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martes, 17 de septiembre de 2013

Yosemite. Carpa. Oso.

Este va a ser un post un poco atípico. Usualmente, vengo haciendo una narración día a día; básicamente un copiar y pegar de mi diario, pero ahora toca atravesar el desierto y claro... podría matar a alguien de aburrimiento, así que vamos a darle una vuelta rápida a las áridas tierras del norte de Nevada y veamos que es lo que nos depara Yosemite NP.

Los moves, para los que tengan curiosidad en ver la ruta, o por reirse de mi ritmo cardíaco:
http://www.movescount.com/moves/move16929040 08/08/13. Salida de Las Vegas... pero poquito.
http://www.movescount.com/moves/move16958880 09/08/13. Ahora sí, hasta Indian Springs
10/08/13 Un momento, ¿no hay move? La jornada fantasma.
http://www.movescount.com/moves/move17105966 12/08/13. Jornada técnica. Tonopah.
http://www.movescount.com/moves/move17196038 13/08/13. Entrando en California. Benton


Las etapas de desierto, lo que tienen, es que son largas o cortas dependiendo de donde se pueda conseguir agua. No hay más que eso. Os lo dice uno que ha recorrido cienes de desiertos. O más.

El recorredor de desiertos.


Salir de Las Vegas iba a tener lo suyo, eso ya lo veía venir. Pero antes, ¿porque hacia el norte? Muy sencillo, hacia el sur habría de seguir la I15, la cual supongo que podría tomar, pero no estoy seguro. Por otro lado, supondría atravesar el desierto de Mojave y Death Valley (el Valle de la Muerte)… y no creo que le hayan puesto ese nombre sólo para ser los más malotes. Una cosa que lamento de no pasar por el Death Valley es que tiene el punto más bajo, no sumergido y natural, en América del norte, a unos 86 metros bajo el nivel del mar. Pero creo que puedo sobrevivir sin ello. Por último, esta ruta me dirigiría hacia Los Angeles y evitaría San Francisco y la costa californiana. Y eso sí que no.

Para sus viajes interestelares...
Así que tomo la ruta norte, que me llevará a través del desierto, me dejará a unas 100 millas de la mítica Area 51 (ya sabeis, OVNIS, Rosgüel o como se escriba y tal), y pasando por Mono Lake, me llevará hasta Yosemite National Park. Pero primero el desierto. Y eso quiere decir, en mi caso, seguir la ruta 95.







Las jornadas del desierto han sido, con mucho, las más caras del viaje. Dormir de día, a la intemperie, en tienda de campaña, bajo un sol de justicia, no era viable, así que durante estas jornadas estuve tirando de moteles. Normalmente salía de noche, calculando las horas de trayecto para llegar a destino siempre antes de las 14.00. De modo que hubo días que incluso pude dormir de noche... lo que contribuyó a destrozar completamente mis ciclos de sueño. Para cuando llegué a Benton, ya en California, era más bien un zombi.

No es una carretera abandonada. Y jugaba esto a mi favor. Una red de seguridad si queréis verlo así. Saber que, a las malas, siempre aparecerá un coche, te da una impagable tranquilidad.

En el desierto, y más si es de noche, todo transcurre despacio. Los kilómetros son más largos, casi perezosos. La luz de la bicicleta se convierte en todo el panorama que tienes a la vista, y cuando llevas 5 horas así, o has conseguido evadirte o vas camino de la famosa camisa de lona con mangas largas opcionales.

Amanecer ciclista
Sin embargo, siempre puede uno arrancar un momento para detenerse y disfrutar de un cielo totalmente limpio. Despejar la mente volcándola en ese manto de estrellas y sentir el frescor de la noche. El último día en Nevada, a eso de las 05.00 de la mañana me dio un ataque de sueño, pero esta vez, al contrario de otras, no me resistí. Así que tomé el saco y tal cual, a un lado de la carretera, me eché a dormir, dejando que lo último que hiriese mi retina fuese el brillo de las estrellas. Una hora más tarde, un bello amanecer me llevo de nuevo a lo alto de mi biciclo.



