sorpresa en el camino

Hay luna. Sangrienta. Entiendo que en momentos así los antiguos se pusiesen un pelín nerviosos. Por mi parte la saludo con alegría. No se cuanto tiempo más estaré en la carretera, pero su luz me vendrá bien.

El destino ya está en mi cabeza. De nuevo se produce una pequeña coincidencia. Salina es el último pueblo donde podré seguir la 89 con tranquilidad ya que parece que se vuelve a unir a una interestatal, y además calculo que cuando llegue allí, habré hecho 100 millas. Me gustan los números redondos.

Son casi las 23.00 cuando llego a destino y tomo una habitación en cuyo favor sólo se puede decir que tiene una cama. Compro unas colas de una máquina y una vez duchado y rehidratado no puedo más que darme una palmadita en la espalda y echarme a dormir, que hoy me lo he ganado.



Aprovecho al máximo la cama. Y cuando me levanto lo hago con un hambre atroz ya que ayer no cené, así que me planto en una cafetería que no queda a más de 100 metros y me calzo un desayuno… desayuno.

El equipo A utilizó este bus

Así que, entre pitos y flautas, me pongo en marcha tarde, a las 11.30. Tengo el cuerpo resentido de las horas de ayer en la bici, así que me parece que hoy haré una tirada corta, y así es. Un día sin pena ni gloria, desde luego sin gloria, en el que termino en Richfield, que cuenta con su Mc Donald con su wifi e incluso un Walmart. Tomo posesión de una plaza en un KOA (Kampground Of America… sí, aquí son también muy alternativos sustituyendo C por K… "que duros somos, corrompemos la ortografía") y me paso el día leyendo, estirando y mojando mi escultural culo en la minipiscina.

Mañana será otro día.






Según el plan minuciosamente tramado ayer me he levantado a las 04.00 y finalmente me he puesto en marcha a las 04.40.

Mira mamá, vengo del infinito!!

He tenido que hacer varias paradas ya que la 89 que hasta ahora tan bien me había traído, se unía a la I70, la cual quería evitar. Por suerte, la antigua 89 circulaba paralela a la I70 hasta Sevier, donde se separaba de esta para internarse en un cañón. Más correcto sería decir que el carril bici que había estado siguiendo desde hacía unas 5 millas se internaba en el cañón. Al poco de salir del mismo llegué a Marysvile, donde por fin pude desayunar unas tostadas a la francesa y un café. Desde aquí, donde ya llevaba unas 30 millas, he hecho otras 20 más hasta Circleville, donde he decidido plantar el huevo. Y ¿por que aquí? básicamente por dos motivos: el siguiente pueblo está a unas 30 millas, y por lo que veo la mayor parte de los campos están vallados, con lo que hacer noche es más complicado; no quería circular bajo el calor y mañana quería levantarme temprano, otra vez a las 04.00.

Esquí acuático estaban haciendo aquí

El camping no está mal del todo, e incluso tiene wifi. Así que queda adjudicado. 

Consigo hablar con Carmen y así también retraso la hora de bajar a comer. Pizza. Una buena ración. Ahora ya no será necesario cenar. Si acaso un helado… ya veré.

La tienda de comestibles está al lado del restaurante y me acerco a comprar un batido para mañana, pero al salir a la calle me cruzo con dos ciclistas que van hacia el sur. Esto no es lo raro, si no que ambas llevan, en el casco, unos pequeños cuernos rojos con lentejuelas ¿una despedida de soltera? No puede ser. Pues va a ser que sí, porque al salir de la tienda con el último batido de chocolate del mundo (a decir del precio) me adelanta otra ciclista, esta vez sin cuernos. Lleva una aureola. Estos americanos están muy locos.

Se me olvidaba. Me he cruzado con otro cicloturista, pero este en entrenamiento. Nunca ha hecho un gran viaje, así que está entrenando para la transam, por los estados del sur en invierno, aunque primero bajará desde Oregon hasta California para ver a sus hijas… con dos cojones el abuelo!!

Finalmente, mi previsión de tarde calurosa fracasa estrepitosamente. Lluvia, fuerte, toda la tarde, al menos en el camping hay una zona techada desde donde puedo escribir y leer.



El despertador vuelve a sonar a las 04.00. Entre que desayuno y recojo el campamento estoy en marcha sobre las 5.15. Hace fresquiviri, pero no se está a disgusto. Además, el chaleco reflectante abriga un montón. Sí, señor.

El terreno es suave. Tanto para la subida como para la bajada. El tráfico prácticamente nulo, y el paisaje tampoco dice mucho, aunque ahora que lo pienso, llevo un par de días que todo esta más árido, ya no domina el verde o el amarillo de los cultivos, si no más bien un color parduzco, más propio de terrenos arcillosos (habló el geólogo).

De cualquier modo, me planto en Panguitch y desayuno algo, y aunque tengo comida compro, una vez más, el último pan de molde del mundo (a decir del precio); hoy llegaré a Bryce Canyon National Park, y allí no espero encontrar muchas tiendas.

La temperatura no ha subido mucho, y el cielo se mantiene encapotado. Ya doy por hecho que la altura que he venido ganando va a mantener el clima fresco, así que creo que puedo empezar a despreocuparme por las temperaturas. En cualquier caso, aunque hubiese invertido exitosamente mi ritmo de sueño, hubiese tenido que revertirlo para visitar los Parques Nacionales, y es que, a oscuras pierden mucho.



Salgo de aqueste lugar y me dirijo hacia el parque nacional. Tomo el desvío, dejando atrás un par de negocios y comienzo una ascensión bastante malintencionada, si bien, unos 8 km más adelante, y al entrar en el Bosque Nacional de Red Canyon, vuelve a suceder lo de siempre. El paisaje es tan absorbente que uno se olvida de la pendiente. Sin embargo no avanzo mucho. Me acerco al centro de visitantes y me indican que el parque, como tal, está a unas 15 millas, y que los campgrounds están llenos, así que me quedo en el bosque nacional, con la intención de pasearme un rato por aquí, y ya mañana subir hasta el PN.

