jueves, 30 de mayo de 2013

No estoy solo en el camino. Tomás.

Desde Seattle en un mes.
El 25 fue decididamente un día atípico. Para empezar, y sobre todo, porque me topé con 5 viajeros en bicicleta. Los dos primeros tenían mucha prisa (viajando en bici??) y no hicieron el amago de parar; más tarde, a unos 16 km, en Destruction Bay a las orillas del Kluane Lake, mientras trataba de ajustar el cambio trasero que empezaba a dar problemas, me alcanzó Tomás, argentino de 32 años que se dirige a Florida desde Fairbanks. Un poco más tarde me crucé con dos norteamericanos, que en unas muy buenas bicicletas, habían subidos desde Seattle en cosa de un mes. Esto ya empieza a estar demasiado atestado, la verdad.

Tomás.
Tomás me alcanzó unos 30 km más tarde, poco antes de cruzar el puente que pondría punto y final al lago Kluane, y a partir de ese momento continuamos junto. Tomás es un auténtico viajero, del que tengo muchísimo que aprender. Su bicicleta es un hierro que no cogerías ni aunque te la encontrases tirada en la calle, pero todo en ella es fácilmente reparable (salvo que le pase lo que a mi, claro). Su ritmo es calmado pero constante, y al tiempo es capaz de mantener tiradas superiores a los 100km durante varios días. Hablando con él me contó que ya viajó desde Nueva York a Florida anteriormente, y en Sudamérica ha realizado numerosos viajes, de hasta 9 meses de duración. Sin él, ciertamente las etapas que se me venían encima hubiesen sido mucho más penosas.

Hicimos la primera noche tras uno de los esporádicos puntos de descanso que salpican la carretera, dejando la comida en los bidones a prueba de osos, y temprano al día siguiente emprendimos de nuevo el camino. A pesar de la fama que puedan tener los argentinos, Tomás no siente la necesidad de rellenar  cada silencio con charla inútil, más bien parece ese mi papel, pero en esos momentos necesitaba sacarme de la cabeza lo que se cocía bajo mis posaderas. La rueda cada vez se bamboleaba más y el sillín no dejaba de imitar a la dichosa silla de rodeo. El viento, como no podía ser de otra forma, ataca de frente, y nosotros aún no nos conocemos tanto como para poder darnos relevos; aunque él aguanta más horas sobre la bici, mi ritmo parece un poco más alto, con lo que lo dejo atrás, así que pedaleamos en paralelo. El coche que nos adelanta cada hora no tiene problemas en sortearnos.

Un alto en el camino

Dos días más tarde llegamos a Haines Junction. Uno de tantos pueblos cuyo único leitmotiv, es que es un cruce de caminos, en este caso hacia la Alaska Highway y Whitehorse, o hacia Juneau (capital de Alaska). Sin embargo aprovechamos la wifi que nos brinda una panadería que parece no tener sentido en un pueblo así y que, sin embargo, se encuentra atestada. Intuyo que por ser domingo, día en el que mucha gente decidirá ir a darse una vuelta por ahí. Tomás y yo damos buena cuenta de un pan de cebolla y queso cada uno, y yo le añado un burrito. Repuestas fuerzas nos acercamos al centro de atención al viajero, donde además de informarnos sobre la región podemos recargar agua. Y como guinda del pastel un obrero que estaba por allí me fija el sillín con la llave fija que no había podido conseguir hasta ese momento, y con tan buena suerte que el sillín está nivelado. Así que con el viento de espalda y el culo semiquieto (la rueda va a peor) hacemos 20km más hasta que decidimos acampar.

Esta noche tampoco tendremos compañía, pero visto que mientras montábamos el campamento nos pasaron a visitar un oso negro y un coyote decidimos colgar la comida de los árboles (esta vez no hay foto de los bichos, lo siento pero estaban demasiado cerca y mi cámara demasiado lejos).

Tomás en su papel de "sherpa"
Y comenzamos la jornada que podría ser la definitiva ya que nos separan unos 130 km de Whitehorse, si bien el plan sigue siendo hacer unos 90/100 km para llegar a la mañana siguiente a la ciudad. El deterioro de la rueda ya es patente. La llanta se está desintegrando y ya ha perdido un trozo junto a uno de los radios, y lo que eran ligeras quebraduras en otros tres se han convertido en visibles agujeros. La rueda cada vez oscila más llegando a rozar el neumático con el cuadro. Aflojamos radios y apretamos otros, introducimos arandelas en el eje a fin de forzar una separación con el cuadro y a última hora llego a desmontar el freno para poder forzar más la rueda, pero a últimas horas de la jornada ya es patente que no hay mucho que hacer. Cualquier apaño que le hagamos pierde su efectividad cuando me subo sobre la bici. De modo que hacemos noche, se nos ha hecho tarde y terminamos de cenar para las 23.45 aproximadamente, pero a las 06.00 ya estamos en pie. Hoy tocará empujar la bici, y ayer la dejamos preparada para que sea Tomás el que lleve también mi remolque además de todo su equipaje. Forzamos por última vez mi rueda para que roce lo menos posible y nos ponemos en marcha, por delante unos 25 km hasta destino.

Enfilando el penultimo ataque a Whitehorse.
Una de las cosas que más rabia me dio de la entrada en la ciudad es la larga bajada que lleva hasta ella. Lo que podía haber sido un paseo triunfal se convierte en una penosa caminata por el asfalto y un par de ampollas de recuerdo. Pero ya estamos en Whitehorse, capital del estado de Yukón con una población aproximada de 24.000 habitantes. Tenemos un Wallmart y un par de tiendas de bicis ¿que más se puede pedir? La primera parada es el Wallmart, para poder beber un poco y tirar de wifi, que como el agua es un recurso preciado. Localizamos las tiendas de bicicletas y nos encaminamos hacia ellas, en Icycle no hay suerte. El chaval que nos atiende no se cree que no haya tirado la bici por un barranco para que esté así la rueda, por lo que me dice que sus ruedas no me servirían, así que me manda a Cadence, donde por suerte (y por unos dolorosos 110$) consigo la rueda que me montarán por otros 25$. Me la tienen lista por la tarde pero la recojo a la mañana siguiente, pero al probarla el cambio no parece ir bien y lo que se supone que es un ajuste de 5 minutos se convierte en un ajuste completo porque el dueño no ajustó bien el anillo de cierre del cassette (los piñones, vamos)... y pensar que fue el mismo que me dijo que el próximo taller está a 1500 km... puff.

Por lo menos estos dos días en Whitehorse me han permitido: descansar, arreglar la bici, hacer la colada (que falta hacía ya), ducharme unas cuantas veces (las toallitas húmedas llegan hasta donde llegan), ponerme al día con el blog y con suerte mañana puede que consiga un teléfono.

La gracia está al final de los radios.

Por delante me queda la decisión de seguir por la Alaska Highway o tomar la Casiar. Por lo que parece la segunda es más bonita pero también más dura, mayor desnivel y mayor distancia entre "pueblos", ¿que decís, Casiar o Alaska highway?

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miércoles, 29 de mayo de 2013

Yukon, larger than life

482.443 km2, es la superficie de los Territorios del Yukon. Con una densidad de 0,7 habitantes por km2. La península ibérica tiene una superficie de 583.254 km2 con una densidad aproximada de 98 habitantes por km2. Y por último, Alaska, con una densidad de 0,49 habitantes por km2. ¿Y por que os cuento esto? Porque en teoría hay aquí una mayor densidad de población que en Alaska pero, sin embargo, la sensación que tengo ahora mismo dista mucho de lo que los datos arrojan (por no hablar de que son simples medias y no tienen en cuenta la desviación respecto a la media).