Si alguna vez vais por Nevada, un consejo que os doy, es que estéis atentos a las cunetas. En cuestión de dos días, me encontré un Motorola modelo pantallón, un iPhone 4S y una cartera sin documentación ni tarjetas pero con 40$. Las cosas que pierde la gente.

Kilómetros de arcenes.


¿Un lupanar?
También habéis de estar atentos a los bares donde queráis parar a tomar algo. Ya que en las zonas rurales de Nevada la prostitución es legal, y el carajillo os puede salir realmente caro. Por mi parte, y dado que con esto del relojito todos sabemos por donde he arrastrado mi culo, he preferido sacar fotos con el zoom al máximo antes de acercarme, que después hay que dar muchas explicaciones.











Nevada también tuvo su particular fiebre del oro, así Goldfield lo puede atestiguar. Claro que también puede atestiguar que aquello ya pasó. Fue aquí donde recibí un baño de humildad que me vino de perlas. El abuelo me preguntó que cuanto tiempo llevaba en la carretera, y muy ufano le contesté que unos 3 meses, ya que venía desde Alaska. -Mmmm, ósea, que eres nuevo en esto-. -¿Nuevo?- respondí un tanto despistado. - Claro, hay gente que lleva años- y tenía toda la razón. Absolutamente toda.

Esta para Don Felipe




Así que un poco menos crecido (tranquilos, mi ego sigue siendo épico) llegué hasta California, y claro, vaya decepción. Uno espera ver a Pamela y a David dándose carreritas por la playa y lo que yo tengo delante es el mismo erial que tenía detrás... pero ahora además en subida.

El primer día en California fue duro. Mucho. Por la parte positiva, pude arrancar el día habiendo dormido en el desierto, lo que fue barato y agradable. Además seguía estando al lado de Benton, así que pude desayunar bien.

Lo "malo" llegó a continuación, y es que tocaba subir desde 1600, hasta 2480 metros, aproximadamente, con lo que al final de la jornada acumulaba unos 1200 metros de ascenso, que para remate no estuvieron precisamente repartidos, si no que se concentraron en dos rampas nada graciosas. Sudar. Era lo que tocaba. Pero para eso hemos venido.

Una vez se hace cima, la bajada nos lleva al Mono Lake, famoso en el mundo entero por el alto nivel de alcalinidad de sus aguas y por haber en ellas una serie de bacterias que han basado su "dieta" en derivados del arsénico, en lugar del fósforo. Y es que no te acostarás sin saber algo más. Pero la cuestión es que cuando llego allí estoy tan absolutamente derrotado que lo único que busco es comer y dormir. Creo que ha sido la única vez en el viaje que, teniendo algo tan cerca, no he ido a visitarlo.

Pero mejor vayamos a descansar. Mañana tiene lo suyo.

Cuando llego a los Parques Nacionales quiero tomármelo con calma. Pero primero hay que llegar. Y en este caso, cuando conseguí llegar hasta la entrada del parque, las rangers que estaban allí me miraban con un cierto asombro. Esto ocurre cuando subes unos 1000 metros en apenas 20 km tirando de un remolque y también, es necesario, es obvio que no suelen hacer esto a menudo ellas mismas. Si no se habrían dado cuenta que todo es cuestión de paciencia, de subir poco a poco y de parar a... tomar fotos (yo nunca descanso, yo tomo fotos).

Mono Lake. Tomando fotos en la subida


Y así fue como subí, tomando fotos, e incluso en un agradable apartado que encontré con una magnífica vista del valle que allá abajo estaba dejando, me paré a leer un rato. Si bien la subida es dura, la cima es magnifica, con pequeños lagos donde la gente, que no ha subido en bici, está pescando o remando. Un marco idílico.

