domingo, 27 de octubre de 2013

Primeros pasos en Mexico. Baja California.



Empacar y un decepcionante desayuno es todo uno. Pero la parte positiva es que la frontera me queda a escaso kilómetro y medio y aunque me toma hacer dos o tres preguntas consigo llegar rápidamente al puesto fronterizo. El primer inconveniente está en pasar la bicicleta con carrito por una puerta de torno pero el soldado que estaba al otro lado me ayudó con el carrito mientras yo pasaba la bici. Según me comentó, si no conseguía pasarla por ahí tendría que ir hasta Tecate para el siguiente paso peatonal, ya que no me dejarían pasar como vehículo. Así que pasada la primera barrera y con el pasaporte entre los dientes me dispongo a cruzar la frontera. Pasillo para arriba y para abajo, una cola que discurre hacia los EEUU, algún escalón que otro y empiezo a ver taxis… maldita sea, he cruzado la frontera y lo único que ha conseguido es la marca de mis dientes.

Preciso instante en que me doy cuenta que ya estoy en México

Me interno un poco más en la ciudad y localizo a un policía.
- Buenos días, señor agente, es que acabo de cruzar la frontera y nadie me ha pedido el pasaporte- 
- ¿Eres turista?- me pregunta.
- Pues… sí- Creo que no es el momento para decir que prefiero viajero.
- Entonces no hay problema.

Dándole las gracias, un poco mosqueado retomo camino. ¿Que hago cuando me encuentre a otro policía? ¿Le enseño la cámara en lugar del pasaporte?

El Padre Eusebio indicándome el camino al hotel
El día de hoy debo emplearlo en conseguir una tarjeta para el movil, cosa que en los EEUU me tomó prácticamente 3 semanas. Busco el hotel que había reservado y lo cierto es que me toma un buen rato ya que la mayoría de las calles no tienen nombre, no tengo internet, y el programa de GPS que venía utilizando no tiene cargados los mapas de México. Pero finalmente localizo el hotel.

Siguiente inconveniente a salvar. Una buena cantidad de terminales no acepta las tarjetas europeas ya que parece que estas están utilizando una tecnología más avanzada que la que tienen aquí. El recepcionista me manda a un Oxxo, que es una cadena de pequeñas tiendas que hay a lo largo de todo el país donde hay cajero, pero tampoco funciona la tarjeta. Por suerte a la vuelta de la esquina hay un Santander y aquí ya sí… sólo que ahora hay que aprenderse la tabla del 17, que es el tipo de cambio, más o menos estable, con el euro.

El hotel tiene su gracia. La regulación térmica viene por un ventilador bestial que está en el pasillo, como de todas formas la única ventana da hacia el pasillo pues tiene uno una temperatura "agradable". El ambiente de la habitación ciertamente te invita a conocer la ciudad.

Pues ya empezaba a creer que tenían pasión por las rotondas... craso error.

Lo primero que te llama la atención cuando paseas por Tijuana es la altura de las aceras. Ser discapacitado, o anciano, tener cualquier tipo de problema de movilidad es realmente un inconveniente en esta ciudad. En la parte más turística sí existen rebajes para poder acceder a las aceras (que en algunos puntos pueden alcanzar los 35 cm de altura) pero fuera de estas zonas… bueno, ahí te las veas para saltar aceras. Con el tiempo he llegado a pensar si no será una defensa contra coches que puedan atropellar a peatones, pero no estoy nada convencido.

Me dejé caer hasta un centro comercial y en cuestión de 15 minutos tenía mi tarjeta con Telcel tanto para hablar como para navegar… igualito que en los EEUU, vamos.

Los precios también se notan mucho más baratos que en los EEUU. La coca-cola que allí costaba 1$ (0,8€) aquí son 9 pesos (0,65€). En general todos los productos de alimentación son más baratos.

Por otro lado, y después de andar paseando un buen rato por  la ciudad no he sentido en ningún momento inseguridad ni nada por el estilo, si bien sí que se nota mucho más la presencia policial. Y no hablo de policías patrullando y listo. Hablo de furgonetas con 4/5 policías en la parte de atrás, con todo el equipo táctico montado y listo para intervenir.

De cualquier modo, las primeras impresiones están para ser asentadas o modificadas con el paso de los días. Así que con la misión cumplida (el teléfono) me voy para la cama, por delante 1600 km de Baja California se extienden ante mi.