Desde mi salida de Beaver Creek apenas recuerdo haber cruzado ningún otro pueblo. A lo sumo 6 ó 7 negocios de los cuales, como no, los de alojamiento estaban abandonados. Las distancias, aun cuando uno viaja en coche, son enormes, y no se puede contar con una gasolinera a la vuelta de la esquina. Escuché hace tiempo que en Australia, cuando van a cruzar la gran nada que es su centro, han de llevar su propio suministro de combustible, y aquí no resulta extraño ver como en la baca de algunos vehículos se apilan 4 y 5 garrafas de gasolina.

A veces la sensación es de que uno podría montar aquí su propio país y nadie llegaría a darse cuenta, tan basto y salvaje es el territorio.

Y para mejorar las cosas, la cobertura telefónica es inexistente.


Los 2 últimos días en Alaska fueron bastante duros, especialmente el último, y quería tomarme uno o dos días de "relax", con tiradas cortas para poder recuperarme un poco. Y así comencé el día 22, con un desayuno tardío y copioso, y un ritmo lento y agradable, siguiendo la tónica de los últimos días y que preveo me acompañará por un cierto tiempo, suaves subidas y suaves bajadas. El firme se nota más deteriorado, ya no es asfalto, si no más bien pequeñas piedras compactadas por alquitrán, lo que hace que la bicicleta no ruede tan fina como antes y tenga una vibración constante, pero no molesta.

White River

Pero la suerte no siempre está del lado de uno. Así que cuando encontré el campground perfecto, a los 50km, junto al White River, no podía estar de otro modo que cerrado. Continué un poco más con la vista en los laterales a la espera del sitio propicio. Pero es sitio tardaba en llegar, de tal modo que continué por unos 8 km, hasta que al final de la carretera me pareció ver una estación de servicio... y así fue como me crucé con mi primer grizzley. Justo antes de la estación de servicio había un puente, y cuando lo estaba cruzando el oso salió del margen derecho y cruzó la carretera hacia la gasolinera. Por suerte tenía la cámara a mano. Por desgracia no traje la grande.

¿Por qué cruzó el grizzley la carretera?

Cruzó hacia la estación de servicio y en ese momento, torpe de mi por no darme cuenta de que tenía el viento de espalda, se percató de mi presencia. Para un chico de ciudad es muy intenso cuando un bicho de este calibre se te queda mirando. Piensas en que harás si se dirige hacia ti; correr no, y aunque vaya en la bici es más rápido que yo, ¿saltar al río? tiene medio metro de profundidad y me rompería las piernas, además, nada mejor que yo, ¿me subo a un árbol? claro, como no, porque estoy muy acostumbrado a trepar. Así que hice lo único que no debía hacer, coger un cascabel que sirve para advertir a los animales de tu presencia y lo hice sonar. La verdad es que aquello me recordaba a la escena de La Casa de la Pradera, cuando la señora llamaba a la prole a la mesa haciendo sonar el triángulo -señor oso, su merienda-cena está servida-. Por suerte el animal posee más sentido común que yo y se largó de allí a paso ligero.

Bueno, como después descubrí, este negocio era uno de los que estaba cerrado, y obviamente allí, visto
lo visto, no iba a plantar la tienda. Así que seguí un poco más hasta que llegue al Campground que antes me habían referido. Aquí se produjo un pequeño incidente sin riesgo ni importancia pero que me dejó claras un par de cosas. Traté de montar la tienda pero el suelo no admitia las piquetas, así que monté la tienda asegurándola a una mesa del camping y a la bicicleta y remolque por otro lado. Con lo que no contaba es con que se cayera la bicicleta a eso de las 04.00 de la madrugada; y aquí las cosas que aprendí: 1. los osos me tienen acongojado y 2. aún pareciendo un maldito gusiluz, con el saco hasta las cejas me puedo mover muy rápido... mucho.


Dentro de la tienda.
Habiendo dormido poco y mal me puse en marcha. Y aquí empiezan los problemas, porque tengo las piernas muy cargadas y no ruedo con la suavidad de los últimos días, pero eso es normal. Lo que no es normal es que la llanta de la rueda trasera se esté desmoronando en varios puntos. El próximo punto en el cual podré hacer un cambio de rueda está a unos 300 km, y no tengo muy claro si aguantará 50 km más. Además, no se que hacer, ¿debo cortar el radio para aliviar la tensión o eso lo empeorará? Como medida preventiva, cambio las zapatillas de calas a las normales para poder sacar el pie rápidamente en caso de que la rueda ceda; pero además me estoy arriesgando a a que al desmoronarse la rueda se lleve el cambio trasero con ella. Y como segunda medida limitaré mi velocidad a 15 km/h de máxima, para minimizar daños cuando se produzca la caída. No obstante vuelven a caer 62 km, y vuelvo a hacer noche al raso. Bueno, quien dice noche puede decir cualquier cosa.

Esta vez no hay oso ni sorpresa nocturna. Me pongo en pie tras un nutritivo desayuno de M&M´s (deberían patrocinarme, la verdad) y comienzo la marcha. El camino es sencillo y no hay muchos problemas, más allá del mosqueo del estado de la rueda trasera que no para de martillearme en la cabeza. Mi ánimo no es muy alto y me siento bastante frustrado ante las circunstancias, pero poco a poco sigo avanzando. En uno de estos momentos de parada, no recuerdo si fue para una foto o para descansar, la bici pierde el equilibrio un poco y, como siempre, la sujeto con mi mano derecha del sillín, si bien, no como siempre, me quedo con el sillín en la mano. Recapitulemos: la tienda de recambios está a unos 280 km, el "pueblo" más cercano a 10km, llanta en proceso de putrefacción y no puedo subirme a la bici. El resultado es uno de esos momentos de los que tantas veces he hablado. Lo normal hubiese sido maldecir y chillar, pero eso no lleva a nada, así que mi estado de ánimo cambió de "frustración" a "a por ellos que son pocos y cobardes" y comencé a andar. Y así hubiese actuado cualquiera... lo que tiene el ser humano.

Radio arrancando la llanta.
10 km más tarde llegué a Burwash Landing, al pie del lago Kluane (helado, con lo grande que es), una pequeña comunidad formada por una gasolinera y dos hotelillos. Tomé habitación e internet mientras duró, lo que me permitió comprobar que en unas 4 horas pasaba un autobús por allí que me podía llevar hasta mi rueda de recambio, pero me obligaba a quedarme en Whitehorse durante 3 días más para poder volver. Así que me puse a buscar y encontré, al menos, un tornillo que podía valerme, pero que sin las herramientas adecuadas convirtió mi sillín en un toro mecánico; así que la perspectiva es de 280 km de rodeo.


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miércoles, 22 de mayo de 2013

Con los pies en Canadá

Después de la experiencia de Tok, tenía unas ganas terribles de salir zumbando de allí. El problema, porque siempre hay un problema, es que me separaban unas 95 millas de la frontera canadiense y otras 10 millas hasta Beaver Creek, ya en el Yukón, y por enmedio parecía no haber gran cosa, así que la cuestión era como dividir las etapas, en 2 ó 3.