No me esperaba tanta agua a casi 3000 metros

Una vez alcanzo el paso de Tioga, donde las rangers me permiten el paso, tengo 3000 metros de bajada hasta San Francisco, así que me doy por satisfecho por el esfuerzo realizado.

Avanzo lentamente. Me dejo llevar por el viento y la leve bajada. No hay arcén, pero tampoco hay tráfico.

Vuelvo a parar a leer. Empleo tanto tiempo en seguir las líneas como las hojas que por el arroyo se mecen. Bucólico es el adjetivo adecuado.

Bucolicando


Finalmente llego a un campground, y sabiendo como está el tema en los PN. Me quedo en este ya que, a partir de las 11.00 será casi imposible encontrar plaza en otros. Además, justo al lado tengo el Lembert Dome, donde veo a gente escalando. Vuelvo a tomar mi libro (bendito Kindle) y me voy al rio a remojar mis pies. Me acercaré al Dome, y daré un par de vueltas en torno al campground, pero hoy no iré más allá.

Lembert Dome.


En el dome.



A alguno quizás le haya llamado la atención el título del post. Bien, Yosemite queda clara, ahora iré a la carpa y al oso.

Mi intención es avanzar poco, ir hasta el próximo campground disponible y hacer algo de senderismo. Como preveía, los 3000 metros de bajada no pueden estar exentos de subidas, pero dado el entorno me da igual. Yosemite es la feria del granito. Los valles, densamente poblados por árboles, están jalonados por monstruos de granito, en los que los más aventureros, disfrutan de la escalada.



Discurriendo entre estos valles llego a un precioso lago y no resisto la oportunidad de nadar un poco. El agua está fresca pero uno se acostumbra rápido, y poco a poco somos más los que nos zambullimos.

A nadar!!


Cuando parto llego al primer campground que me encuentro pero está completo. No me hace mucha gracia que el cartel esté a una milla de la carretera y cuesta abajo, pero que le vamos a hacer.

Y aquí comienza una de las jornadas más raras del viaje.

La carpa. Erase una vez un ciclista que bajaba por Yosemite, extasiado en su belleza cuando el firme, que estaba muy firme hasta aquel momento, presenta una serie de rugosidades. Estas rugosidades no son advertidas por el ciclista ya que la carretera está salpicadas de luces y sombras de los árboles. Para cuando su rueda delantera topa con ellas, él ya sabe que habrá que volar. Habra que hacer la carpa. Salir despedido gritando ¡No! como si eso fuera a desactivar la gravedad, y girar inconscientemente el cuerpo para aterrizar como hace tantos años aprendió en judo es todo uno. Escasos 5 segundos más tarde el ciclista, ahora magullado, está retirando la bicicleta de la calzada y los primeros coches hacen su aparición. -Te has golpeado la cabeza? estás bien?- me preguntan. -Señora, estoy hablando en inglés y soy español así que debo estar bien, pero por el amor de dios, dígame que son gemelas o veo doble- un cierto humor se hace notar. -Somos gemelas, tranquilo-. Que alivio.

Recuento de daños: muñeca, codo, cadera y rodilla izquierdas ligeramente magulladas. Espalda en perfectas condiciones, aunque la camelback parece un poco fastidiada (normal, la bolsa de agua funcionó como un airbag). Espejo de la bici, baja. Reflectante trasero, casi baja. Y eso es todo, así que, más feliz que una perdiz.

Me subo de nuevo en la bici, con más miedo que vergüenza y nada me duele. Verás tú cuando baje la adrenalina. Subidas y bajadas más tarde me llevan hasta el siguiente campground. Completo. -MIre usté, seño ranger, si es que sólo necesito un sitico pequeño para mi tienda-. Completo. -A ver, seño ranger, ¿no ve que estoy sangrando?- Completo, hay otro campground a unas 12 millas. -Muy bien, seño ranger, me voy, y en menos de 1 kilómetro pondré mi tienda en mitad del bosque.- Eso está prohibido- me responde. Ya bueno, ser tan tonto también debería, pero que le vamos a hacer... pero eso me lo quedo para mi.