Estoy hecho un crack. Una ruta de 55 km que convierto en 65 gracias a perderme por Tijuana. Era muy sencillo bajar hasta el rio y tomar la 1 que me guiará por toda la Baja hasta La Paz pero decidí tirarme a la aventura y perderme… y me perdí. La parte positiva es que, cuando por fin alcancé la carretera, el alivio que sentí fue enorme.

De Tijuana me habían dicho que sería un lugar muy peligroso y muy seguro, pero respecto a lo primero me hicieron referencia a asentamientos parecidos a favelas. Su raíz parecen ser las de aquellos que tratan de cruzar la frontera hacia el norte… viendo como la crucé yo, no termino de entenderlo.

Residencial "La Favela"
Para salir de Tijuana hay que vencer unas pequeñas colinas que con el calor se crecen un tanto pero que la paciencia, como siempre vienen a doblegar. Finalmente me voy acercando a la costa y al llegar a Rosarito paro a comer en un centro comercial. Buffet de pizzas por 85 pesos, con las bebidas ilimitadas incluidas… no saben a lo que se exponen. Lo único que lo hubiese mejorado es disponer de wifi pero tengo mi kindle, así que para el caso es lo mismo. Cuando me empiezan a mirar mal me levanto y sigo camino.

Detalle de la avenida pasado Rosarito



Sin palabras.
Comienzo a atravesar pueblos que son atravesados por esta, de momento, gran carretera. El patrón de la urbanización sigue siendo netamente americano. Edificios de 2 o como máximo 3 alturas, pero siempre viviendas unifamiliares o negocios, amplias avenidas principales, diseñadas para coches, no para peatones. Es por esto que llama especialmente la atención unas inmensas moles de cemento que, de tarde en tarde, se levantan al borde de esta, no muy agreste, costa. Y uno, que aunque joven, es muy leído, no tiene por más que pensar en que algo así debió ser el boom inmobiliario de los 70 en la costa mediterránea. Es realmente triste ver como se repiten los errores con 40 años de diferencia. Lo peor de todo es que, además, el mercado objetivo de estos complejos "turísticos" ni tan siquiera son los mexicanos que han ganado en calidad de vida, sino que son para los americanos que buscan una verdadera tierra de libertad… y ahora ya me cuadra el tema de la frontera.

A ver quien es el guapo que dice "culo" en esa mansión.
Finalmente me dejo caer hasta Los Alisitos donde me doy un gusto y me permito una habitación que borre el recuerdo de la de ayer. Además la dueña resulta ser de Alaska y dos margaritas que caen a cuenta de la casa… esta noche dormiré plácidamente.


Detalles de la costa.


domingo, 20 de octubre de 2013

La costa californiana

Tenía mis dudas sobre como, o mejor dicho, por donde, entrar a México, y esto obviamente habrá de influir en la ruta que tome en California, pero lo cierto es que no será determinante hasta que haya sobrepasado Los Ángeles, y antes de esto tengo que bordear toda la costa californiana.

Ya me habían advertido que debía olvidarme del manido concepto de los vigilantes de la playa y pensar más en la mansión de Tony Stark (voy a dar por hecho que habéis visto Iron Man) y en donde está situada. Y vaya si llevaban razón.

La carretera, para ir en bicicleta, no es la más segura del mundo. Es muy revirada, y el arcén parece estar inspirado en el curso del Guadiana: ahora está, ahora no está. Por suerte, la gente sigue conduciendo razonablemente bien aunque... bueno, siempre hay alguien que le pone sal a la vida. Esta carretera está más pensada para un chevrolet descapotable o una Harley también descapotable, naturalmente. Sin embargo, a pesar de lo estrecho, revirado y abrupto de la carretera hay abierto una gran cantidad de miradores que invitan a detenerse a disfrutar de la vista, del viento y del olor a mar.

La carretera en cuestión recibe el nombre, en buena parte de su trazado, de Cabrillo Highway, y aunque no presté excesiva atención a esto, si algunos os decidís por ella para hacer algún viaje (decisión acertada) estad atentos a las gasolineras que no recuerdo que hubiese un montón. Abandonando SF, se toma por primera vez esta carretera en una playa de rubia arena que se extiende por un par de kilómetros ante uno. Al otro lado de la carretera, cientos de pintorescas casas de las que, de tanto en tanto, entra o sale un surfista dispuestos a dar los 100 pasos que los separan de las olas.

Comienzo de Cabrillo Highway.