Con esto en la cabeza pero sin hacerle mucho caso salí de la habitación, hice las compras pertinentes para varios días de comida y me lanzo a la carretera que ya está completamente despejada de hielo. El terreno es llano, incluso en ligerísimo descenso, el viento de costado pero también ayuda y por delante una recta de unos 10 km (ME ABURRO!!!). El día está completamente despejado y la temperatura ha subido notablemente, así que avanzo a un ritmo trepidante para mis estándares.

La larga recta
Había chequeado el perfil que tenía por delante a través de Google Maps por lo que preveía lo que más tarde se me vino encima. Bueno, no lo preveía, pero quedo mejor así.

Y es que del llano no pasamos a la montaña, si no a bordearla, subiendo y bajando pequeñas estribaciones de la cordillera. Subiendo una cuesta de 1 milla, bajando otras 0,8 millas, volvemos a subir, y volvemos a bajar; anda, mira, un rio!!! pues entonces volvemos a subir. Y como no hay dos sin tres, el viento comienza a darme de frente. La verdad es que más allá del cansancio no estaba preocupado ya que contaba con tener que dormir al raso, pero el día iba my bien y quería hacer unas 50 millas para dejar el día siguiente ya planteado, y hete tu aquí que, aparecido de la nada (porque por mucho que le preguntes a Google no aparecerá) tenemos una estación de servicio en la intersección con Northway (el cual es un pequeño pueblo, a unas 9 millas de distancia habitado principalmente por nativos americanos... indios). La amable dueña es una señora de edad difícil de definir, con muchos tiros pegados, eso está claro, pero con el pelo negro azabache y la piel sin señales de arrugas.

Entro al trapo y consigo que me deje acampar en un prado delante de la gasolinera y usar las duchas por un par de dólares, me zampo unas alitas de pollo que me saben a gloria (la señora me ofrece las "spicy" pero algo en su mirada me dice que me haría crecer pelo en el pecho) y me pongo a montar la tienda.

Ha pasado ya un rato desde que estoy leyendo cuando escucho un -knock, knock, ¿estás despierto?-  y algo mosqueado me asomo a ver quien me va a decir que no puedo acampar ahí, pero más equivocado no podía estar. Una señora había parado el coche para dejarme unas botellas de agua como bienvenida a Alaska. Empiezo a rehusar indicándole que ya estaba servidor pero finalmente decido aceptar por la cara de decepción que me estaba poniendo. Poco a poco voy recuperando la fe en la humanidad... pero poco a poco aún, eh!.

Amanece un nuevo día (casi es un decir, porque no parece que anochezca) y decido cargarme un café y unos bollos en la tienda. La señora me cuenta que esa noche un hijo suyo ha tenido que llevar a su nieto hasta Fairbanks porque se había puesto malo, y aunque seguía en Fairbanks ya se encontraba mejor. Había llevado al niño a Tok en coche y desde allí en avioneta hasta Fairbanks. Estamos hablando de más de 400 km de distancia. Las reflexiones las de cada uno.

Según mis cuentas, hasta Beaver Creek son unas 60 millas (100 km mal contados), y me encuentro muy optimista, así que me lanzo a por ellos. Y comenzamos con la cantinela de ayer, sube colina, baja colina, sube colina, etc, pero hoy el viento sí que está en contra, así que me lo tomo con algo más de calma. El truco está en ponerme la braga por encima de las orejas, ya que así se escucha menos el viento y pierde parte de su poder desmoralizador, la parte mala es que empieza a hacer un poco de calor y en breve esta prenda pasará al baúl de los recuerdos.

Llevo unas 30 millas y va tocando parar a comer, latita de chile con carne y manzana de postre, y de repostre nos tiramos en la hierba a leer un rato, que bañarse recién comido te corta la digestión. Así que tras una hora me arrojo de nuevo al asfalto, pero ya empiezo a notar el peso de los kilómetros, y cada nueva colina que aparece me empieza a mermar un poco más. Por suerte llegamos a la última (nunca es
la última, da igual lo que os diga) y tras un largo valle llegamos a la frontera americana. Y aquí empieza la agonía. Porque llego con las 40 millas recién cumplidas y hay un hermoso cartel que indica que la frontera canadiense está a 20 millas, y aunque ya lo sabía, no había caído en el detalle que no se si uno se puede parar a acampar o no, así que para evitar problemas, pues toca zamparse esas 20 millas. Y para rematar, la señora de la gasolinera me dijo que desde la frontera había unas 10 millas hasta Beaver Creek ¿pero que frontera? Anda que si me tengo que meter 30 millas más... porque hay un detalle que no había comentado, desde antes de hacer la noche anterior no había cobertura de movil y ya empezaba a imaginar las llamadas preocupadas, así que había que llegar a Beaver Creek, fuera como fuese.

Nos arremangamos los machos y a pedalear de nuevo. La Alaska Highway en tierra de nadie está muy abandonada, mucho. Por tramos es una pista de tierra. No obstante, cuanto más se acerca uno a la frontera canadiense mejor es el firme, y menos cuestas hay, y más fresco es el aire y los pájaros cantan más alto... vamos, que me moría por ver un policía montado de esos de los dibujos (no, sólo en los dibujos).

Llego al puesto fronterizo y solventamos los trámites con las palabras nunca dichas "no me pongas problemas con el visado"; "pero que diablos haces con esa bici, ¿y porque hueles tan mal?" Sello en el pasaporte y después las palabras que me llevaron al paraíso, Beaver Creek está a 2 kilómetros.

Y aquí estoy. Disfrutando de mi reciente entrada en un nuevo país, una nueva región y un nuevo huso horario.

El nuevo objetivo es Whitehorse, a unos 450 km. Unos 6/7 días si todo va bien.

Escapando de Tok: http://www.movescount.com/moves/move13902293
Entrando en Yukón: http://www.movescount.com/moves/move13902325

Pd. Me ha resultado curioso como en la Glenn Highway casi todo el mundo me saludaba mientras que en la Alaska Hihgway es mucho más raro. ¿será porque habrá muchos ciclistas por delante mía?
Pd2. Primera miniavería, una de las calas ha perdido un tornillo. Habrá que ver que se puede hacer.
Pd3. Aunque en los moves lo podéis ver, entre los dos días he consumido una estimación de 7000 calorías. Leí una vez que Phelps consumía 6000 caloría diarias en sus entrenamientos... impresionante.

domingo, 19 de mayo de 2013

Stuck in Tok (atrapados en Tok)

Pues en Tok sigo. Y me encantaría decir que elegí quedarme aquí para poder reponer fuerzas; porque por delante tengo un montón de kilómetros sin aparentes visos de civilización; porque su vida social es maravillosa o vaya usted a saber que otro motivo. Pero no, simplemente estoy atrapado; y mosqueado.

Haciendo el papel de hombre del tiempo, tenemos dos frentes chocando frontalmente encima de mi cabeza; uno proviene del Ártico y otro de Canadá, dando por resultado un brusco descenso de temperaturas por unos días. Ayer tuvimos una máxima de -2º y hoy estamos en 0º. Ni frío ni calor que se suele decir. Pero no es esto lo que me mosquea. Lo que me frustra es encontrarme atrapado en un pueblo de 1300 habitantes con una conexión a internet de 56k para todo el pueblo. Es frustrante intentar hablar con la familia y amigos y descubrir que la mitad de la conversación se convierte en un:
- ¿Hola? ¿me oyes?
- ¿Que decías?
- ¡¡A ver si ahora!!