Así que, unos 3 kilómetros más allá (aun no lo se pero me he ido hacia donde no debía), encuentro un lugar que puede servir. A pesar de mi bravuconería, decido hacer noche sólo con el saco, para tener más argumentos cuando me pillen. Pero cuando noto el tercer bicho corriéndome sobre la cara mi paciencia se agota y monto la tienda.

No se cuanto tiempo pasó, pero un sonido me despertó. Dormir en el bosque te agudiza mucho los sentidos. Y lo siguiente fue cuestión de no más de 10 segundos. Pasos, ya están aquí los guardas, pensé, ¿pero y las linternas?. Y ahora tres cosas pasan a la vez: mi tienda se comba hacia dentro al tiempo que se escucha un gruñido, un olfateo. Chillo como una niña de 5 años, y arreo un puñetazo a la tienda. Para cuando abro la tienda no veo nada, pero los pasos que oí alejarse a la carrera... Oso.

Aunque parezca mentira, 15 minutos más tarde estaba roncando. Nunca se oyó de un oso rencoroso.


Cuando inicié este viaje no tenía un plan concreto. Y aun a estas alturas sigo sin tenerlo. Lo prefiero así. Sin embargo, hay una serie de cosas, sitios, que quería ver. San Francisco era uno de ellos, y ver sequoias gigantes era otra.

Cuando me fui del campground lo hice en la dirección errónea, y sigo sin saberlo cuando me levanto, así que me pongo a bajar. 7 km más tarde me doy cuenta de mi error, así que toca subir los 7 de hoy más los 3 de ayer. Estoy tentado de acercarme a saludar al ranger, pero paso, además lo más probable es que ya no esté.

Ya en el camino correcto, esta vez será la 120 la que deba encaminarme hacia San Francisco, paro en Merced Grove, de donde parte un sendero de milla y media hacia un conjunto de sequoias. Encontrarte en torno a esos árboles es algo genial. No voy a entrar en esos rollos new age de las "energías" que transmiten, pero ciertamente merece la pena el desvío y el kilometro que preveo empujando la bici de vuelta a la carretera.

Para la referencia de tamaños recordad que mido 2,30 metros y mis piernas son las columnas de Hércules.

Es empujando la bici, ya de vuelta, cuando Giorgio, italiano, me echa un cable y comenzamos a charlar. Está de viaje con su mujer y dos amigas y me invitan a quedarme con ellos en su parcela en el siguiente campground. Así que paso una agradable tarde con ellos.

Viva Italia!!


La verdad es que estoy teniendo muy buena suerte.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Las Vegas



Cuando estuve con Jed Waldron y sus amigos en el restaurante japonés en Logan (parece que fue hace una eternidad). Estuvimos hablando de la ruta que podría tomar para llegar hasta Las Vegas. Me comentaron que, tras llegar a Saint George, debía tomar un desvío ya que no estaban permitidas las bicicletas en la Interestatal en ese tramo.

El trayecto desde Hurricane hasta Saint George no tuvo mayores incidencias. Nada que destacar. Pero cuando llegué allí realicé una búsqueda de ruta a través de unos mapas que tenía descargados y vi que había una posibilidad, mixta entre la ruta que me había indicado y una avenida que aparecía en mis mapas. No creas todo lo que leas, y no confíes ciegamente en un mapa. Quédate con eso, machote, y este viaje te habrá hecho más sabio.

En resumidas cuentas, la "avenida" que marcaba el mapa no era más que la línea divisoria entre los estados de Utah y Nevada, con lo cual la foto sería: Fernando un par de millas adentrado en el desierto, al principio por un carril de tierra, después creando mi propio camino al andar, dos buitres dando vueltas encima mía (100% verídico) y el reloj marcando los 45º y subiendo. Vale, a estas alturas, y como estoy en medio de la nada y nadie me oye, lo digo… me he perdido. Lo cierto es que no estoy perdido, porque se donde está la carretera y, después de practicar el salto de valla con una bici hasta los topes y su remolque, vuelvo a pedalear sobre asfalto, un placer.

perdido en el desierto, Nevada, cicloturismo, aventura
Ups!!