Cojo plaza en el campground, monto la tienda, y cuando voy a darme el paseo. Una cortina de agua apaga el mundo. Así que me paso el resto de la tarde refunfuñando y leyendo dentro de la tienda. Parece que va para largo y me voy a olvidar del paseo.





Como el calor no será un problema me doy el lujo de levantarme tarde. Lo que quiere decir que empiezo a las 09.40 a pedalear. Red Canyon es espectacular, una suave pendiente, por un carril bici totalmente separado de la carretera me va alzando, entre columnas de piedra, talladas por viento, hielo y agua hasta un altiplano. Subir, con este paisaje, no es esfuerzo, y paro una y otra vez para hacer alguna foto. Como siempre, lo que capto no es ni por asomo, una sombra de lo que veo.

Salgo al altiplano y parece que he cambiado de mundo. Una basta llanura se extiende ante mi, cercada por picos que a lo lejos parecen contener una marea de nubes. Lo malo es que la contienen dentro, no fuera.

Llego a una gasolinera y busco algo para echarme al estómago, pero los propios dueños me recomiendan un bar a escaso medio kilómetro. Así que me encamino para allá, si bien antes, a la salida, una señora que estaba de paseo con sus hijas en bicicleta me pregunta por el camino y ya después por la ruta. Tras un rato de charla me pregunta si soy alemán… por el acento. Pues vaya, no. Español.

Lo gracioso es que al entrar en el bar veo que un hombre, que está desayunando con su familia se me queda mirando en varias ocasiones. No le doy más importancia pero se ve que él si. Llegado un momento, se acerca a mi y me pregunta si soy holandés. Al parecer me parezco a alguien que conoce o algo así. Será mi depurado acento bávaro, producto de años de estudio de lenguas germánicas (modo ironía: ON).

¿Aquello de comprar pan en Panguitch porque en Bryce Canyon no habría tiendas? Correcto, pero dos millas antes de entrar hay un maldito pueblo entero. Menos mal que no me gano la vida haciendo predicciones.

Ya en el parque me acerco al centro de visitantes y le pregunto a uno de los rangers que rutas me recomendaría hacer. Me señala un par de ellas, pero me advierte que por la tarde suele haber lluvias y tormentas de relámpagos (no me digas, mi tienda sigue mojada de la de ayer). Dejo la bici amarrada, me pongo los patucos de andar y espero al autobús (gratuito) que me llevará a los puntos que me ha señalado el ranger.





Impresonante. Pendientes imposibles talladas en la arcilla que te adentran en un mar de columnas. Estrechos corredores que se alzan hasta tocarse en el cielo. Arboles de formar imposibles: rectos como varas, torcidos como… algo muy torcido. Compararlo con cualquier otro lugar de los que haya estado pierde todo su sentido. Es como comparar acantilados con marionetas. Sigo el trazado, que en algunos puntos está un poco impracticable por el fango, así que voy poniendo perdidas las zapatillas, cosa que no me preocupa en absoluto. En algún momento me cruzo con excursiones al caballo, y aunque estoy convencido de que es más probable que sea yo el que tropiece y caiga, por nada me subiría a una grupa para andar por esos estrechos caminos. A pesar de que ocasionalmente chispea, el aguacero me respeta. Un alivio.





Finalmente vuelvo a por la bici. Bryce Canyon me ha enseñado lo que tenía que ver, y aunque uno puede echar aquí una semana haciendo rutas, me he dado cuenta de que, sobrecargar la retina, la insensibiliza y aun me queda por ver Zion. Así que me dejo caer de nuevo por Red Canyon Forest, esta vez con la cámara de video en la caboza y antes de llegar al cruce con la 89, planto campamento y dejo que mis sueños vaguen por los pasillos de Bryce Canyon una vez más.

Un tio feliz




Pd. Si te ha gustado el post, ¿por qué no compartirlo con tus amigos en FB? Si no te ha gustado no, vaya a ser que te miren mal. Un saludo!!

martes, 27 de agosto de 2013

En la oscuridad



Me despido de los Waldron y salgo del barrio medio orientado. Sigo varias calles, tuerzo y retuerzo hasta que, en una esquina, salido de la nada, está de nuevo Jed. Resulta que me dejé en casa el paquetito que Pam me preparó con las esencias. Recojo, gracias, y sigo de nuevo. Hace calor. Y teniendo en cuenta que mi intención era evitarlo, me estoy luciendo. 38º marca el reloj, con los prudentes márgenes de error que puede tener.

En las charlas con Jed, siempre me hablaba de la zona como "el valle" y aquí, uno que yo me se, se había montado la película de una vega, en suave descenso y, porque no, con rubicundas mozalbetas con cántaros de hidromiel dispuestas a saciar mi sed. Pues nada, a subir, y 42º. La hidromiel ya te la buscas tú, hermoso.



De cualquier modo, y aunque el paisaje ha desmejorado bastante respecto a días anteriores, el trayecto es sufrido pero no desagradable, y poco a poco, una vez pasada la subida y disfrutando de la inevitable bajada, la temperatura empieza a bajar, como primer aviso de que el ocaso se acerca.

Sigo la 89, que va paralela a la I15, lo que me quita mucho tráfico de encima. A mi izquierda queda la cadena montañosa coronada por el pico Willard, conocido porque a nadie le importó nunca un carajo si pasó algo allí alguna vez. Pero al caso el trazado es bastante llano, y el frescor de la noche hace la travesía agradable.

Como vea un Perez me paro a saludar a Don Felipe.
Los atardeceres, tienen ese punto especial. Esa luz que, unidos a que uno está espabilado, arranca tonalidades que con una luz más plana, no se pueden apreciar. Hecho de menos la réflex, como tantas otras veces en el viaje, pero se que la decisión de no traerla ha sido acertada. Demasiado peso, demasiado frágil.

Cae la noche, y aprovecho para llamar a Carmen por Skype, al fin y al cabo creo que ahora tengo el horario de España… o ningún horario en concreto. Charlamos un buen rato, y aunque a estas horas habitualmente estoy durmiendo o dirigiéndome a ello, lo cierto es que me siento muy despejado.