Es cosa de la condición de cada uno. Puedo tener 10 pinchazos en una mañana y no desesperar, pero estar en el supuesto primer mundo, mirar hacia atrás, y darme cuenta que la mejor conexión wifi la he tenido en un camping... me supera.

Anoche la pasé en el Snowshoe Rabbit Motel. Demencial. La calefacción no bajaba de 30 grados, y ahora sal a la calle a -5º a comprar algo. Te acabas de convertir en candidato del día para una pulmonía. Ves que la conexión wifi está a tope, pero por contra no consigues navegar. Me acercó a hablarlo con la responsable del hotel y todo lo que hace es encogerse de hombros.
- No puedo hacer nada.
- ¿Podría al menos reiniciar el router? - inquirí.
- Bueno...

Desapareció por una puerta y a los 5 minutos reapareció. - Es todo lo que puedo hacer.
De acuerdo señora, pero he estado mirando la conexión y salvo que tenga una antena separada del router usted no ha hecho nada de nada. Así que de vuelta a la habitación a disfrutar del color de las paredes.

Bueno, al menos puedo buscar la lavandería y así no lavo a mano. Pregunto y me mandan a una milla de distancia... con la que está cayendo. Creo que no me han dolido tanto los dedos en mi vida. Y como es obvio, cerrado. Al menos en el trayecto de vuelta el viento me ayuda a avanzar, pero no corras mucho que el suelo está helado.

The road
Amanece un nuevo día y ha dejado de nevar. No tengo claro que haré, si avanzar o quedarme un día más. La previsión del día es de 0º de máxima y -8º de mínima. De modo que decido montar la bici como si me largase hacia el sur y decidirme sobre la marcha. La decisión está tomada en 200 metros, y 3 patinazos. Los neumáticos que tengo son muy "rodadores" pero no están al nivel para hacer esto. Más vale quedarme un día aquí que partirme un brazo en un resbalón tonto.

Pero tengo claro que no será en el mismo hotel, así que empiezo a preguntar.

  • Westmark Inn Hotel. 139$/noche, que deja en 110$ cuando ve mi cara. No hay wifi en las habitaciones, sólo en el lobby. -Ahora mismo vuelvo, voy a consultarlo con mi bici.
  • Golden Bear Lodge. 79$/noche. - Pero verá, hasta las 16.00 no hacemos el check-in. - Señora, son las 11.00 y afuera estamos a 0º. - Ajam. - Pues que pase un buen día.
  • Pasupu Lodge. 139$/noche en cabaña (probablemente sin cuarto de baño) wifi y desayuno incluido en precio.
  • Tok Motel. 70$/noche, wifi disponible.



Así que en Tok Motel me quedo, pero volvemos a lo mismo del otro día. La conexión del puesto al router es buena pero de ahí a la web es pésima. Es como si tuviesen una red de 56K para todo el pueblo. Por "suerte" hay un servicio de pago, que por 7$ tienes 1 giga de conexión durante un día.

Así que aquí estoy, atrapado en Tok, y con más ganas que nunca por seguir mi viaje y salir zumbando al sur.
Cleta. Impaciente por partir.

Pd. Si por algún motivo alguna vez acabáis en Tok y las temperaturas lo permiten, preguntad por el campground. La conexión wifi no es mala...

El paso de Caradhras no está cerrado!!

Os había dejado en mi anterior post con mis congelados pies en remojo en un hotel en Glennallen, y creo que, visto lo visto, merece la pena llevar a cabo una ligera reflexión sobre mis puntos de referencia. Por "puntos de referencia" me refiero a esas poblaciones que, sin ningún motivo en particular, consideras como hitos a conseguir. Ya sabeis, si hacer 10.000km parece mucho, pues lo dividimos en 500 paradas de 20 km cada una. Así, hasta donde me hallo, tenía en mente dos puntos intermedios, Glennallen, el cual alcancé en el anterior post, y Tok, donde me encuentro varado ahora mismo (18/05/13).

Huellas de oso andando de puntillas.

Estás en la carretera, dejando atrás buzones de correo, árboles, alguna gasolinera y un par de moteles, y en tu mente empieza a formarse la idea de la meta (llámese Glennallen, Tok, Whitehorse o lo que sea). Y esa idea comienza a tomar cuerpo, cuantos más kilómetros haces más definidas son sus calles, cuanto más frío pasas mayor la variedad de hoteles (hasta una sauna llegué a ponerle), y si tienes hambre seguro que hay una feria gastronómica cuando tu llegues.

Culpa mía.


Si hubiese hecho los deberes habría visto que Tok tiene unos 1300 habitantes, y que además, teniendo en cuenta como son los pueblos en Alaska, el pueblo está desparramo en todas direcciones. Para una mente acostumbrada a la ordenación europea, no encontrar un "centro" resulta extraño. Y el colmo es la sensación de no haber llegado a ningún sitio en concreto, si no a un cruce de caminos (he de admitir que el hecho de que haya nevado justo en los días en los que llego a estos puntos influirá en como los veo).

La cuestión es que mis pies estaban secos y mi voluntad por las nubes. No hay cellisca que me pueda detener. Soy imparable. El frío es psicológico y tal. Me lanzo a la carretera, y como una imagen es mejor que mil palabras, y un video que diez mil; las últimas imágenes, en las que más nieve me cae encima, son de ese día. La suerte que tiene uno es que no todo el mundo se cree que soy el más macho (gracias a Dios), así que estando en la carretera una furgoneta paró a mi lado cuando llevaba unos 20 km y básicamente me ordenó que la siguiese hasta su casa. Hubo algo en el tono de voz que, más allá de la amabilidad, me venía a decir "que sí, que mucha bici y mucha leche, pero yo llevo 30 años aquí y tú no tienes ni idea de donde te estás metiendo, chaval". De modo que a su casa que los acompañé y hasta el día siguiente que me quedé. Mucho más podría contar, pero les pedí permiso para narrarlo y prefirieron que no lo hiciese, así que para mi que se queda.

Los dos días siguientes podría decirse que fueron de transición, sin un desnivel fuerte, nada realmente reseñable salvo que ahora era Tok el pueblo que empezaba a construir en mi mente (y ahora que estoy aquí empiezo a edificar Whitehorse), y con un paisaje bastante monótono de bosques de abetos. El problema con llegar a Tok eran los lugares para dormir, ya que servidor no es, ni tiene el equipo, de Calleja, y lo de acampar en la nieve como que aún me da respeto; y por más que buscaba, más allá de Slana, a unos 100 km de Tok, no había nada. De modo que me organicé para hacer una primera noche en mitaddeningunaparte Red eagle Lodge y la segunda en Slana. Quizás con un poco de suerte podría hacer los 100km.
Aguas azules congeladas.



¿Urogallo?
No fue suerte lo que tuve. Fue churra en su máxima expresión. Una apoteosis de alineaciones planetarias. El viento a favor, un día claro, con una temperatura de 16 grados, con las justas nubes para que se pudiesen hacer algunas fotos, un paisajes de los que quitan el aliento, y un perfil que con sus subidas y bajadas, terminaba a una altura inferior en la que lo iniciaba. Pude ver unos alces, y un águila calva, además de un bicho alado que no se identificar. En definitiva, el mejor día que he tenido hasta la fecha.







