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martes, 11 de febrero de 2014

Como cruzar México en bicicleta sin pasar por México

Este cicloturista parte de Morelia con la extraña sensación de pensar en lo mal que podía haber salido todo y lo bien que terminó resultando. He conocido a mucha gente muy agradable. He salido a tomarme una cerveza después de no se cuanto tiempo, y además me encuentro con las pilas cargadas de nuevo, así que ¿qué más puedo pedir? (aparte de que a Bob le salgan alas, claro).
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Catedral de Morelia
Me despido del personal y a Álvaro le dejo el teléfono que me encontré en el desierto de Nevada. A mi no me va a servir de nada y a él, si consigue liberarlo, le puede venir bastante bien. Yuta, él y Paul seguirán juntos por un tiempo. Me comentan que quieren estar en Querétaro en unos 4 días, pero sólo les separan 50km así que van a echar algo más de tiempo por acá... a mi me pica el culete.
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Centro de Morelia para las bicicletas

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Arcos en Morelia
Mi próximo destino es Cancún. No porque realmente tenga muchas ganas de pedalear hasta Cancún, sino porque en el camino está Chichen Itza... sí, esa célebre pirámide maya que fue considerada una de las 7 maravillas del mundo. ¡¡Ah, y quiero ver cenotes!! Así que trazo una ruta rápidamente en esta dirección.

Por el camino tengo México D.F. (Distrito Federal, para el que no lo sepa) pero tengo totalmente claro que no quiero pasar por ahí. Hablamos de una ciudad con un núcleo urbano de más de 8 millones de personas censadas, al que sumando el área metropolitana, puede ascender a 20 millones de personas. Esos son muchos coches para este temeroso cicloturista. Tampoco quedé encantado de mi tránsito por Los Angeles y es mas pequeña que el DF. Asi que decido tomar el Arco Norte, una carretera de cuota que bordea todo el DF y me dejará a los pies de Heroica Puebla de Zaragoza, Puebla para los amigos.

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Hornos
Las jornadas transcurren con calma y realmente no hay grandes cosas que contar. Es un altiplano con mucho de plano, y con muchos más humedales de los que pudiera imaginarme antes de llegar aquí. Sin embargo, la suerte parece acompañarme y normalmente disfruto de suaves temperaturas y cielos despejados. Así que disfruto bastante de esta bella monotonía.
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Planicie camino a Mexico

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Templo a un accidentado
Un par de días tras mi marcha de Morelia, me alcanzaron en la carretera un par de amigos que habían estado en el congreso de cicloturismo. Pararon a charlar un rato y me dieron algunas bebidas isotónicas que nunca vienen mal. Parar de vez en cuando es una alegría pero pararse en estos casos, y charlar con gente tan volcada en el mundo de la bicicleta es un placer.
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Amigos del VI Congreso

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Y más amigos

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Disfrutando del yogurt



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Tomando el Arco Norte. De Atlacomulco a Puebla

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Vista de la presa Hua Pango

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Paciente rebaño de ovejas paciendo

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Hua Pango
Con estas voy llegando a Atitalaquía, donde hago noche. Había estado amenazando lluvia, y me dio el margen justo para llegar y acomodarme. Mi anfitriona, muy amable, se ofreció a subirme la cena a la habitación y en pocas ocasiones he dado tan buena cuenta de una sopa bien calentita. Habían caído unos 92 km y para cuando me he querido dar cuenta estoy ya a casi 300 km de Morelia... y los llanos tampoco son tan llanos, ya que he salvado unos 2500 metros de desnivel. Te lo vas pasando bien y no te das cuenta de que vas subiendo.
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Ruinas entre Atitalaquia y Tlaxcoapan
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Atitalaquia
El caso es que voy necesitando sacar dinero. Me doy una vuelta por el pueblo pero no veo ninguno de los cajeros que me puedan venir bien, así que tras preguntar me mandan al pueblo de al lado Tlaxcoapan. Al llegar a la plaza del pueblo paso junto al cajero pero no me doy cuenta. Estoy dando la vuelta completa a la plaza cuando un señor me llama desde ella. Me acerco también dispuesto a averiguar donde está el cajero y comenzamos a charlar.