Con el frontal y la luz trasera intermitente (decía la cajita que se me ve desde más allá de una milla… que fácil es escribir) me da la impresión de parecer un árbol de navidad. Pero uno flojucho porque la luz del frontal, que está muy bien para montar un campamento o para leer un rato, no da para pedalear con tranquilidad. Por suerte, voy saltando de barrio en barrio y dispongo de luz suficiente como para no ir acongojado. Intuyo que es la influencia de Salt Lake City, y lo que atravieso son sus ciudades dormitorio.

Una vez me aproximo a la ciudad, la 89 se pierde, o mejor dicho, es absorbida por la I15 donde, en teoría, no tengo permitido circular pero, por más que tomo un par de salidas para hacer la incorporación, no veo ningún cartel que indique que las bicicletas no están permitidas; así que por ella que circulo. De cualquier modo, y salvando incorporaciones y salidas, es más segura que la 89 al disponer de un arcén mucho más amplio.

El acceso a Salt Lake City me hace felicitarme de nuevo de la decisión de circular de noche. Desde la I15, por el norte, se hace a través de una zona industrial, algún tipo de refinería o algo similar, y lo que a plena luz del día sería un paisaje bastante desagradable, la iluminación nocturna de la misma le da un puntito bastante pasable.

Y hablando de luces, es en este tramo donde veo el primer "bar de luces" desde que salí de Anchorage. No me había dado cuenta hasta que vi este, y lo que más me sorprende es verlo precisamente aquí, en SLC. ¿Y por que aquí es más sorprendente? (la pregunta de ¿que es un bar de luces? no la pienso responder). Por que Utah es uno de los estados con mayor presencia de mormones dentro del país, y probablemente del mundo. Hay pocos sitios más seguros para un ciclista que una carretera de Utah un domingo por la mañana. Y el corolario de esto es Salt Lake City, destino de una de las peregrinaciones que se dieron allá por aquellos años donde las fotos eran en color sepia. Aquella peregrinación, que a día de hoy se ha convertido en festivo estatal, tuvo como destino esta ciudad. De ahí mi sorpresa. Pero supongo que en el corazón de todo santo hay un pecador. ¿O es al revés?

Para el caso, a mi me da igual. Yo lo que necesito es una cama y dormir. Si todo va como es debido, estaré suficientemente cansado como para dormir buena parte del día y podré salir de nuevo al anochecer. Pero me da la impresión de que mi cuerpo tiene algo distinto que decir.



Dormito en la habitación del hotel donde ingresé a las 05.00 de la mañana. Estoy cansado y mi cuerpo ha aceptado muy bien la larga ducha, dejando mis músculos relajados y mi piel tan deshidratada como siempre. Aun así, aquello que tan sencillo supuse, como es cambiar los ciclos circadianos, parece que queda más allá de simple voluntad. Por ello mi sueño es ligero, la más mínima luz me despierta y los sonidos, bueno, no, los sonidos no, porque tuve la suficiente capacidad de previsión como para calzarme los tapones.

A medio día ya estoy en pie. Voy a comer algo y a tirar de wifi, que la del hotel da pena. Con un poco de suerte mi estómago me pedirá siesta y podré dormir un poco más. Aprovecho también para hacerme con unos cuantos radios de repuesto. No quiero estar en mitad de la nada sin algunos radios que seguro necesitaré. Otra gracia, y esto no dice mucho de mi, es que acabo de darme cuenta que en el trailer hay espacio para poner dos botellines más para el agua, así que me hago con un par de bidones y de portabidones. Toda el agua que pueda llevar para el desierto NO será poca (digo que no, porque va a parecer que el agua no pesa, y este es un equilibrio muy delicado).

En cualquier caso, el paseo por la ciudad es agradable. A pesar de la entrada de anoche, el centro de la ciudad es bonito, amplio como el resto de ciudades que he visto, pero más bonito. Cuajada de parques y jardines, la edificación no suele superar las tres plantas, y las casas suelen ser bastante aparentes, lejos del simple ladrillo o del gris hormigón. Y aun cuando esto se da, da la impresión de que se han esforzado por darle un toque con flores o con algún grafiti.

Templo Mormón.

Pero al final todo llega, y a las 22.30 arranco de nuevo. Me siento algo cansado, quizás embotado, pero al poco de ponerme en marcha se me empieza a pasar. Y de nuevo parece que estoy de suerte, porque si ayer atravesé la zona industrial hoy toca una zona comercial. Pero no me refiero al gran centro comercial abierto, llego de franquicias de comida y vestido. La avenida está salpicada por concesionarios de coches, mostrando su mercancía de segunda mano en al pie de la carretera, armerías (sin mostrar la mercancía), salones de tatuaje, y restaurantes chinos de lo que, esta vez sí, te darán gato por liebre con la mejor de sus sonrisas. Decadente, es la palabra que se me queda en la cabeza. Así que, pa´lante.



El área metropolitana, atrapada entre el Salt Lake, y dos cadenas montañosas, se estira hacia el sur, vertebrado, o vertebrada por la I15. La 89 vuelve a tener ente propio y por el discurro hasta que, llegado a las inmediaciones de Draper, ambas se vuelven a unir. Consulto mapas y al final me decido por dar un rodeo. Le prometí a mama que me mantendría sano y salvo, y parece que unos kilómetros de más pueden conseguirlo. Me separo bastante de la 89, hasta que una pequeña depresión queda entre ellas (llamarlo valle sería estirar mucho el término). La carretera es poco transitada y de tanto en tanto atravieso una zona residencial sin iluminar. Es así como descubro otra de las grandes aficiones del conductor medio americano: llevar las luces largas. Por suerte, hace años, mi amigo Oscar me contó un truco que más o menos funciona y que consiste en continuar como si nada (las maldiciones están permitidas) pero con un ojo cerrado, al pasar el vehículo volvemos a abrirlo y como consecuencia de tener dos dilataciones distintas en las pupilas nos marearemos y caeremos… salvo que lo sepamos por adelantado, entonces no. Entonces no te caes. De cualquier modo, y como todo el mundo sabe, precisamos de los dos ojos para obtener la sensación de profundidad y distancia, así que yo simplemente maldigo, pongo la manita a modo de parasol y listo.