Alto en el camino para reponer energías.
Llegando a Tok, las previsiones climáticas comenzaron a cumplirse, bajando drásticamente las temperaturas, de tal modo que, al despertarme esta mañana en el camping donde pasé la noche, la temperatura ya estaba bajo cero. No era nada que no esperase y por eso escribo desde un hotel en Tok. La cuestión ahora será si será esta mi segunda y última noche aquí o si podré enfilar ya hacia el sur.

jueves, 16 de mayo de 2013

De la montaña al llano

Dios me salve María de empezar a darme ínfulas de gran conocedor de la idiosincracia alaskeña, pero aquí algunos detalles tontos que he ido observando.

Como ya comenté, el tema de la automación, por términos generales (y no me refiero a un 40%, si no más bien a un 80%) está sobredimensionado respecto a los estándares europeos. No he preguntado el motivo pero intuyo dos razones fundamentales, la primera y más obvia son las condiciones climatológicas. Aquí te cae una nevada y te pone 10cm de nieve en menos que canta un gallo; y aunque me dicen que es anecdótico en esta época del año, eso ya me ha pasado a mi. De modo que por un sencillo sentido de seguridad es normal que los coches cuentes en cualquier caso con la tracción a las 4 (ó 6 ruedas). Por otro lado, tradicionalmente la gasolina en EEUU ha sido relativamente barata, por lo que no tienen una cultura del "¿y esto cuanto consume?".

Pues esto lo podemos llevar también a las caravanas. Esta región tiene pocas carreteras, y si bien está en muy buenas condiciones, lo que aquí llaman una autopista, en España es una nacional, pero de las buenas, con generosos arcenes y bandas sonoras a los laterales. Cada pocas millas uno encuentra áreas para que los vehículos puedan estacionar a los lados y, de un modo más esporádico, cuartos de baño. Pues como decía, las caravanas también son "oversize" (enormes en cristiano). En algunos casos son, directamente, autobuses de línea carrozados como caravanas. Si en España suele ser habitual que tras la caravana la gente lleve unas bicicletas o incluso una moto, aquí no es extraño ver como arrastran un todo terreno o furgoneta.

De cualquier modo, el turismo de la zona está mayormente orientado para estos vehículos ya que, los campground donde me suelo quedar suelen contar con plazas muy amplias para darles cabida. Estos campground suelen contar también con zonas de aseo si bien, dado las fechas, las conducciones de agua están congeladas aun, con lo que es extraño que las duchas funcionen correctamente. Así que cuando uno lleva ya unos días pedaleando y acudiendo a las toallitas húmedas o las "duchas de nieve" pues no se aguanta ni a si mismo; eso quiere decir que ha llegado el momento de querernos un poco y dirigirnos a uno de los "Lodge" que jalonan la carretera.

Estos Lodge, en muchas ocasiones suelen tener la distribución de pequeñas cabañas ya que el terreno no es problema y permite un crecimiento escalonado del negocio. También suele ser habitual que no cuenten con aseo en la propia cabaña sino en el edificio principal o en un anexo; así que conviene planteárselo con humor.

Dejando atrás las montañas
Y con humor salí del Sheep Mountain Lodge el domingo 12 de mayo. Aún no lo sabía pero había dejado atrás la parte más complicada del viaje hasta el momento; así que con algo de viento en contra y bastante descansado comencé la jornada. Fue un poco más tarde cuando empecé a notar que la carga en las piernas, más allá de que el terreno no era muy complicado, era menor a la esperada, y que el dolor en las posaderas estaba muy mitigado. Por fin parece que mi cuerpo empieza a acostumbrarse.
Por lo demás el día es bastante gris, pero me permite descansar y recuperarme bastante.



Superhamburguesa Eureka


El problema es que había consumido ya todas mis reservas de lo que vengo a llamar "la dieta del cacahuete" ("arcahuese" para los de toda la vida) consistente en M&M´s y mantequilla de cacahuete, con lo que a eso de las 14.00 estaba con una pájara monumental, pero ahí, caída del cielo, tenemos una estación de servicio con su tipiquísimo bar de carretera. Dos hamburguesas con sus pataticas y coca-cola (la cara de la camarera era un poema cuando pedí la segunda hamburguesa).





Aeródromo de Tanzila... "pa machos
Supervitaminado y mineralizado continúo viaje, ya empezando a barruntar sobre donde habré de plantar el huevo esa noche. Pasan los kilómetros y la mejor opción parece la parte de atrás de un Lodge cerrado junto al aeródromo de Tanzila. El proceso es el de siempre, planto la tienda, saco las cosas que necesito del remolque y alforjas y para dentro sin cenar; un poco de lectura, escribir si no estoy que me caigo y recriminarme por no haber estirado. Esta vez queda sazonado por que está lloviznando lo que lo acelera todo un poco.

Heme dentro de mi tienda, leyendo en la ¿oscuridad? de la noche, cuando empiezo a oír ruidos a mi alrededor. Lo lógico y normal es que uno coja el saco y se lo suba hasta las cejas, porque todos sabemos que los sacos son a pruebas de bala, al igual que el poliester de las tiendas de campañas, búnkeres ellas mismas. Después de 4/5 minutos con las orejas más largas que el lobo feróz, atento a cualquier cosa que suene, decido arriesgarme a mirar. Nada, sólo la lluvia. Pero precavido que es uno, decido coger algún arma... mi navajita de 6 cm de hoja (temblad malvados!!!); en realidad la navaja, obviamente, no es para enfrentarme a nada ni nadie, pero tenerla a mano me puede permitir rajar el saco y la tienda para salir por piernas. Así que con la tranquilidad de que puedo salir corriendo (y caer extenuado en 300 metros), vuelvo a la lectura. Más ruidos, saco a las cejas, reunión de valor y volvemos a asomar la nariz... no voy a aburrir pero esto se repitió 2 ó 3 veces más. El problema es que no me había dado cuenta que ya no llovía, sino que nevada, y las nieve acumulada en las ramas de los árboles al caer era lo que yo identificaba como los pasos del Wendigo. Pero claro, de eso me percate a la mañana siguiente. Bien, ¿que hemos aprendido de todo esto? Que llevarte la colección completa de Stephen King si vas a dormir en mitad de un bosque quizás no sea la mejor idea.

Buenos días, ya es lunes y eso quiere decir que debería llegar a Glennallen, supuesto crisol de caminos y cruce de culturas. Pues no, al menos nada de crisol de culturas, eso sí, tiene el cruce de camino que si me llego a despistar (eso ya el martes) me voy hacia Valdez. El entorno ha cambiado enormemente. Me encuentro en una gran llanura, un terreno perfecto para rodar, y para morirse de aburrimiento. A los lados de la carretera un interminable bosque de abetos (el dichoso arbolito de navidad) jalonan el camino. Digo interminable, y en realidad podría tener sólo un par de cientos de metros de anchos el bosque, pero la densidad de los mismos es tan alta que no permite ver más allá. No quiero imaginarme lo que debe ser desorientarse ahí dentro, porque podéis añadirle que el suelo, tras meses de nieve que ha comenzado a derretirse, se adivina pantanoso. Si bien pedalear con nieve no es la mayor de las felicidades que uno puede tener, doy gracias a este frío porque los mosquitos de la zona en junio deben de ser una auténtica tortura (aunque probablemente sea con lo que me toque lidiar en Canadá).