Y a partir de ahí, comienza el espectáculo...
Vista desde albergue juvenil

Hacer unos km más por la costa de Monterrey merece la pena

Puerto de Monterrey

Essssssstilo

Me daba un aire a Moher

Inmensidad

Me sigue recordando a Irlanda
Una vez uno llega a Big Sur, que según cuenta la leyenda es una base de la marina para detección de submarinos, la carretera deja por unas millas la costa. Si a uno le apetece, y por diox que debería apetecerle a todo el mundo, puede hacer noche entre sequoias gigantes en uno de los más idílicos campgrounds que me he encontrado... y con zona de ciclistas!!.

Puente a la zona de acampada

Desde el puente mirando a la derecha

A escoger elárbol bajo el que acurrucarse.


Una vez repuesto, al dejar el camping hay que empezar a subir, pero en este caso, a diferencia del resto de la costa, la subida será más dura y de unos 5 km. Tampoco nada demoledor, pero viene bien para salir de la rutina; y como siempre, despues de subir, toca bajar. No hay mucho que contar de estos días, fueron plácidos, sin sobresaltos reseñables, salvo que en Monterrey hube de parar un día porque había cogido un leve enfriamiento.
Panorámica de la costa.

Cascada a la playa. Única en esta costa.





Si bien esto no es la explosión natural que había en otras zonas no hay que dejar de echar vistazos, porque además de los leones marinos de más abajo uno puede ver ballenas a lo lejos... o no tan lejos. Estando en Gorda, un ridiculamente pequeño pueblo, enclavado en la carretera sobre unos 200 metros de acantilado, pude ver un grupo de ballenas que estaban alimentándose (los documentales de National Geographic me permiten así afirmarlo) a unos 500 o 600 metros a vuelo de pájaro. Lo más alucinante era que incluso a esa distancia se podía escuchar por momentos sus "cantos".

Dos rombos
Un par de días más tarde, en uno de esos momentos de máxima torpeza, mientras tomaba la siguiente foto, la bici me hizo un pequeño raro y la cámara dio contra el suelo. Como es de imaginar, no me hizo ninguna gracia, ya que la cámara hacía unas fotos excelentes y el rendimiento de la batería era increíble, pero por desgracia la frustración no arregla objetivos, así que días más tarde, ya en Los Angeles, me hice con una nueva cámara, esta vez con GPS incorporado.

La última foto de mi vieja Casio
Y por fin llegué a las célebres playas de Santa Mónica donde, por pura casualidad, me tropecé con una serie de partidos de volley-playa femeninos... pero yo estaba sin cámara, que lástima ¿no? 

Vista desde el muelle de Santa Mónica.
La mítica ruta 66 que cruza los EEUU desde Chicago (hay quien la empieza en Nueva York) hasta Los Ángeles. Inmortalizada en varias películas ha entrado dentro del misticismo popular como una ruta hacia la libertad, plagada de cadillacs descapotables y pandas de moteros. Habrá que hacerla un día de estos... pero no en bici.

Muelle de Santa Mónica. Fin de la ruta 66.
En Los Ángeles pasé un par de días, y lo cierto es que la ciudad no me ha gustado. Quizá será porque estuve en barrios, que sin llegar a la categoría de guetos, sí estaban más bien deprimidos, pero supongo que Los Angeles también es esto, no sólo Hollywood Boulevard. De cualquier modo, mi mente sigue estando dominada por la estructura de la ciudad europea, y estas ciudades se me siguen haciendo excesivamente grandes, sin altura, porque salvo en los centros financieros es raro ver un edificio de más de tres plantas, pero enormemente extensas. Así el día que fui a dejar la ciudad, pasando primero por Hollywood para hacer la turistada de rigor, estuve a punto de no dejar la ciudad a pesar de estar todo el día rodando.

Al menos he sacado una experiencia de todo ello y es que ahora, más que nunca, se que no pasaré por México DF salvo urgencia perentoria, ya que esta ciudad tiene el doble de población que Los Ángeles, y me da en la nariz que la mitad de semáforos.

Centro financiero de Los Ángeles

La puñeta tras Los Ángeles es que los campings mágicamente desaparecen. Acampar en la playa está prohibido (me lo explicaron con un foco en la cara) y dependiendo de la zona, los hoteles pueden ser extremadamente caros... así que la siguiente foto se hace desde el banco donde me tocó estar leyendo toda la noche.
Muelle al amanecer
 La costa ha perdido ya toda la fuerza agreste que había tenido hasta llegar a Los Ángeles, pero aún así uno puede encontrar sitios curiosos, aunque peligrosos, como esta sucesión de pasillos a pie de playa. Aunque me da en la nariz que no debe ser el único lugar ya que toda la costa es arcillosa y estas formaciones deben ser habituales.