Cuando va tocando, giro a la izquierda y me dejo caer por la depresión (del terreno, no mía) para alcanzar la 89. Es curioso, la perdida y ganancia de altura en este tramo es de apenas 30 metros, pero la temperatura cae 4º y se hace notar. Curioso.

Dejo pueblos, barrios o lo que sean atrás. Llego a Provo y, pus, me equivoco. Bueno, una milla para atrás y a seguir. El sol ya despunta y empiezo a tener un poco de hambre, pero mi esperanza de encontrar algo abierto en la 89 es vana. Finalmente en Springville entro a un supermercado y me hago con un batido y unos bizcochos. Va siendo hora de buscar cobijo, y parece que hay un campround a unos 10 km de aquí, hacia las montañas. Parece un sitio apropiado, al estar en un valle supongo que estará a la sombra, y el último en el que estuve… pues estuve solo. Así que me voy para allá. Lo malo es la subida, ya van casi 100 km y el desfase horario se deja notar, pero finalmente llego a destino. Sólo que no es destino. El campground está a rebosar. Niños correteando, parrillas amenazando con suculentos olores, y quads aparcados que pronto no lo estarán. Para rematar, el precio es de 25$. Así que como vine, me voy.

Y sigo camino.



Y seguir camino quiere decir seguir por la 89. El calor se está haciendo notar. Son las 10.00 a.m. y ya vamos por los 28º y subiendo, naturalmente.

Mi ánimo se está resintiendo. No veo donde plantar el huevo. Hace un calor del infierno. Va a hacer más. Llevo en pie sólo 14 horas, pero parecen 41 y para remate, cuando la 89 se une a la 6 lo hace a la boca de un valle donde, para más señas, han puesto aerogeneradores… y no a mi favor. El punto de suerte lo tengo al ver que la distancia hasta la próxima ciudad es de unas 90 millas, y tengo claro que 90 millas no voy a hacer. Así que evalúo las opciones y parece que Spanish Fork (Tenedor español… no, no lo entiendo y no se de donde viene) es la mejor entre ellas. Además es cuesta abajo y con viento a favor (aunque no me engaño, mañana será justo al revés).



Encuentro habitación y, esta vez sí, caigo rendido, al fin y al cabo han sido 140 km.

A eso de las 16.00 el hambre pica y salgo a ver si como algo. Al final me decanto por unos tacos. Con lo que no contaba era con el calor. Dicen que le preguntaron a Woody Allen si prefería a Dios o a la tecnología, él respondió que si le daban a elegir entre alguien a quien nadie ha visto o el aire acondicionado, se quedaba con este último. En aquel momento no podía haber estado más de acuerdo con él. Impresionante. No he estado en el Kalahari, y seguro que aquello era una brisa primaveral en comparación, pero me reafirmó en lo de pedalear de noche de forma inapelable.


sábado, 24 de agosto de 2013

Waldron



Que bueno es saber hacia donde va uno. Quizás no exactamente a donde, pero sí hacia donde.

Y voy hacia el sur. Por delante, unas jornadas que serán de transición, probablemente. Sin grandes paisajes ni nada especialmente reseñable, pero que me darán el pie a ver otras maravillas.

Como casi siempre que estoy en un motel, salgo tarde. Desayuno tranquila y copiosamente, y si tengo internet, aprovecho para tirar de skype.

Son las 12 pasadas cuando finalmente me pongo en marcha. Afortunadamente ya estoy a las afueras de Jackson, así que no he de pelearme con el tráfico de la ciudad, y los tramos de obras son reducidos así que más pronto que tarde me encuentro junto al río Snake, bajando mayormente, con algunas breves subidas cuando el cerrado valle no dio más opciones a los ingenieros.

Hace calor, y a un a pesar de lo frondoso del valle, el sol cae a plomo, y no hay sombra que lo remedie. Bueno, no hay sombra porque no me quiero parar, porque bastante tarde he salido ya. Es curioso lo rápido que puede uno empezar a aburrirse al haber dejado atrás tan bellos paisajes. Intento luchar contra ello, enfocándome en los detalles del valle… pero los resultados no son muy alentadores. Por suerte, más adelante, el valle casi pasa a ser un cañón y puedo ver en el río, gente haciendo rafting. Lo cierto es que me dan cierta envidia; se les ve tan fresquitos y yo con el calor que tengo…

snake, rio, river, Wyoming, EEUU
Rio Snake


Llegado un punto, que calculo que está a unos 5 km de Alpine, salida del valle y lugar donde habré de tomar mi próximo desvío, me paro a la izquierda en un área de descanso a atender a la naturaleza y a tratar de confirmar distancias (lo cierto es que no se porque me pasa eso, necesito que alguien me diga cuanto falta cuando mis cacharritos ya me lo están diciendo). Se acerca un trío que me pregunta por el viaje, vista la cacharrería que llevo. Les cuento, me confirman distancias y hasta pronto.

Efectivamente Alpine está a unos 5 km. Y justo en la entrada tengo un Subway donde podré comer, y sobre todo, beber lo que necesite. Me encanta usar estos momentos de relax para leer un poco y en ello estoy cuando entra un hombre con dos niñas en el restaurante, el cual me llama por mi nombre… es Jed Waldron, uno de los tres hombres con los que estuve hablando hace un rato, que casualmente ha venido a comer aquí. Charlamos un rato y me comenta que subió a hacer un poco de rafting con su hija y una amiga de esta; hablamos un poco de mi ruta y le pregunto por impresiones y sitios que debería visitar. Me habla sobre Zion y Bryce Canyon, confirmándome lo que ya tenía en mente. Al finalizar, me da su número de teléfono y me invita a su casa si llego a pasar por su ciudad. No deja de sorprenderme la buena voluntad que muestran para conmigo. Le doy las gracias y nos separamos.