Pero el placer dura poco, porque esta carretera lleva hasta la célebre I15, donde bycicles are not allowed. Llamémosle pálpito, pero no me siento con ganas de saltarme a la torera ese hermoso cartel y que un señor de los de la porra me ponga una multita o me llame la atención; así que me doy la vuelta hacia Saint George, a buscar refugio del sol, porque mañana tomaré el desvío que me recomendaron.


Mañana llega temprano. Concretamente doy la primera pedalada cuando el sol aun no se ha lavado la cara. Salgo de la ciudad ascendiendo continuamente, y me quedará un buen rato de ascenso, aunque aun no lo se. Dejo atrás las últimas urbanizaciones y entro de lleno en una zona montañosa siguiendo la antigua 91. Ahora las cuestas ya no se disimulan de ningún modo, parecen retarte. Pero se han equivocado de tipo. Yo voy a mi ritmo y me lo tomo con calma. David me pidió una foto con esos matojos que siempre rodaban frente a los duelistas que a las 12.00 desenfundarían sus pistolas en la calle principal de un pueblo largo tiempo olvidado. Y en esas ando, a ver si encuentro una bola ya formada.

desierto, pistolero, ciclista
uiuiuuuu nananaa


Así que, después de 3 horas de subir con calma, empiezo a bajar, también con calma, y es en esta bajada que llego, de nuevo, a Arizona. En mi bajada veo la I15, y parece que voy hacia ella. Esta carretera ha cruzado mi misma cadena montañosa pero un poco más hacia el este… seguro que me ha tocado el trabajo duro, cáspita.

Efectivamente llego a la I15 pero, siguiendo carreteras de servicio paralelas a esta, evito tener que entrar en ella.

Al final llego a Mesquite, Nevada, y tomo una habitación en un casino. Lo de los casinos en Nevada es un capítulo aparte pero en resumidas cuentas sería:
- Precios muy bajos en las habitaciones y comidas, actuando como gancho.
- Una vez en las salas de juego, no hay ningún indicio de la hora del día que es. Ventanas y relojes destacan por su ausencia.
- Derivado de lo anterior, no hay hora de cierre. Siempre hay crupieres para las mesas, siempre está abierto el restaurante.
- En los casinos está permitido fumar. En algunos de ellos se indican que hay zonas de no fumadores, pero el humo sigue flotando. Este es uno de los caballos de batalla de Adelson para Eurovegas.

A medio día salgo a comer a un McDonald´s que tengo a mano para tirar de wifi (cierto, no hay wifi en los casinos) y los Waldron me envían un mensaje diciéndome que vienen desde Las Vegas, así que un rato más tarde vuelvo a verlos, y esa alegría que me llevo. Por casualidad podría darse la circunstancia de que nos volviésemos a ver en San Diego, si yo tardase 6 semanas en llegar allí. Ya se verá. El caso es que el paseo de 300 metros de mi habitación hasta el Mc ha sido extenuante. No se que temperatura habrá, pero mi sensación es de 65º o más. Así que danzo hacia mi cuarto y a dormir, que esta noche será larga.



La regla general suele ser que, un ciclista puede circular por una interestal siempre que no haya una ruta alternativa disponible. Pero, ¿que es exactamente una ruta disponible? porque un rodeo de 50 km puede serlo. Es agarrarme a un clavo ardiendo, pero si me llegan a parar ese será mi clavo.