Finalmente consigo llegar a Glennallen y para este momento ya hay acumulados 15 cm de nieve, así que, check-in en el Caribou motel (sin wifi), cenita a base de pizza king-size y a dormir; no sin antes pasar por la bañera para recuperar la temperatura en los dedos de los pies.


miércoles, 15 de mayo de 2013

Primer test

Para quedarme en el campground de Chikaloon se dieron un par de circunstancias. Por un lado estaba ya cansado y aquel lugar en medio de la nada parecía bastante bonito, dominado por la Mountain King (aunque en aquel momento no sabía como se llamaba); por otro lado una señora que resultó ser la dueña del campground me indicó que aunque estaba cerrado podía quedarme en él si quería, advirtiéndome que la siguiente zona de acampada quedaba a una media hora en coche y con cuestas pronunciadas.

Foto original aquí
Así que allí me quedé pasando una noche bastante agradable.

Con lo que no contaba era con lo exacto de sus palabras. Apenas con tiempo para calentar comenzó un arduo ascenso, con continuas subidas y pequeñas bajadas que se prolongó por lo que me parecieron unos eternos 20 km. Como no podía ser de otro modo, el viento, obviamente, venía de frente. Por suerte para mi, el día estaba despejado y la ruta, a pesar de lo duro, era realmente bonita con lo que no perdí en ningún momento el ánimo
Poco a poco, y parando por cualquier motivo (y si no lo había me paraba igual), conseguí cruzar el paso.

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Glaciar Matanuska
A pesar de la cantidad de ríos y nieve que uno se encuentra, disponer de agua potable puede ser un pequeño problema. De modo que cuando uno encuentra una oportunidad para rellenar cantimploras no la desaprovecha. En este caso es en la Iglesia de Glacier View, que disfruta de unas impresionantes vistas del Glaciar de Matanuska, donde Carmen, de madre sueca y padre alemán, está limpiando las puertas. No sólo me da el agua que le pido, sino que además me calienta un Cinamon Roll exquisito que me da fuerzas para la pared que me advierte que se me avecina. Buena gente que uno se tropieza...



Repuesto de fuerzas y agua comienzo el descenso hacia el glaciar, teniendo como objetivo el campground "Café Glaciar View". Ciertamente era una pared y esfuerzo y un par de reniegos me costó llegar hasta él, pero viendo el panorama que me encontré al llegar pensé que en cualquier lado podía encontrar un sitio donde montar mi tienda... craso error. En los siguientes kilómetros pocos sitios pude ver que reuniesen las condiciones adecuadas (ligeramente despejado, no nevado, plano y, sobre todo, sin huellas de oso por todos lados). Así que las fuerzas me van abandonando y para colmo empieza a llover, por suerte, cuando la desesperación comienza a aparecer veo a lo lejos un tejado que resulta ser el Mountain Sheep Lodge donde por unos económicos 99$/noche puedo disfrutar de dos camas king size en el calor de una cabaña.


La aclimatación

Seguramente Anchorage será una ciudad más dentro de las ciudades norteamericanas… o quizás no; porque no creo que en todas las ciudades de los EEUU te adviertan que tengas cuidado con los "moose" (nuestros alces/caribues) ¡¡dentro de la propia ciudad!!. Por otra parte, también dudo que en todas las ciudades parezca que el parque movil esté sacado de Mad Max. Servidor, para quien no lo sepa, tiene un Yaris, y más de una vez me han dicho que es un coche de chica porque se me ve muy grande dentro… a ver como lo explico, un X-Trail es, en Anchorage, el equivalente a mi Yaris, quizás a un Mini Cooper, pero no más allá.

En Anchorage, para la primera mañana, tenía dos tareas: realizar la compra de comida y algún material de acampada que se me había quedado atrás; y tratar de conseguir una tarjeta SIM americana para el teléfono. Desesperación creo que la palabra que se ajustaría a lo que sentía a las 13.00 después de haber estado dando vueltas desde las 09.00, y es que la suposición, como decían en no se que película, "es la madre de los metepatas", porque resulta que esperaba encontrarme, como en España, 20 locales por acera de las distintas compañías telefónica y nada más lejos de la realidad. Finalmente localicé un Walmart donde me dijeron que si quería una tarjeta las compañías me la enviarían a donde dijese (cosa que no me sirve, claro) y la alternativa es comprar un teléfono con una tarjeta de prepago. El sistema no está del todo mal, ya que tienes diversas opciones que puedes ir cambiando mes a mes, que van desde un prepago de 15$ a 10 cto/min a un prepago de 50$ con navegación de 1 giga y nosecuantos minutos a notengoniidea de a que precio. Al fin y al cabo sólo lo quería para que me pudiesen llamar desde España por Skype (pues cuidado, que me siguen cobrando cuando recibo estas llamadas).
Siguiendo con las comunicaciones, hasta ahora me he podido conectar a las redes wifi abiertas de McDonalds y Starbucks, pero eso se acaba ya, y por unos cuantos cientos de kilómetros.

Poco antes de salir, un amigo me comentó que los americanos, en la medida de lo posible, habían diseñado las ciudades pensando en los coches, y Anchorage se ciñe a esto a la perfección. Tanto es así que no fui capaz de encontrar el centro de la ciudad, a pesar de que tengo la impresión de que estuve todo el tiempo en él. Las avenidas son muy amplias y las distancias enormes, de modo que es relativamente raro ver gente paseando, más allá de los corredores que te puedas encontrar en los distintos parques que salpican la ciudad. Aunque quiero aclarar que mas que corredor@s son aguerridos luchadores que desafían los bancos de nieve, agua y hielo con asombroso desparpajo, mientras que este intrépido viajero tenía miedo de mojarse los piececitos.

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Primera acampada.
Dado mi deplorable estado de forma física, la intención de estos primeros días es tratar de comenzar la aclimatación a la zona lo más tranquilamente posible, aunque parece que no va a ser posible ya que estoy en Chikaloon, que debe estar a unos 110 km de Anchorage, y ya me encuentro dentro de las Rocosas. Si bien aun se pueden encontrar casas y algún que otro bar de carretera de tarde en tarde. La sensación de soledad no es total por el intermitente paso de coches, si bien con el paso de los kilómetros supongo que decrecerá.





En estos días he hecho noche tanto en áreas de acampada (ambas cerradas) como en la libertad del bosque. No obstante, la premisa siempre es la misma: "cuidado con los osos". Resulta muy mosqueante que, ya antes de salir de Anchorage, no menos de tres personas te adviertan del cuidado que hay que tener con los osos, y ya en el interior, casi podría sustituir al "hola". De todas formas viene muy bien recordar las normas básicas como son, no cenar donde vayas a dormir, no dejar comida cerca, si no colgada de algún árbol alejado, así como aquella ropa que haya podido estar expuesta a los olores. No está demás tener una pequeña navaja en la tienda, no para defenderte que poco vas a conseguir, si no para poder rajar el saco y/o la tienda en caso de que haya algún problema con las cremalleras. Siguiendo estas pautas y con un poco de suerte no debería haber ningún problema.


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Antes del refrigerio matutino.
Los primeros kilómetros están resultando bastante duros, sobre todo el segundo día (Eagle River - Palmer) aunque el kilometraje haya sido pobre, pero aún tengo que hacer el culo al asiento y por otro lado los paisajes no eran especialmente bonitos. Fueron unos días bastante grises, sin lluvia, y la proximidad de las Rocosas, más que invitar a la aventura, arrojaban una ominosa sombra que apagaba mi ánimo. Por suerte, este tercer día (Palmer - Chikaloon) ha sido distinto. He comenzado con buen ánimo y buen desayuno y me he metido de lleno en Las Rocosas, con calma, disfrutando del paisaje y los kilómetros, parando cada poco, para recrearme con el entorno, comer o incluso simplemente leer un poco.