Un poco más recargado y refrescado me pongo de nuevo en marcha. Tengo toda la tarde por delante y mi humor cada vez mejora más. Menos mal, porque acabo de dejar atrás las montañas y entro de lleno en un altiplano, que poco a poco sigue ganando altura, lleno de tierras de cultivo, y vallas por doquier… parece que lo de acampar va a estar complicado, pero supongo que surgirá algo, siempre surge algo.

Mi nuevo objetivo es Afton, ya que parece haber un par de campgrounds en sus inmediaciones. El primero de ellos, marcado por un cartel, parece estar al final de una calle, que más tarde se convierte en un pista interminable y que, para colmo, está en descenso y se interna en los campos de cultivo. No me convence, tiene la pinta de que cuando llegue allí, si sigue abierto, estará muy expuesto así que me decanto por el segundo, que parece estar en las colinas que tengo a mi izquierda y que, si bien me obligarán a subir un poco, probablemente me den mayor refugio.

El campground es pequeño, casi no caben las RV de tamaño reducido, pero para mi es perfecto, y además estoy solo, con lo cual rápidamente monto el campamento, me preparo una frugal cena y me quedo dormido con el arrullo del arroyo que corre a mis pies.



He dormido como un señor y me despierto como tal. Es decir, muy despacito y con calma.

Cuando finalmente estoy en pie y arranco me encuentro con la primera grata sorpresa del día: bajo lo que ayer subí. Al llegar a la calle principal y retrocedo unos cientos de metros para acercarme a un supermercado y comprar el desayuno y viandas varias.

El pulsómetro empieza a fallar. No pilla señal. Me pongo de puntillas y lo levanto al cielo… me siento ridículo, no es un movil… la fuerza de la costumbre. Le cambio la pila con el velocímetro y no parece funcionar. Pruebo también reacoplando dispositivos (por eso hay dos moves este día) y nada. Pero al final, como vino se fue y comienza de nuevo a tirar. La verdad es que últimamente me está dando problemas. Cuando estoy en subidas o llanos no parece funcionar mal, pero en las bajadas, totalmente relajado, me dispara las pulsaciones como si tuviese dos corazones en el pecho. Ya he escrito a Suunto a través de Facebook, pero de momento no han dicho esta boca es mía.

Utah, EEUU, carretera, cicloturismo


Así que me vuelvo a poner en marcha después de media hora de peleas. Y la cosa empieza con guasa. Toca ganar unos 600 metros de altitud para llegar aun mirador que no merece la pena el esfuerzo y de vuelta a perder altura. Los americanos no conocen la palabra túnel, esta claro. Al menos la bajada es escalonada y me da lugar para recuperar. Y el otro punto positivo es que no me lleva a una altitud similar al del inicio de la subida anterior… así me mosqueo menos con la siguiente escalada. Pero esta es corta y de nuevo me lleva a una suave bajada y un largo llano ¿que ha cambiado? Para empezar, desde la primera bajada el paisaje es mucho más árido, la sombra empieza a ser una excepción y el calor comienza a apretar. Y es con estas con la que subo la segunda rampa que me cuesta un rato. El segundo detalle es que ya no estoy en Wyoming, ahora estoy en Idaho. ¿O no? porque llego a una ciudad que se llama Montpelier, y veo indicaciones para París… a ver si la he liado otra vez…

Tengo el Bear Lake a la vista, pero también es cierto que me queda un poco lejos aun. Tenía la esperanza de que la carretera pasase más cerca del lago y de encontrar un sitio para acampar a su vera, pero parece que va a ser complicado, porque además hay mucho campo de cultivo. De cualquier forma aun queda mucha luz y día por delante así que sigo con un suave viento de costado, y voy parando en los camping que me voy encontrando. No se que pasa pero está todo lleno, y mi mosqueo no hace más que aumentar. Más aun cuando veo que he dejado atrás Idaho (tan rápido que no he tomado ni una foto).

Al final aterrizo en Garden City y hay un par de detalles que me mosquean bastante. El primero es contar con un carril bici en un pueblo en mitad de ninguna parte, y el segundo un puerto deportivo… esto va a ser caro de narices. Y vaya si lo es. El primer campgroung que pruebo (KOA) está completo y me deriva a otro que queda a mano. Allí llego y aunque está lleno me harán un hueco. Thirteen (13$) me cobrarán, y yo encantado, que si me han salvado la vida, patatín-patatán, Thirty (30$) me pasan en la factura… pues mira, me quedo, pero si quieres saber algo sobre Alaska o Canadá te buscas un libro, que yo no estoy aquí para entretener a nadie. Quizás debí haberme ido, quizás. Pero la cuestión es que me quedo. Monto la tienda y me ducho que el día ha sido largo (126 km, 800 metros de subida) y mañana parece que empiezo muy fuerte.



Amanece un nuevo día, por el este, como es debido, y abro los ojos hacia arriba, como es costumbre. (Necesito un diccionario de sinónimos y un nuevo catálogo de expresiones para empezar los días).

Bajo al pueblo y tras darle un par de vueltas a la escueta variedad de la gasolinera (los supermercados están cerrados aun) me decanto por ir a desayunar a una cafetería, ya que con el precio de la leche y las galletas, un desayuno completo con café ilimitado sólo me saldrá por un par de dólares más, y quizás tenga wifi. Así que, próximo a la carretera principal, encuentro una agradable cafetería donde me calzo el tradicional desayuno de tortillas, huevos revueltos, bacon y salchichas, todo ello regado por el sempiterno café de aguachirri, el cual empieza a hacer sus efectos a partir de la tercera taza.