La conversación se inicia por donde siempre, que de dónde vengo, que a dónde voy, que por qué lo hago y tal. En un momento se nos ha unido un tercero y poco despues ya somos cuatro. Uno de ellos estuvo en España, en Valencia para que editar un libro; al parecer nadie se lo quiso editar en México... cosas que pasan, supongo.

En estas estamos cuando uno de ellos decide irse a por un refresco de 3 litros para aclararnos el gaznate y el otro me dice que me espere que va "a por la tele"... a cuadros me quedo. Pero me quedo. Así que 10 minutos más tarde tengo a los amigos del Canal 10 Esperanza TV haciéndome la entrevista que os dejo a continuación.



Después de la entrevista, mis nuevos amigos me invitaron a comerme unas sincronizadas que realmente me supieron a gloria. Fue un muy agradable rato de charla, y lo que debería haber sido un trayecto de 3 km para sacar dinero y salir corriendo se convirtió en toda una tarde departiendo. Así que decidí echar la noche en Tlaxcoapan y salir al día siguiente.

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Con un grupo de amigos en Tlaxcoapan

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Más amigos en Tlaxcoapan
Dejo atrás Ciudad Sahagún, que sin ser fea no hace justicia a su hermana española. Quizás influya en mi "mal" recuerdo el haber llegado de noche y muerto de frío, por una carretera sin iluminación siendo adelantado por unos coches que venían más preocupados de no caer en alguno de los numerosos baches que otra cosa. O quizás fuese porque al salir de la carretera de cuota los empleados del puesto de cobro me indicaron, muy amablemente eso hay que decirlo, que al día siguiente no entrase en la carretera por su puesto, ya que no estaba permitido circular por allá con bicicleta.

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Ruinas a la salida de Emiliano Zapata
Por no hacerles un feo, circulo en paralelo a la autovía durante algunos kilómetros hasta que veo el modo de incorporarme a esta. Será la misma distancia, pero aquí voy mucho más seguro por el arcén (acotamiento).

El problema llegará un poco más adelante, cuando apenas me faltan 15km para abandonar la carretera. En uno de los puestos vuelven a pararme y aquí parece que van a ser más estrictos. Tienen sus órdenes, que son no dejar pasar a ciclistas y los entiendo, porque si me pasa algo ellos podrían tener un problema, pero por mi parte les hago ver que la alternativa es mucho más arriesgada ya que la distancia a recorrer es mucho mayor, con muchas más curvas y peor visibilidad, y además no tengo acotamiento (arcén), así que llegamos a una solución de compromiso. Ellos me dejarán pasar si yo les hago un eximente de responsabilidad, así que 5 minutos más tarde sigo cuesta abajo camino de Puebla.

No me he dado cuenta, pero ya es 1 de noviembre, así que estamos en plenas fiestas de difuntos. Consigo habitación en el mismo centro, en un albergue y cuando estoy terminando de ducharme escucho bastante jaleo desde la calle. Rápidamente me visto y me encuentro un pasacalle justo en la puerta del albergue.



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Pasacalles de noche de difuntos en Puebla
Ya que me he puesto guapo (una camiseta que no apeste a sudor y un pantalón que no es de ciclismo) salgo a pasear un rato y a ver si encuentro alguna pizzería, que se ve que el cuerpo está pidiendo hidratos de carbono.
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Iglesia en Puebla

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Edificio en Puebla
La noche de difuntos es vivida en México con mucha intensidad. Al menos con mucha más de la que estamos acostumbrado en España, donde ha cogido más vuelo por la influencia anglosajona de Halloween. Me encanta ver como en ese sentido México se agarra a sus tradiciones. Hay muchísima gente disfrazada, y además algunos de ellos son realmente buenos, metiéndose mucho en el papel.
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Noche de difuntos

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Catedral de Puebla

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Disfrazado de ciudadano
Para cuando llego a la plaza de la catedral, la muchedumbre es asombrosa. Los que me conocen sabrán que las aglomeraciones y yo no nos llevamos muy bien, pero el ambiente es tan amable y todo fluye tan bien que no me siento incómodo para nada (está claro que ya he comido y que todo me viene a dar más o menos igual).