Son las 2 de la madrugada cuando me pongo a ello. Hasta destino, unos 140 km. ¿El objetivo? Evitar las horas centrales de sol. Conducir de noche es monótono y cansino cuando uno conduce un coche, y no cambia mucho cuando uno va en bici, así que aprovecho para escuchar algunos de los podcast que Toni me ha recomendado. Básicamente escucho todo lo que he podido descargarme de La aldea irreductible y La rosa de los vientos. Es agradable escuchar algo de historia y ciencia en estos momentos. La noche está cerrada y de vez en cuando me detengo a mirar las estrellas, al menos mientras el ocasional coche/camión no me deslumbra. Como era de esperar, circular por la I15, de noche, es muy cómodo. Es una muy buena carretera, con amplísimos arcenes, y como yo parezco un maldito árbol de navidad con tanta lucecita, voy muy seguro y cómodo.

Las horas pasan bajo mis ruedas y empiezo a sentir el picor del hambre, cuando una gasolinera aparece en lontananza. Es también en este momento cuando me noto más flojuno, me cuesta más de lo normal tirar de la bici, hasta que parte de la sangre que alimenta a mis piernas va hacia el cerebro y me eleva por sobre la estupidez de la ameba común. He pinchado. No me lo puedo creer. Pero no han sido las ruedas de la bici, si no la del remolque. Las Marathon Plus se mantienen invictas. Por suerte la gasolinera está al lado, así que llego hasta allí y hago las reparaciones oportunas, además de zamparme unas tortillas de órdago.

Sigo camino y la temperatura empieza a hacerse notar. Aunque aun falta mucho para que apriete.

Un coche se para delante mío, a unos 300 metros en el arcén. Ya está, una patrulla de la interestatal camuflada. Alguien se baja del coche pero está aun lejos para distinguirlo mientras me acerco lentamente para montar mi historia "verá señor agente, mire usté, yo es que soy cortito…" sacan algo del maletero, cilíndrico, de aproximadamente un metro de longitud y quizás 30 cm de diámetro y se lo hecha al hombro, ¡¿no ira a disparar?! Pues no, no va a disparar, más bien me están devolviendo mi tienda de campaña que se me cayó, vaya usté a saber como, de la bicicleta. Milgracias, de nada.

Supero la última cuesta y veo por primera vez Las Vegas. Concretamente destaca el Stratosphere en el skyline. Aun así, me faltan unos 30 km para llegar hasta allí. Dejo la I15 y tomo una carretera de servicio que, bajando, me lleva junto a una base aérea. Por encima mía, varias parejas de cazas hacen sus maniobras.

Al fondo... Las Vegas

Estoy seguro de que Las Vegas me enseñará su cara más glamurosa, más o menos, pero mi entrada no destila Coco Channel precisamente. Solares vacíos, puestos de comida por la calle, negocios de dudoso aspecto y mucha mugre. El típico sitio donde no querrías reparar una rueda a las 12 de la noche. Finalmente llego al Strip que, curiosamente, no está en Las Vegas. Oh, sorpresa!! Para ir a Las Vegas, en realidad tienes que ir a Paradise, que es un anexo a la ciudad. Me registro en el Excalibur, como no. Y aquí vamos a añadir un par de puntos a la lista del día de ayer:
- El precio de la habitación es barato. Pero no llega los impuestos, y tampoco te han dicho el cargo por el uso de internet y del teléfono que te harán: 15$/noche.
- Internet. Que no wifi. Y mi supermega ordenador no tiene entrada LAN, así que bajo a recepción y que esto son lentejas.

Al menos me han ayudado a meter la bici en la habitación. Y cuando he pedido el cambio de la misma por un ruido molesto del aire acondicionado han sido rápidos y eficientes. Muy bien, pero yo me voy a dormir que ha sido un día muy largo.

Gondolas? Pues será Venezia.


He medio perdido el ritmo del día y la noche. Y trato de terminar de perderlo. Intento alargar el sueño hasta la noche y salgo a ver la ciudad. Me pateo el Strip un par de veces, viendo la fauna que por aquí se mueve. Fauna de la que formo parte. Los grupos más numerosos son, somos: el turista, el fiestero y el zumbao.