Una vez cumplidos con los deberes gastronómicos, paso a la labor de quemar las calorías ingeridas para mantener este magnífico tipín que se me ha quedado. La cuesta, dejando a mi espalda el lago, comienza suave, pero rápidamente cambia por una rampa pronunciada, revirada y de irregular arcén. El sueño de todo ciclista mañanero. Así que mientras mascullo, sudo y noto como el bacon es procesado a marchas forzadas para alimentar mi vieja locomotora, los aficionados al ciclismo comienzan a pasarme dándome muestras de ánimo. Así que me animo, y me paro, pero como siempre, no estoy cansado, es que he elegido este momento para hacer una foto, y me parece que en la siguiente curva comprobaré la tensión de los cables de la luz. De un modo u otro hago cima, y es entonces cuando el "intermitente arcén" pasa a ser el "inexistente arcén". Y entonces me acuerdo de Jed Waldron, y que ya me advirtió, primero: que me iba a reír mucho con la cuesta y segundo: que debería tener mucho cuidado en el cañón de Logan, ya que es muy estrecho, con curvas y sin arcenes.

Bear lake, lago Bear, Utah, EEUU
Bear Lake

Bueno, hago de tripas corazón y me deslizo por él. En su mayor parte es una agradable bajada. O debería ser agradable de no ser por el intenso tráfico y que, efectivamente, no hay arcén. A ello hay que añadir mi principal error: conducir por la derecha del carril, esperando que, el conductor que vaya a adelantarme, esperará a que no venga nadie para hacerlo dejando el suficiente espacio. El 90% actúa de este modo pero, por desgracia, dentro del 10% que no lo hace así, hay un 1% que para remate, conduce una RV, y así es como me llevé el susto más grande del viaje hasta el momento. Por más que lo vi por el retrovisor, por más que indiqué con la cabeza que no me adelantase y por más que, una vez se puso a ello, golpeé el lateral de la caravana (muestra de la distancia que nos separaba) siguió adelante. La suerte, no obstante, estuvo de mi lado, ya que no se paró… porque si se llega a parar…

El sitio es muy bonito, pero apenas hay lugar para detenerse,a sí que cuando lo hago, los nervios ya han pasado; es lo bueno de la bicicleta, estas subidas de adrenalina son rápidamente convertidas en energía cinética (o potencial si estamos ganando altura).

Logan canyon, utah, eeuu, phishing


El cañón termina y después de una corta subida tengo Logan a mis pies. Una ciudad de tamaño medio, bastante limpia y bonita. Calles muy amplias y animadas. La voy cruzando y buscando alguna tienda de bicicletas a fin de comprar la llave de radios que perdí, probablemente en Yellowstone. Finalmente llego a un McDonald´s y es la hora de comer, así que vamos a tirar de wifi que hace días que no hablo con la familia. Además, tengo que decidir si llamaré a Jed Waldron o no. Finalmente me decido a pegarle un toque y tras charlar un rato me manda en un SMS la dirección. Está a unas 3 millas de mi posición, así que me dirijo hacia allá. Cuando estoy acercándome un coche se me aproxima. Es Jed, que había salido a buscarme por si acaso me perdía. Me da las últimas indicaciones y en su casa nos vemos.

Los Waldron son una familia de 6 miembros, Jed y Pam son los padres y tienen 3 niñas y un gallardo varón. Rápidamente me hacen sentir como en casa, y de hecho me invitan a acompañarlos a una comida que tienen Jed y Pam con unos amigos; así que me ducho y nos plantamos en un restaurante de Sushi donde conozco a los McClellan y a los Kunzler. La velada es muy agradable y hablamos de todo un poco. Cuando el tema deriva a mi viaje, me aconsejan Bryce y Zion, pero tienen serias dudas sobre como habré de llegar hasta California tras esto. La verdad es que cruzar el desierto era algo que no quería hacer pero que, al final será inevitable, y por lo que parece, además complicado, dado que la ruta sur, desde Las Vegas, por la I15 está probablemente cerrada al tráfico de bicicletas y aunque estuviese abierta, me dicen que suele haber siempre algún conductor borracho que vuelve desde Las Vegas hacia Los Ángeles dando más tumbos de los debidos. En lo único que todos coincidimos plenamente es en que, vaya por donde vaya, viajar por la noche será, no ya lo más seguro, si no inevitable.

Finalizamos la velada y todos me dan sus mejores deseos. Y además lo hacen de corazón. Magnífica gente.



Me levanto tarde. Sobre las 09.00, pero es que hoy empezaré a cambiar mis hábitos de sueño. He decidido que hoy por la tarde, a fin de coger las horas de menor sol y después rodar por la noche aprovechando la luna.

Ayer le pregunté a Jed si tenían una báscula, y me la ha dejado en el salón. Estoy sólo en casa ya que se han ido a misa  (muy halagado por la confianza) y me peso como es debido. Unos 82 kilos. He perdido unos 11 kilos desde que empecé el viaje.

En la cocina me han dejado una nota y una serie de bandejas con fruta para que me sirva. En la nota me indican que Pam volverá pronto y me preparará una tortilla. La verdad es que al principio me quedo un poco sorprendido porque me parece que le ha dado demasiado bombo a esto de la tortilla, pero bueno. Me aseo y, por algún motivo, no toco la fruta. Me parece poco respetuoso por mi parte. Un sentimiento un tanto absurdo. Así que voy a echarle un vistazo a la bici, y, como no podía ser de otro modo, un radio se ha roto. Pam llega y me dice que me va a preparar la tortilla. Nunca he sido fan de las tortillas, o más bien del huevo en general, así que revuelto es el único modo en que lo tolero bien, pero cierro mi boca y la dejo hacer, mientras yo voy a ensuciarme las manos.

Cuando me llama, dejo la rueda a medio desmontar y voy a desayunar. Bendito sea el momento en que me quedé callado. La mejor tortilla que he tomado nunca. Le ha puesto, pimientos, cebolla y no se que más, y lo ha cerrado todo con la tortilla como si fuese un Calzone. Exquisita.

Jed llega y viene a echarme una mano con la rueda. Charlamos animadamente y los niños se nos van uniendo o separando. A Jed también le gusta mucho esto del pedal y participa anualmente en una carrera que, cuando me indica los pueblos de referencia, se me antoja bastante larga y dura. Se le ve en forma, de todos modos.