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Vista de las Rocosas desde las afueras de Palmer





Ver La aclimatación en un mapa más grande

http://www.movescount.com/moves/move13405977 Del aeropuerto al albergue.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Tránsito

Finalmente llegó el día. Y si bien en retrospectiva parecerá únicamente un día de trámite, lo cierto es que está siendo un trámite intenso.

Escribo esto desde el vuelo Francfort - Anchorage, faltando 4 horas para llegar a destino. Si todo va bien, y no hay ninguna sorpresa, el día habrá girado en torno a la bicicleta. Prefiero no plantearme la otra posibilidad.

Mucha gente me ha preguntado, o ha dado por sentado que la bicicleta la iba a comprar en destino dejando la mía en Málaga. Es una opción que a lo largo del día me he visto abocado a reconsiderar en varios momentos, pero más allá de ello, el motivo de llevar mi propio equipo es doble: por un lado, lo conozco, son unos zapatos que ya tienes amoldados a los píes; por otro lado me he tenido que hacer con nuevo equipo, como el remolque Bob Yak, con el cual he tenido que hacer pruebas de conducción y carga. Ya decía que mi bici no es la más adecuada para esto, pero es con lo que quiero empezar; más adelante ya se verá.

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Descripción gráfica de la longitud




La cuestión es que hay que mover todo esto: unos 25 kg de equipo más bici y remolque. Aproximadamente 50 kg en dos bultos.









El primer problema llegó en la estación de Málaga, cuando tuve que reorganizar por completo uno de los departamentos de almacenaje, porque parece que el chofer no cayó en la cuenta de que tenía más departamentos vacíos. Es muy agradable empezar un viaje con algo de ejercicio. Por suerte contaba con la ayuda de mi familia que me vinieron a despedir. Cuanto los echaré de menos...

Ya en la estación de Granada recibí la feliz sorpresa de que mi novia me estuviera esperando allí, con lo que las tres horas de espera fueron notoriamente más llevaderas, pero cual no sería mi sorpresa cuando
con este autobús, que me dejará en la T4 también habría de tener problema. La caja se colocó inicialmente en pie, pero el chofer, con mayor experiencia que yo en los volúmenes habituales de equipaje que se mueven se cerró en banda y me indicó, con un tono que no me llegó a gustar, "que no era de recibo que una bici ocupase todo un almacén de carga", así que había que tumbarla "y le iba a poner maletas encima hasta el techo". Estaba bastante confiado en la rigidez del embalaje, pero ya una vez en el autobús le dejé claro que yo también iba a comprobar el estado de la caja. Por otro lado ALSA no indica, ni de modo orientativo, las dimensiones ya sea de sus depósitos de carga o del equipaje a llevar ¿cómo he de saber yo esto?.

Mencionar que en el mismo trayecto, me puse en contacto con ALSA a través de Facebook y han mostrado interés en aclarar lo sucedido. A esas alturas yo sólo hacía cuenta de los posibles desperfectos y lo que en tiempo y dinero me iba a costar, pero es muy de agradecer el interés mostrado.

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El relleno de la caja



















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Cara cansao
T4 y ahora a tomar un autobús gratuito que conecta con las otras terminales. Chupao!! sólo está a 100 metros, pero son 100 metros arrastrando 50 kg. El bus me deja en la T2 y no hay carritos. Los carritos están en la primera planta, en los mostradores de facturación. Que digo yo, desde mi más absoluta ignorancia, que sería más interesante que estuvieran en las inmediaciones de la parada del bus, que coincide con la de taxi. Así que volvemos a arrastrar los bultos y a estas alturas empiezo a tener claro que mañana me dolerá la espalda. Una vez con mi carrito, más feliz que una perdiz, llego a facturación y la bici vuelve a ser demasiado grande (no es el primer viaje que hago en avión con ella y nunca me había dado tantos problemas ¿habrá crecido?), así que el amable caballero de facturación me acompaña hasta una zona de carga donde hemos de sacar la bici del embalaje para poderla pasar por el escáner. Menos mal que todo el personal que estuvo en el proceso fue muy amable y no aportó dosis extras de estrés.
Así que con el equipaje facturado hasta Anchorage puedo dedicarme a realizar las últimas llamadas desde España.

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El mismísimo Polo Notre
Por lo demás los vuelos han sido puntuales, si bien esperaba que el de Condor fuese en un avión un poco más "tecnológico" con sus pantallitas individuales lo que me hacía prever un viaje dedicado a la lectura, a dormir lo que se pueda y al aburrimiento. Por suerte, durante buena parte del viaje el cielo ha estado notoriamente despejado así que he podido disfrutar de la vista de grandes extensiones de mar helado, así como montañas y valles nevados.

Punto y aparte merece la visión del monte McKinley. Una auténtica pasada. Creo que tengo un pequeño video por ahí, en cuanto pueda lo cuelgo.

Llegando a Anchorage (2 horas antes, vaya a ser que nos agobiemos) hemos rellenado unos formularios para inmigración. Uno de ellos he de presentarlo a mi salida del país. El visado que tengo alcanza hasta noviembre de este año.




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Primer contacto con la fauna local
De ahí a recoger la bici, que está en perfectas condiciones; y hacer un pequeño recorrido de unos 10 km desde el Aeropuerto hasta el Alaska Backpackers Inn, que con las pérdidas y los "parateamirarelmapa". No obstante el paseo me ha venido muy bien para relajar la musculatura y creo que me permitirá descansar mejor; además buena parte del mismo ha sido en un carril bici que ora atravesaba un bosquecito nevado, ora bordeaba la bahía de Anchorage. Además, ya he visto mi primer reno, caribú o como se llame. Nos hemos mirado desde el respeto, él comiendose la corteza de un árbol, yo maldiciendome por tener que hacer la foto con el teléfono… pero bueno, circunstancias mandan.

Hago noche, por 25$ (pago en tarjeta admitido) en el Alaska Backpacker Inn (409 Eagle Street) y mantengo mi segundo contacto con la fauna local en forma de oso disfrazado de humano... un profesional del ronquido. Por lo demás ha sido una buena noche y me encuentro descansado.



Os dejo un enlace al trayecto de ayer.




jueves, 2 de mayo de 2013

El equipo II. La locomotora

La pregunta que normalmente ha quedado sin formularse pero que, por las miradas que he sabido ver, más han intrigado ha sido si me encontraba en forma como para hacer esto. La respuesta es que no, pero…

Siempre hay un "pero". La cuestión, en realidad, es doble. Físicamente no estoy preparado pero, salvo que me vaya la vida en hacer 200 km en un único día durante la primera semana, no tiene mayor importancia mientras me sepa dosificar. Durante las dos primeras semanas mi ritmo deberá ser todo lo relajado que pueda, jornadas de 50 km aproximadamente, con frecuentes descansos, hidratación y alimentación. Hay en mi cuerpo 3 años de sedentarismo que han dejado sus huellas. Estas son, básicamente, 93kg de peso, para 179 cm de altura, con una masa grasa de aproximadamente el 30% (báscula de impedancia), lo que hace que, a la altura de mi ombligo, mi perímetro sea de 105 cm. Lo que podría llamar un "tocinete standard".