Y por fin llegamos a San Diego, puerta de entrada a México. Y todo lo que no me gustó Los Ángeles me ha gustado San Diego. Me ha dado muchísima más sensación de limpieza; no es agobiante, quizás porque he ido casi todo el rato por el mar y porque es mucho más pequeña (sin ser pequeña), o porque haya entrado por el barrio financiero. No lo se, pero me gustó.

San Diego. Junto a la estación de autobuses.

Las opciones que estuve manejando para México eran entrar por Tijuana y seguir hacia el sur por la Baja California, o desviarme hacia el interior, hacia Mexicali y bajar por Sonora. En contra de la primera opción estaban los barrios de favelas que se han creado en la ciudad y que podrían ser peligrosos, y en contra de Sonora... pues Sonora, un desierto con palabras mayúsculas. Así que al final opté por Tijuana y confiar un poco en mi buena estrella.

Estoy bastante emocionado con esto de entrar en México, y lo cierto es que estos últimos días apenas he estado en el presente y haya juzgado con excesiva dureza a Los Ángeles pero... no, paso de Los Ángeles.

Ahora, cuate, agarrémonos los machos y dejémonos crecer el bigote que nos vamos a México!!

jueves, 10 de octubre de 2013

San Francisco.

http://www.movescount.com/moves/move17381644

Nos levantamos en el campground y Giorgio me invita a acompañarlos en una excursión rápida, después de desayunar, a ver el Yosemite Valley.

Hicimos mesa común y me hizo mucha gracia lo sorprendidos que se quedaron cuando saqué el bote de Nutella. Tras esto, nos subimos al coche y fuimos al Valle, verdadero corazón del parque. Resulta que cuando me perdí, el día anterior, era hacia allí hacia donde me dirigía. Bueno, en coche, sobre todo la subida, es mucho más cómoda.






De todas formas, no me gustó especialmente visitarlo en coche. Fue demasiado rápido para lo que ya estoy acostumbrado, y ese valle realmente se merece que vuelva a California, entonces ¿porque no volví cuando regresamos al camping y nos separamos? Pues porque seguía con la caída en la cabeza, porque llegar hasta allí serían unos 35 km, con la mitad de ellos hacia arriba, y porque tras esto, tendría que cruzar mucha más distancia del Valley (valle entre Yosemite y San Francisco) que por lo que parece suele ser muy cálido.

De modo que, al volver, y después de despedirnos, tomo rumbo hacia el oeste, hacia el mar y hacia San Francisco.

El trazado sigue la tónica esperada, cuesta abajo. Y para mi alegría, recupero los arcenes que había perdido en el Parque Nacional. A medida que bajo se hace notar, por un lado, el calor, y por otro el verde de los árboles, va dando paso, paulatinamente, al pardo del matorral ya sequito. Una pena.

No obstante, en el camino me tropiezo con algún sitio bonito, como Groveland. Muy pintoresco. Y también con algún sitio raro, peligroso, podría llegar a ser. El acceso a Priest. Este pueblo tiene dos carreteras de acceso, la primera, más antigua pero aun en uso, tiene una pendiente media del 17%; al parecer, las gentes del pueblo, a principios del siglo XX se hartaron de la cantidad de accidentes que se producían y emprendieron la construcción, por sus propios medios, de la carretera que ahora mismo es la principal, y con una pendiente del 4%… que por suerte es la que yo cogí. No quiero imaginarme bajar una pendiente del 17% con el remolque empujando desde atrás. Fue en esta cuesta, más que en ningún otro momento, cuando sentí realmente el aumento de la temperatura.

Una vez dejé esta cuesta, el camino me lleva junto a un lago donde, para mi envidia, vi gente practicando esquí acuático… y yo pegado al asfalto. Me llamó la atención un puente apoyado únicamente sobre una parte de sus puntales… terroríficamente curioso.

Al final el día parece que va a resultar provechoso y estoy convencido en coger una habitación de hotel. Veo uno en la carretera con un muy buen precio, pero rápidamente veo que está junto a un club de caballeros… mejor que no. Me planto en Oakdale y aquí ya si, que hay que reponer energías… y yo que pensaba que iba a estar más destrozado.

http://www.movescount.com/moves/move17517505

Pocas cosas me gustan menos cuando viajo en bici, o cuando he hecho algún tramo del camino de Santiago andando, que entrar o salir de una ciudad. Y si es grande, pues peor. Y me estoy acercando a San Francisco.