Ya estoy terminando y Tab nos avisa que la "liner" está lista. Liner? Parece que Tab se ha inventado esta palabra, a modo de broma, para indicar la comida (lunch) que, por lo tarde que se hace, parece una cena (dinner). Eso quiere decir que estamos comiendo a las 14.00.

Durante la sobremesa Jed me ayuda a perfilar la ruta, ya que hay interestatales que me obligarán a dar rodeos, y me dice que hará unas llamadas para ver si alguien me puede acoger en el camino, aunque es complicado ya que, en teoría, a partir de ahora, tendré horario de basurero (dormir de día, trabajar de noche).

Dan las 17.00 y aunque aun hace calor, es momento de partir. Me siento muy a gusto con la familia y todos han sido muy cariñosos conmigo, pero esto del cambio de turno me tiene un poco "excitado". Tengo ganas de ver como me sienta el pedalear por la noche. Pam está desarrollando un negocio basado en la comercialización de esencias naturales a través de la marca doTerra y me hace una selección de lo que considera que puede serme más útil y me la da en un práctico y ligero neceser.



Ha sido un placer haberlos conocido, y realmente me gustaría que nuestros caminos se volviesen a cruzar. Desde luego, los caminos dan muchas vueltas.

atardecer, utah, molino, eeuu
Atardecer en Utah


Pd. Hi Jed, Pam. I think I dind´t write anything inappropriate, especially the name of children and stuff like that, but if you think that there´s something that you want me to erase, please, excuse me, and tell me so. Big hug to all of you.

jueves, 22 de agosto de 2013

Grand Teton




Me levanto por primera vez a eso de las 05.00. No es que quiera madrugar, y tampoco voy a ir con Miriam. Es que ayer dejé la batería suplementaria en los cuartos de baño cargándose y tengo que comprobar que sigue allí. Efectivamente, allí sigue y completamente cargada. Si bien mantengo mis suspicacias soy consciente de que, por algún motivo, lo extraño hubiese sido que me la hubiesen quitado. Por términos generales no entra, ni de lejos, en la mentalidad del americano medio que me estoy encontrando.

Con la batería recuperada, cargo el movil y el reloj que ya empezaban a lampar por su dosis de "lestricidad", y yo vuelvo a plegar velas y a darme otro revolcón en el saco de dormir.

Ya con las calles puestas, me levanto, empaco, desayuno y a zumbar. La carretera de salida de Yellowstone por el sur me va a llevar a Grand Teton NP pasando primero por el Rockefeller Jr National Forest. Esta carretera, al menos en su primer tramo, el de salida, carece totalmente de arcenes pero el tráfico no es demasiado denso. Además, tanto el hermoso paisaje como lo revirado de las curvas no invitan a los conductores a grandes carreras.



Voy perdiendo altura, y en un momento veo a dos ciclistas que están parados en un mirador a mi izquierda. Me acerco y parece que tienen algún problema con la cadena. Le pregunto si necesitan eslabones rápidos para repararla, y entonces me fijo en que no está rota, únicamente se ha salido… no entiendo nada. Levanto la bici y él se ensucia las manos por primera vez. Tres segundos más tarde está arreglado. Y decía que no entiendo nada porque si quiero pararme a descansar, pues paro. Pero si tengo una avería pues la arreglo. Peeeeeero, aquí cada uno es dueño y esclavo de sus actos, y erigirme en juez sería muy pretencioso por mi parte. De cualquier modo, el encuentro es breve, porque en cuanto queda arreglada la bici empieza a diluviar. Me pongo el impermeable que sé que no va a servir para nada y tiro para abajo.

Me he dado cuenta que, cuando llueve, lo mejor que puedo hacer es usar la gorra, que evita que el agua me entre en los ojos, y si además estoy bajando, como es el caso, las gafas vienen que ni pintadas. Preferiría que fuesen fotocromáticas, pero tampoco pasa nada.

Mis previsiones no fallan, y 5 minutos más tarde estoy completamente empapado. Normalmente me daría igual, pero estoy bajando, lo que me puede llevar a resfriarme, así que aflojo el ritmo apretando el freno. Y salgo de Yellowstone. Y entro en Rockefeller Jr National Forest. Y después entro en Grand Teton NP… para que digan que no se le puede poner puertas al campo. Porque esto tendrá alguna lógica administrativa, pero árboles vi en un lado y árboles vi en el otro. Me da en la nariz que los bosques nacionales tienen un menor grado de protección, y quizás admitan con mayor facilidad la apertura de negocios como gasolineras, moteles y demás; pero ahora mismo no recuerdo ningún negocio a pie de carretera en el NF. Claro que esto tampoco significa nada.

Al caso. Llego a Grand Teton y en los 5 primeros minutos ya tengo claras dos cosas: 1. Le cambio a cualquiera 5 minutos en Teton contra 3 días en Yellowstone. Será cuestión de gustos, naturalmente, pero en mi caso esto es así. Teton es el paisaje majestuoso, las escarpadas montañas que caen a plomo sobre el lago. Es la bruma en las cumbres y el águila sobre las aguas. Es mi tipo de paisaje. 2. Acuño el término "turismo de ventanilla". Ya lo había visto antes, pero fue aquí donde fui consciente. Por suerte no es una norma general, y quiero pensar que incluso quien lo practica, no lo hace habitualmente; pero es que es muy triste estar ante una maravilla así y ver como llega un coche, se baja la ventanilla, aparece el objetivo de una cámara, tres disparos, se sube la ventanilla y a correr.



Poco antes de empezar el viaje leí sobre alguien que estaba haciendo su propio viaje, no recuerdo si en moto, coche, o monopatín. La cuestión es que decía que no se había llevado cámara, porque creía que con ella te concentrabas más en lo que veías a través del objetivo que de lo que veías a través del ojo. En cierto modo, estabas más atento a capturar con la cámara que con la mente. Me pareció una reflexión interesante, si bien no la comparto del todo, ya que creo que hay tiempo para las dos cosas. Pues si unimos esto con el turismo de ventanilla; bueno, hay fotógrafos profesionales que hacen unas fotos increíbles de todos estos sitios. Es casi mejor comprarlas y quedarte en casa que hacer algo por el estilo.