La mayor parte de los edificios tienen una muy acertada iluminación que realmente convierte en un placer el pasear por esta ciudad, que es mucho más monumental de lo que me esperaba al llegar.

Lamentablemente, aunque "la noche es joven y yo más", los kilómetros pesan y me voy a dormir. Una retirada a tiempo es una victoria, y me quedo con el sabor que me ha dejado esta celebración.
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Ambiente del centro

Antes de salir de Puebla me doy una vuelta de nuevo por el centro de la ciudad. El día acompaña y me apetece disfrutar de nuevo de estas calles. Estando en la plaza coincido con un grupo de ciclistas que parece que van a hacer alguna ruta en mi misma dirección. Ellos no preguntan y yo no podría seguirles el ritmo así que sigo a lo mío y si nos vemos por el camino pues ya charlaremos un rato.

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La Catedral de Puebla... con iluminación diurna
Y en carretera el día comienza a torcerse, climatológicamente hablando, un viento muy feo me dificulta el avanzar y el día se va tornando plomizo. La carretera es recta. Una de esas rectas que se pierden en el infinito, primero sube, después baja, volvemos a subir y... ah, no, se me terminó el día en esa subida.
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Cementerio tras la noche de difuntos
La gracia del día, sin embargo, me llegó por dos frentes totalmente opuestos. Por un lado, el pinchazo que debía llegar, llegó. Aprovecho para repasar el estado del neumático que, si os acordáis, empezó a dar muestras de agotamiento ya desde Tepic. Obviamente está más desgastada, y lo que antes eran pequeños puntos verdes, ahora son franjas completas. Aun así, la rueda aguanta. Y esos son unos 1,500 km. Me vuelvo a quitar el sombrero con Schwalbe.

La segunda gracia me llega desde España. Resulta que la entrevista que me hicieron en Tlaxcoapan ha llegado hasta el Diario Sur, periódico de mi Málaga natal y, a través de mi familia, tienen mi número de teléfono, así que me hecho a un lado de la carretera y mantengo una breve charla con el periodista de deportes de este diario. Al finalizar me comenta que se publicará en un par de días, el lunes. La verdad es que más tarde, dándole vueltas, me extraña, ya que el lunes es cuando se publican todos los deportes del fin de semana, y sinceramente no me veo quitándole dos líneas a Ronaldo o Messi. Pero bueno, cuando se publique ya me enviarán el enlace a la web y/o una copia del periódico.
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Un poco de mecánica para amenizar la tarde.
Acampo tras unas casas abandonadas en un pueblo junto a la carretera y como algo caliente en un bar que está próximo. He llegado prácticamente de noche, llevo unas 4 horas de cara al viento y con un frio demencial, así que con un humor bastante perruno caigo rendido en el saco.

Cual no será mi sorpresa al levantarme con la siguiente imagen ante mi. Hacía ya mucho que no veía la nieve, y aunque lejana, he de decir que me sentí transportado a Canadá de nuevo. Es curioso como el frío me puede tensar tanto, y que sin embargo recuerde que aquellos días eran los da la perpetua búsqueda de cumbres nevadas. Así que con un excelente humor me pongo en marcha.
Orizaba con su blanca cumbre
Y aunque el día comenzó un poco complicado ya que a poco que subí me metí en un banco de nubes que me obligó a plantarme mi chaleco reflectante y a encender luces, lo cierto era que me lo pasaba bastante bien. No sólo era que comencé con tan maravillosa vista, además resulto que ya llegaba lo que hacía tanto que estaba esperando.

Una de las pocas ventajas que tiene subir hasta la altura de México es que después... tienes que bajar. Y eso es lo que me tocaba. Los siguientes 3 ó 4 días, aun sin ser de relax, iban a permitirme relajarme bastante, ya que debía perder los 2,300 metros de altitud hasta llegar al nivel del mar.

Ruinas entre brumas

Templete junto a la carretera
Así que lo primero será llegar a Córdoba, bajando por el valle de Orizabal. Ya digo que hubiese sido más agradable hacerlo en un día despejado ya que había de estar muy atento a mi retrovisor, pero cuando salí de las nubes pude admirar el valle en todo su esplendor. A partir de ese momento ya sólo me quedó vigilar la carretera que era realmente empinada.