Pero empecemos por el principio. Uno de los damnificados por la caída fueron las gafas de sol. Hacía tiempo que le venía dando vueltas a unas gafas fotocromáticas, ya que conduciendo de noche he tenido algún problema con bichos en los ojos, así que no perdí la oportunidad y me hice con unas en Oakdale… estoy moníiiiiisimo.

El terreno es bastante llano, pero el viento me está dejando chato. Aun así avanzo con facilidad… hasta que me pierdo. y ¿por que me pierdo? Porque me acerco a una gran ciudad, y si mi plan era que la 120 fuese la carretera que me iba a llevar hasta ella, pues se ve que tendré que rehacer mis planes, porque la 120, en algún punto, se convierte en interestatal, lo que me obliga a empezar a dar saltos entre carreteras de pequeños villorrios, polígonos industriales y urbanizaciones a medio urbanizar. Para colmo, el terreno es totalmente llano, sin puntos de referencia… bueno, eso no es cierto, el viento en contra es mi mejor referencia, pero mi subconsciente me hace huir de él, quizás por eso en algún caso me veo tentado a volver sobre mis pasos, y en algún momento algo más que tentado… vuelvo sobre mis pasos.

Desesperado, de tanto en tanto, me meto en la interestatal, cruzando los dedos para que ningún policía decida darme un autógrafo de recuerdo. Tengo suerte. Pero lo cierto es que no avanzo casi nada. Al final del día, ya empezaba a convencerme de que iba a tener una oportunidad magnífica de probar mis "gafas de visión nocturna". Me salgo de la autopista para tomar un camino que parece irá paralelo… y se acaba el mundo. Un viento atroz está a punto de tirarme de la bici, es imposible avanzar, quedo totalmente anonadado por la violencia con que ha llegado. Espero que sean simplemente unas ráfagas pero no, aquello no tiene pinta de amainar, así que busco refugio en un camino vecinal y me echo a dormir únicamente con el saco.

Lo que son los días, avanzas mucho menos, te cansas mucho más.

http://www.movescount.com/moves/move17517507

Como me temía, no he oído la alarma del movil, así que me despierto a las 06.30 con la del reloj. Me encuentro bastante descansado, y parece que me va a hacer falta, porque me quedan unos 100 km por delante, y el viento sigue donde lo dejé, aunque no con tanta fuerza. Recojo y me pongo en marcha sin desayunar. He de retroceder un poco y tomar hacia el oeste encarando el viento y unas ligeras colinas. El problema al final, lo que son las cosas, es que son ligeras. Si fuesen un poco más altas probablemente me taparían el viento, pero no tengo esa suerte, y como además la carretera lo que hace es discurrir entre ellas lo que me encuentro es una pared de viento que me ralentiza muchísimo. Lo que me lleva a los clásicos cálculos de, "voy a tardar 10 horas de pedaleo, eso son 14 horas de viaje… puff". Pero bueno, paso a paso.

Sigo avanzando y en algún momento que soy incapaz de identificar, hago cima y comienzo a bajar. La carretera sigue en cierto modo a la interestatal de modo que, de tarde en tarde, en los accesos a esta, se producen retenciones. Son las 08.30 más o menos y llego a un pueblo. 7eleven en el que me cargo un par de cinamon bum y un litro de batido de chocolate. Me quedan unas 45 millas y ahora mi preocupación será tratar de evitar en la medida de lo posible el perderme, pero cuidando a la vez de la batería del iPhone donde tengo los mapas.

Será que ayer estaba más cuajado de lo habitual o que hoy es más sencillo pero las pérdidas son menores, así que con paso más o menos firme supero alguna colina que se interpone en mi camino (llegaré a SF y seguiré esperando las temidas montañas que me habían anticipado hace un par de días).

Finalmente, desde lo alto de una de estas colinas creo divisar el mar. La bruma me impide estar seguro, pero el olor está ahí. No es igual al que uno percibe en el Mediterraneo. Se siente menos usado. Pero después de 3 meses realmente lo añoraba. Renueva mis fuerzas (el hecho de que sea una cuesta abajo no tiene nada que ver, para nada).