Otro de los motivos por los cuales me va a gustar más Teton es que la carretera que bordea el lago permite una visión casi perfecta en todo momento del lago y la montaña, con lo que vuelvo a tener agujetas en la cara por haber tenido la "sonrisa bobalicona" demasiado tiempo puesta.



El hambre empieza a apretar y, como caído del cielo, aparece un cartel de una pizzería que, mira tu por donde, está al pie del lago, así que me dejo caer y me zampo una buena ración de carbohidratos (aunque hoy, en realidad, tampoco es que haya hecho grandes esfuerzos). Cuando termino, y después de darme el golpe tonto de rigor en el gemelo, vuelvo a la carretera y, vaya por diox, dos o tres kilómetros más adelante tenemos obras en la carretera, y un campground. Decido ir al campground y centro de visitantes para ver como está la ocupación de estos y al final decido quedarme aquí mismo. Cual no será mi sorpresa cuando, al registrarme, escucho que me gritan -"Fernandouuuuu!! What are you doing here?!!" Increible, es David (lo recordareis por los burritos que desayunamos en Whitefish y su camisa fosforescente) que viene con una pareja. David estaba haciendo la Gran Divisoria y se ha encontrado con padre e hija que están en lo mismo. Quedamos en el restaurante y después de soltar los trastos voy para allá, aunque tengo la pizza aun dando saltos de un lado para otro.


Pasamos una agradable velada y nos ponemos al día de aventuras, paisajes, dolores y futuros recorridos.

Mañana nos levantaremos temprano para echarnos al cuerpo un buen desayuno.


Son las 06.00 y como viene siendo costumbre, el sol despunta por el este… que previsible.
Después de empacar todo nos acercamos los cuatro a desayunar. Me decanto por el buffet ya que ayer, aparte de la pizza del mediodía, no cené. Les voy a hundir el negocio.

Plato viene, y plato va. El camarero se rinde y nos deja la jarra de café. Le sale más a cuento que andar dando tanto paseo. Pero a David y a mi los paseos no nos importan, Y pasamos del tazón de cereales a unas fuentes con frutas. ¿Quien le dice que no a unas pastas? ¿Y a unos huevos revueltos y salchichas? ¿Y si le ponemos unas tiritas de bacon? Uy!! que poco saludable, ¡¡añadámosle más fruta!! David viene con "biscuits and gravy" que son una especie de hojaldres pero sin ninguna gracia al que se le añade una salsa bastante parecida a la salsa a la pimienta que nosotros le ponemos a la carne… pues mira, acabo de encontrar un plato que no pienso tocar. Al final se nos va una hora y en la puerta del restaurante nos despedimos. Yo me quedo un rato más porque quiero tirar de wifi para hablar con la familia.




Arranco finalmente y vuelvo a la carretera. El paisaje, es incluso más bonito. El día se ha despejado, pero ha dejado unas cuantas nubes para que el cielo no quede de ese azul tan soso que disgusta a los fotógrafos (al menos al los malos como yo). Hay un pequeño desvio, que se acerca algo más a la montaña, y que más adelante se convierte en sentido único y con un carril bici ¡magnífico! Voy escuchando podcast y lo cierto es que voy disfrutando como un enano. Peeeeero, todo lo bueno se acaba, y en este caso las montañas van quedando atrás, dando paso a una planicie bastante insulsa, y el calor empieza a dejarse sentir… bueno, he dramatizado un poco porque lo cierto es que disfruto de un muy buen carril bici, y con pararme y girar la cabeza vuelvo a ver el Grand Teton, así que la marcha es un poco menos amarga.




El objetivo es Jackson, puerta sur de entrada al Parque Nacional. Es un pueblo bonito, con un centro diseñado para el turista. Construcciones bajas en madera, con los clásicos soportales donde uno esperaría ver amarrado un caballo si no fuese por el cartel de Hello Kitty que le provocaría una embolia… lo dicho, para el turista. Y como yo no soy un turista, si no un viajero (porque yo lo valgo) dejo el centro y sigo un poco más. Veo el Mc Donald´s de rigor y paso a buscar mi hidratación y mi wifi (ay!! si Ronald supiese cuanto ha hecho por mi en este viaje). Hago mi pedido y, sorpresa, me dan el vaso con lo que he pedido, ¡¡arrea, que la máquina no está fuera!!, bueno, no pasa nada, al menos me queda la wifi… salvo que parece que este mes no han pagado el recibo y va lenta, muy lenta. Hablar es casi imposible, y si además quieres consultar un mapa o algo así, desiste o muere. Y la cuestión es que necesito consultar mapas. Hoy tengo que tomar la decisión que tantos días llevo postergando ¿Oregón o Utah?



Oregón era el plan inicial, bajar por una costa que todo el mundo me dice que es preciosa. Utah se ha perfilado recientemente, la gente me habla de lo bonita que es y de sus parques naturales. Y ahí me he quedado. Sin tomar una decisión. Así que decido coger una habitación con wifi en un motel que tengo cerca y me decido a decidirme (que decidido estoy). No se como lo busco, pero rápidamente me aparece una lista de los parques nacionales a visitar en los EEUU. Algunos están en la costa este, y la combinación de autobuses me viene muy mal, así que me centro en los que tengo a mano, y tate tu, que recomiendan, Glacier NP, Grand Teton NP, Bryce Canyon NP, Zion NP, Gran Cañon NP y Yosemite NP, que básicamente es seguir hacia el sur y después torcer a la derecha (hacia el oeste, que les gusta decir por aquí). Pues vaya, sí que era rápido decidir. Me quedaré sin ver la costa de Oregón, y seguro que es un sitio precioso, pero es inevitable que, al final, sean más las cosas que no vea que las que sí.






De todas formas, el color no es de rosa. O al menos no en su totalidad. No se me escapa que por una parte el color es marrón claro. Color de arena. De arena de desierto.