La verdad es que a esto de bajar me acostumbré tan rápido que rápidamente encontré donde parar a comer... hay tiempo para todo, y en el Oxxo estuve un buen rato de charla con los curiosos trabajadores de la gasolinera. Me dieron las bendiciones de rigor y me advirtieron sobre la carretera. Estrecha y con curvas. Cuidado con los camiones que vienen como locos... nada que no hubiese sufrido ya, pero se agradece la advertencia.
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Valle a la ciudad de Orizaba (al fondo)
A la entrada de Cordoba me paro a charlar un rato con mi señora, con un poco de suerte cuando encuentre habitación dispondré de una buena conexión wifi y podremos tener un ratito de skype. Hace ya mucho que no veo las caras de mi familia y eso se hace pesado.

En cualquier caso Cordoba es una bonita ciudad, y mi hotel da a la catedral de la misma. Una bulliciosa plaza frente a ella donde uno puede encontrar desde venta de globos a protestas por el estado de la educación en México (justo en ese momento recordé los problemas que había leído en España sobre la reforma educativa en México y me extrañó no haberme encontrado ningún detalle que me lo hubiese traído a la memoria a lo largo de mi periplo).

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Catedral de Córdoba (Veracruz)
La cena la hago en mi habitación del hotel con cuatro cosas que compro en tiendas junto a la plaza y por fin puedo ver a la familia.


Ver Sin título en un mapa más grande

Pd: estos han sido unos días bastante sosegados, por ello pasaré sobre ellos más rápidamente, centrándome en las anécdotas que realmente pudieron marcar los días. ¿Hay algo más que quieras saber? Pregúntamelo!!

martes, 4 de febrero de 2014

Morelia. Visicitudes de un viaje.

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"El bonico"
Lo malo de pasar una mala noche es que, usualmente, le sigue una mala mañana. Más que levantarme, me arrastré fuera de la tienda. Darme cuenta de que no estaba solo y que mi reptar gusanil estaba afectando a mi imagen me ayudó (obligó) a recomponerme un tanto. Había dormido como no lo hacía desde que comencé el viaje allá por Alaska: con los pantalones largos de ciclismo y una sudadera dentro de un saco que permite dormir confortablemente a -10º... y aun así había pegado algún tiritón. En fin, que con resignación asumo que no estoy fino. Así que ahora me toca decidir si languidezco aquí mismo o si hago un esfuerzo para ver si, dándole un poco al pedal, entro en calor.

A pesar de que ayer habíamos hablado de salir temprano para llegar con luz a Morelia, que nos queda a unos 80km, nos tomamos esto de desayunar y recoger con bastante calma. Un amanecer plomizo y una fina lluvia no son los mejores incentivos para salir a la intemperie. Es increíble lo que un simple techo puede hacer por tu comodidad.

No obstante, a las 08:02 y con mi estimado Bob Yak cargado hasta las cejas, estamos cerrando la puerta del camping tras de nosotros y comenzamos a avanzar. Después de una pequeña bajada comienzan 8 km de continua subida, no demasiado empinada. Usualmente me hubiese venido muy bien ya que los escasos 12º que hacía no daban para estar muy calentito, pero tal y como andaba me parece que ni subidas ni bajadas iban a hacerme mucho bien.

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¿Platero?
Habíamos establecido un punto de reunión. Allá por Huaniqueo, unos 30 km más adelante, donde dejaríamos la carretera de cuota para internarnos por carreteras secundarias, con peor trazado y arcén pero menos transitadas y con mejores vistas. Para cuando llegué a este punto ya me había quedado claro que no era con ejercicio como iba a reponerme. La gracia llegó cuando nos dimos cuenta de que nos faltaban cuatro compañeros; resultó que por despiste se saltaron la salida y continuaron por la carretera en un camino más recto hacia Morelia. Me despedí de los presentes citándome con ellos para el día siguiente en el congreso que en Morelia se celebraba.