Por lo que parece, me equivoqué en el cálculo de la distancia que me faltaba, ya que habré de tomar un transbordador en el que haré unas 5/6 millas… pues eso que me quito. De cualquier modo, hasta llegar al transbordador pasaré por una serie de ¿pueblos?¿barrios? que me llaman la atención por las brutales diferencias entre ellos. En algún caso, la calle principal por la que estoy circulando es bonita, lustrosa, con mucha vida en la calle, comercios, farolas con plantas colgadas y demás. Casi sin solución de continuidad paso a un nuevo barrio, en este caso casi un gueto. Empieza a aparecer la suciedad, los grafitos, negocios cerrados, y grupos de personas que parecen no estar haciendo nada bueno (serán imaginaciones mías). Veo alguna estampa que parece sacada de alguna película, como los 5 ó 6 tipos que estaban sentados en sillas de playa que apenas se mantienen en pie, a la puerta de un negocio de lavado de coches, charlando alegremente, mientras circula de uno a otro una bebida que no soy capaz de identificar.

Algún atrevido creo que me indica que tengo que circular por la acera. No llego a dejarle ver la longitud de mi dedo, pero ganas no me falta. Unos 150 kilos de carne y acero a 20 km/h por una acera, claro, por supuesto.

Una vez llego al ferry dejo la bici en la parte posterior y salgo a la cubierta superior. El viento es brutal, y no se relaja precisamente cuando el barco toma velocidad. La vista es bonita, lastima de la bruma que lo empaña, y de la cámara que, con esta luz, no me deja ver lo que estoy fotografiando. De cualquier modo, tengo Alcatraz a tiro de piedra y la vista de la ciudad desde la bahía es bonita. 

A puntito de atracar.

Cada uno tiene sus manías, y una de las mías, cuando visito grandes ciudades por primera vez, es no ir a museos, no tomar ninguna guía y básicamente ponerme a andar hasta que me pierdo. No se lo recomiendo a nadie, no porque no sea un buen modo de conocer una ciudad (a mi me gusta), pero es cierto que corres el riesgo de volver de un sitio y que alguien te salte con el clásico -¿no has estado en "famoso museo/teatro/puente/plaza"?, pues entonces es como si no hubieses ido. Desde ya, voy advirtiendo a amigos, conocidos y futuros conocidos que procuraré un billete sin retorno a Alcatraz a quien me suelte una de esas. Pero desde el cariño, claro.

Si os fijáis podréis ver a Clint con su cucharilla


La ciudad se tambaleaba, por eso todas las fotos están torcidas
Pues nada, muy bonita. No tiene nada que ver con el resto de ciudades que he visto. Es más "europea" y quizás por eso me ha gustado más. No obstante los contrastes le siguen dando un punto que uno dificilmente encuentra en Paris o Madrid. Uno de los detalles que más me gustó fue cuando acabé en el barrio chino y en un parque había varios grupos haciendo gimnasia. Cada uno a su estilo, algunos practicando alguna variedad del Tai-chi, con o sin armas. Un completo pitorreo que se traían las señoras, muy mayores todas ellas, a ver quien se agachaba o estiraba más... y creedme que se estiraban.

Me sorprendió (cosas de la ignorancia) encontrarme leones marinos en el puerto. Venía yo con muchas ganas de darme un chapuzón, pero me da a mi que voy a esperar un poquito, que el agua debe estar fresquita.

Leones marinados
También tiene su interés el barrio financiero, el cual queda muy cerca de donde os soltará el ferry. Todo el mundo va con prisas, todo el mundo está ajetreado. Las cosas de la gran ciudad, nadie mira dos veces al ciclista con el extraño chisme que le sigue, cuando lo normal hasta el momento es que muchos hubiesen preguntado.

Mucho más elegante que pedalear.





















Mi pelo, mi pelo...




Finalmente emprendo camino pero claro, muy digno me pongo yo con lo de perderme y olvidarme de los lugares clave, salvo por el Golden Gate Bridge. Pues muy chulo. Un puente. Pero estoy un poco, acongojado, son ya muchas películas en las que este puente se ha venido abajo, así que antes de ponerme a cruzarlo hago lo que cualquiera con un poco de sentido común haría: mirar para los lados y comprobar que no hay aliens, monstruos, terroristas o meteoritos a la vista, porque si los hay, estoy en el epicentro de la catástrofe, pero no, lo único que hay es un torrente de turistas que, cámara en mano, pretende llevarse un recuerdo. Al otro lado Sausalito, una pequeña ciudad costera, muuuuuy turística. Hay que estar atento a que hora se cruza el puente en bici ya que está regulado el lado de tránsito sobre el mismo para evitar follones con los peatones. También hay que tener cuidado con el viento, que es muy fuerte y racheado, o perderéis la pamela como yo.




El niño se cree artista.