Tocinete
En su trono.
Pero como decía, la cuestión es doble, y si bien físicamente esto no debería tener ningún recorrido, la clave estará en mi estabilidad psicológica. Si consigo mantenerme animado, positivo, si disfruto del viaje, de la experiencia, el físico no será ningún problema porque, al fin y al cabo, no tengo otra cosa que hacer que pedalear en todo el día, y 50 km es poca distancia para viajar en bicicleta, así que la forma física se irá construyendo a lo largo del primer mes. El problema llegará con 10 días seguidos de viento en contra, lluvia y frío, soledad y hambre. Entonces todo se hará cuesta arriba, uno empezará a preguntarse que hace allí y en que momento cometió el error de pensar que podía ser una buena idea.


Punto y aparte de todo esto es el tema de las vacunas, a saber:
Cartilla de vacunación
- Rabia. 3 dosis, en caso de estar expuesto son necesarias dos dosis adicionales. Si bien no son imprescindibles sí son recomendables ya que tienen el valor añadido de cubrirte ante la rabia por unos 10 años.
- Cólera. 3 dosis, no inyectadas.
- Hepatitis: 1 dosis, inyectada.
- Fiebre amarilla: una dosis, inyectada. Esta vacuna es obligatoria para acceder a determinados países si provienes de zona de influencia de esta enfermedad.
- Malaria: una dosis diaria, comenzando un día antes de la entrada en la zona de influencia y finalizando el tratamiento cuatro semanas después de abandonar esta zona. Dado que el vector es un mosquito es muy recomendable el uso de repelentes y mosquiteras.
- Fiebre tifoidea: 3 dosis, oral.

En Málaga, el centro de vacunación está en el Muelle 1, contando con un magnífico equipo de personas. Así que si vais a viajar, acudid con tiempo suficiente para informados, ya que algunas de estas vacunas requieren un mínimo de 3 semanas en su dosificación.

El equipo I. Locomoción

Inicio una serie de entradas donde contaré que equipo voy a llevarme para iniciar el viaje. Y digo "voy a llevarme" porque será en la propia marcha cuando vaya ajustando el equipo en función a las necesidades que me vayan surgiendo y a las carencias que el material de que disponga vaya dejando.


Como no podría ser de otro modo, hay que empezar por la señora Cleta.

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Dña Cleta descansando en Portugal
Una Fuji Tahoe 1.0, cuyas características más reseñables son: 2 ruedas,1 manillar, 1 potro de tortura también conocido como sillín y 2 elementos de propulsión o pedales. Más allá de esto, pues podemos decir que cuenta con suspensión delantera, Dart III con bloqueo al manillar; freno de disco hidráulico (Shimano XT) en ambas ruedas; el grupo de transmisión es Shimano Deore XT 3-9 (y sí, ya he intentado pasar el plato a piñón, pero no se puede). En definitiva, es una mountain-bike con 5 añitos que ya me ha demostrado que puede hacer todo lo que yo sea capaz de exigirle y mucho más, peeeero, no es una bici específica para cicloturismo, la geometría del cuadro obliga a permanecer en una posición un tanto "agresiva" para permanecer muchas horas sobre la misma, por lo cual, y para tratar de adaptarla un poco mejor al viaje se le han realizado un par de añadidos:

- Potencia regulable: no es la mejor solución para elevar el manillar, pero es la que tenía a mano. Si al final me da problemas pues tendré que realizar los cambios pertinentes, que consistirán en buscarme una potencia fija elevada; o cambiar el manillar por uno de mariposa.
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Ciertamente el manillar de mariposa, por las referencias que uno puede leer en la web, ofrece una mayor versatilidad y comodidad que el manillar clásico ya que permite adoptar distintas posturas, lo que redunda en el descanso de trapecio, lumbares y tríceps, pero he preferido empezar con algo ya conocido y probado.


- Puños ergonómicos: Muy cómodos, mucho. Permiten un buen descanso de la palma de la mano y el agarre de los clásicos acoples para darle un poco de brío a la subida.

Pasando a quienes serán mis pies por esos caminos perdidos de la mano de Dios, me desdigo de lo que hace unas líneas he dicho. He montado unos Schwalbe Marathon Plus, de 26x1,75 (para aquellos que no tengan ni idea de bicicletas, Schwalbe es un marca de neumáticos para ciclismo, siendo Marathon Plus el modelo más usado para cicloturismo, 26x1,75 es el diámetro de la rueda en pulgadas y 1,75 el balón del neumático).
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Por lo que los expertos en la materia comentan, 10.000 km suele ser la distancia a la cual estos neumáticos se han de cambiar, cuando la norma general está en los 4/5.000 km. Además se montan con esa bandida azul que se ve en la infografía y que es un sistema antipinchazos estupendo (más les vale, con lo que cuesta cada ruedecita).

Me decanté por neumáticos relativamente estrechos y de poco taqueado ya que espero que la mayor parte de mi recorrido sea por carreteras o pistas de tierra, y así consigo un buen equilibrio entre estabilidad-adherencia-ligereza. Si me termino metiendo en una trialera es que me he perdido mucho.



Para el transporte del equipaje he optado por un sistema doble: remolque y alforjas.
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El remolque es el más que testeado BOB Yak. Junto a su hermano el BOB Ibex (con suspensión) han cruzado llanuras, montañas, desiertos y valles. La construcción es sólida, con el mínimo número de soldaduras posibles y estas hechas a conciencia. El único incidente que he leído sobre el mismo fue que la parrilla donde se coloca la bolsa se soltó, y dentro de todo lo que puede pasar esto se arregla con unas cuantas bridas hasta que uno llegue a un herrero que lo suelde de nuevo. Porque su construcción es de bendito acero, mucho más sencillo de soldar que el aluminio (y ahora soy experto en soldaduras).

Las alforjas van colocadas sobre un transportín sobre la rueda trasera. Es el mismo que he utilizado en la vuelta a Irlanda y varios Caminos de Santiago. Su única pega es que no es especifico para frenos de disco y eso hace que de tarde en tarde me toque comprobar que ninguno de los tornillos me va a dar un susto. No obstante no es mi intención cargar las alforjas como apenas ningún peso. La distribución más probable es que una de ellas se use para la ropa sucia y la otra para la comida (espero no confundirme). Por cierto, las alforjas no son las célebres Ortilieb aunque ganas no me han faltado, pero la verdad es que se me iban del presupuesto y visto el uso residual que pienso dispensarles no me parecía que justificasen el gasto.

Antes mencionaba el sillín, y dadas las horas que pasaré sobre él, no es tema para tomar a la ligera. Mucho leí sobre el tema y recurrentemente llegaba a los célebres sillines Brooks. Es tanta la gente que los usa que da la impresión que cuando llegue a un bar de viajeros después de terminar el viaje no me dejarán entrar por no calzar uno de estos. Se dice de ellos que consiguen hacerte llorar durante los primeros
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500/600 km, pero que a partir de ahí todo es un placer. El sillín está hecho en cuero y el secreto no parece ser otro que darle la forma de nuestras posaderas a fuerza de uso y cremas (al sillín). Sin embargo, tres han sido los detalles que me hicieron desistir: 1. su precio está en torno a los 120€; 2. requiere de mantenimiento, dándole cremita cuando lo usas, cubriéndolo cuando llueve, y poco más, pero lo cierto es que me conozco y dudo que lo cuidase como es debido; 3. mi propio sillín es un buen sillín. WTB Shadow con su feliz hendidura prostática, cuenta con la ligereza y rigidez suficiente como para hacerme llorar más allá de esos 600 km.

Próximas entradas el cacharrerío tecnológico y los aperos de supervivencia.

Un saludo.