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Compañero de habitación.
Huaniqueo de Morales es una pequeña localidad que, en mi ignorancia, me atreveré a decir que no tiene nada de particular. Pude encontrar hospedaje en una desvencijada casa. Ducha y a dormir. Es increíble lo curativo que puede llegar a ser el sueño. Para las 17:00 me desperté y bajé al pueblo a dar un paseo y comprar algunas viandas, fruta fundamentalmente. De charla con el dueño de la tienda me contó que estuvo trabajando como técnico en un laboratorio en los EEUU (fotografías incluidas) e incluso tuvo un negocio de compraventa de vehículos. Lo dejó todo atrás cuando su padre se hizo mayor y no pudo ocuparse de la desvencijada tienda en la que me atendía. Es cierto eso de que la tierra que nos vio nacer tira mucho de nosotros.







Como se suele decir "una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa". Y está claro que esto ya es otra cosa. Para llegar a Morelia debo hacer solamente unos 50 km, así que me lo tomo con calma. Concentro en el desayuno las calorías de una semana y preparo la bicicleta. Las alforjas, pobrecitas ellas, están a punto de convertirse en un montón de jirones, pero aun aguantarán un poco más con la caja de imperdibles que compré ayer.

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Un día perfecto para hacer un poco de turismo sostenible-

El sol luce y calienta, y a poco de empezar me doy cuenta de cuanta razón tenía Bernardo al decidir dejar la carretera principal. El camino es más duro, con algunas rampas que casi me obligan a echar el pie a tierra, pero la paz que se respira es impresionante. Atravieso algunos pequeños pueblos donde la gente te observa con abierta curiosidad pero nadie hace el intento de hablar conmigo. No siento ni sombra de mi estado de ayer, y casi lamento que sólo haya 50km hasta Morelia porque realmente disfruto de la carretera.

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Una de las pocas praderas "llanas" que me encontré en el día.
Movimiento Antorchista, reivindicando.

Lamentablemente todo tiene un final, y en este caso el final llegó al entrar en Morelia. No me entendáis mal, es una bonita ciudad, pero los accesos dejan algo que desear, cosa usual en grandes ciudades. El asfalto vuelve a estar destrozado y paso del plácido paseo a una jungla donde un cicloturista está en la parte más baja de la cadena trófica (vamos, que los coches se me comen por los pies). Por suerte me tropiezo con un ciclista que casualmente también va hacia el pabellón donde se celebra el congreso así que a duras penas consigo seguirlo. La verdad es que me parto de la risa con las cabriolas que va haciendo con una fixie, casi parece que quisiera impresionarme.

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VI Congreso Nacional de Ciclismo Urbano. Morelia.

Finalmente llego al pabellón donde me encuentro de nuevo con mis efímeros compañeros. Pasamos la tarde de charla, escribiendo en blogs y, como he llegado con la bicicleta completita, dando explicaciones a diestro y siniestro sobre mi viaje. En este primer día no llegué a entrar a ninguna ponencia, aunque al día siguiente estuve en un par de ellas, sobre los niveles de contaminación en distintas ciudades de México y sobre la adaptación de las ciudades a la bicicleta. Interesantes. Gracioso, que podríamos decir, fue el momento en el que, sentado atendiendo a una de las conferencias, el biceps crural (el de la parte de atrás del muslo) decidió que era un buen momento para acalambrarse, vaya si había tenido meses para hacerlo y tuvo que escoger uno de mis pocos días de relax, así que ante la divertida mirada de Paul, me tocó morderme un puño mientras la otra mano intentaba deshacer el nudo de doble lazada que se me había formado en la pierna.

Bob no es el único remolque del mercado.

Iba tocando ver donde me iba a quedar y parecía que el personal se había repartido un tanto. Alvaro con una chica de couchsurfing, Bernardo y algunos más con un amigo, así que al final Olli me comentó que se habían quedado en un albergue y resultó que aún tenían plazas. Habíamos quedado para más tarde con el resto en el centro de Morelia, donde se iba a iniciar una marcha cicloturista nocturna que iba a dar mucho de si...

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Inicio de una noche "memorable"
A la marcha fui ligero, es decir, sin carrito, sin alforjas y sin mochila. Cámara, teléfono y cartera a los bolsillos y en el casco la cámara de video. Nos encontramos con el resto del grupo y visto que la marcha como tal iba a tardar un poco en comenzar nos escabullimos para comer algo ya que no habíamos tenido ocasión de cenar. Al poco la "serpiente multicolor" comenzó a moverse, con la típica calma e indolencia del que sabe que la prisa no lo llevará a ningún lado, y a ella nos unimos.