El turista viene en un par de modos. Por un lado tenemos al recién llegado, mano en cámara y candidato a torticolis. Todo lo mira, todo lo ve. Cada casino, cada espectáculo, cada bombilla (menos las de los semáforos… estas a veces no las ven), absorbe y ordena en su mente tratando de decidir el orden de preferencias para lanzarse en la segunda noche. Y por otro lado, en contraposición al "recién llegado" tenemos al "casi que me voy", la gomina se le ha caído, tiene un faldón de la camisa por fuera del pantalón y arrastra un tanto los pies. La cámara que siempre se había mantenido por encima del hombro (Vamos Fulano, trabaja esos bíceps!) ahora cuelga inerte del cordón enrollado a su muñeca. Lanza miradas a los casinos conforme va pasando, casi como los perdonase por estar allí, o quizás maldiciéndolos porque aun le faltan un par de kilómetros para el descanso de la cama.

El fiestero rara vez está solo. Y, bueno, son iguales en todos lados. Se les identifica fácilmente por su continua necesidad de aceptación del resto del grupo. ¿qué uno ve una niña guapa? -¡¿tíos la habéis visto?!; ¿qué a alguien le apetece un perrito en un puesto en la calle? -¡¿tíos nos comemos unos perritos?! todo ello coronado, de forma no tan esporádica, con el asentimiento del grupo con la célebre expresión de -"uuueeeeehhhhhhh!!!. Lo dicho, igualitos en cualquier parte del globo, seguro.

Por último, y no menos importante, el zumbao. El cual, por desgracia, suele sufrir de algún tipo de dolencia mental. Sin embargo, lo que me llama la atención es que están muy bien repartidos. Casi parece una política municipal "ninguna calle sin su zumbao".

El Strip es la pesadilla de un minimalista. Eso está claro. No diré que no me gustó, para nada. En realidad todo tiene el suficiente buen gusto como para ser bonito de ver. El problema es lo sobrecargado. Así uno empieza, por ejemplo, en Excalibur, que es un castillo con sus almejas y tal (orcos, hay muchos orcos), y al cruzar la calle llega al New York, New York con su montaña rusa, enfrente el hotel de la Metro, y un poco más abajo el Hard Rock Café. Venecia, Paris, etc. Si eres capaz de aislarlos mentalmente, disfrutaras mucho más de este paseo.








De todos modos, si no apetece salir del hotel, puedes encontrar de todo. Gimnasio, piscina, 30 restaurantes distintos, peluquería, sala de masajes… lo que necesites con tal de que no abandones del hall de juegos.

Con eso del sueño cambiado, he pasado por el vestíbulo a las horas más intempestivas, y no diré que a las 05.00 estaba igual que a las 17.00… pero casi. Es una sensación extraña ver a la gente en las tragaperras como si no hubiese un mañana… y esa es otra, la temática de las tragaperras. He visto de El Señor de los Anillos, de Big Bang Theory, de Star Wars y Sexo en Nueva York sólo por mencionar algunos, y me sigo quedando con la duda: ¿cómo se adapta el argumento de cualquiera de estas temáticas a un negocio de echar moneditas y tirar de palancas?

Ah, se me olvidaba un par de cosas. Por un lado, aquellas chicas en bicicleta que vi con cuernos y aureolas en los cascos, no estaban de despedidas de soltera. Participaban en un carrera llamada "Saints to sinners" (de santos a pecadores) que va desde Salt Lake City, ciudad mormona por excelencia, hasta Las Vegas, ciudad del pecado por antonomasia. Eso son unas 500 millas non-stop. Osea, que tu paras cuando quieras pero que el resto hará lo que quiera… 500 millas, puff.

Por otro lado, me gustaría saber como llegaron a decidir que este es un buen sitio para poner una ciudad… en medio de un maldito desierto!!