No más allá de 400 metros más adelante llegamos al primer tapón donde hice el clásico palmeo para controlar que todo estaba en su sitio: ¿casco con cámara? comprobado; ¿cartera? comprobado, ¿cámara de fotos? comprobado, ¿movil?... ¿movil?... ¿movil? ¡¡¡¡UOPS!!!! Maldita sea, donde diantres está mi iPhone. Media vuelta, vista al suelo y a recorrer en dirección opuesta a la marcha el camino antes hecho. Llego hasta la plaza y vuelvo sobre mis pasos una vez más, ahora hay menos ciclistas y la esperanza es lo último que se pierde. Nada, no hay suerte... piensa Fernando, piensa. ¡¡Pues claro!! ¡¡El localizador!!  La mayoría de los teléfonos de media gama hacia arriba vienen equipados con GPS  lo que, en determinadas circunstancias, te permite localizarlos, así que me dirijo rápidamente hacia el albergue, enciendo el ordenador y ¡voila! ya se donde está mi teléfono. Mi problema ahora es que no puedo ir a por él ya que no tengo otro teléfono con el que seguir la señal. Espero unos minutos y compruebo que efectivamente, la señal es estable y puedo ver por donde va... que gracioso, está siguiendo el recorrido de la marcha en la que me encontraba. Quizás se me cayó y alguien lo recogió. Estoy a punto de enviar un mensaje al movil ofreciendo una recompensa si me lo traen al albergue cuando caigo en la cuenta de que jamás se me había caído el movil antes, y no quiero advertir al actual depositario (por no usar un lenguaje más claro) de que se que lo tiene.

Así que hablo con el dueño/gestor/recepcionista del albergue, Mike, americano, y le explico lo sucedido. Le pido el teléfono del albergue y si me puede facilitar el número de la policía, a lo que me responde con una mirada llena de escepticismo. Marco y le explico a una señorita la situación. -"En 15 minutos le contactarán". Mientras espero sigo el teléfono en la pantalla de mi ordenador. Espero que no le de por apagarlo. Suena el teléfono y vuelvo a explicar la situación: necesito a un agente con un movil con conexión a internet para poder localizar el mío. En 5 minutos tengo en la puerta al agente Vasquez, de paisano, y con su iPhone en la mano. Accedemos a la aplicación y localizamos el terminal. Ahora al coche, de los que se vendrían a llamar "de la secreta". Él conduce y yo le voy indicando las calles por donde se mueve mi teléfono. Uno hubiese pensado que al tratarse de una persecución de un coche contra una probable bicicleta la cosa podría haber sido calmada, pero el manojo de canas que me salieron en el trayecto dan fe de de lo contrario.

Pues cantando iba yo las calles cuando al mentarle una de ellas, cuyo nombre no recuerdo, me pidió que se lo confirmase. Algo en su tono de voz me hizo temer lo que más tarde me confirmó. Entrábamos en "zona de guerra". La señal se detiene y por más que refresco la pantalla no me da ningún movimiento, no se si han apagado el teléfono o realmente se han detenido. Unos 5 minutos más tarde llegamos a la última localización conocida del movil. En la esquina donde se supone debería estar el iPhone, un grupo de personas charlan a la puerta de su casa; aparcamos un poco más adelante y me comenta que cree conocer a esta gente, lo dice con ese tono que te deja claro que no es porque se los encuentre los domingos en misa, y me indica que no salga del coche. Ni se me ocurre.

Se dirige a ellos y comienza una discusión de la que apenas puedo distinguir palabras sueltas. 5 minutos más tarde se termina de montar el follón al aparecer dos furgonetas llenas de policías "a la mexicana", esto es, con cascos, armas de repetición y chalecos antibalas. Por un momento estoy tentado de recordarles que se trata únicamente de un movil, que por lo que a mi respecta le pueden ir dando por donde no luce el sol. Pero el tinglado está ya montado. Los "malos" que no los dejan entrar, los buenos que, siendo conscientes de que no tienen una orden de registro, no quieren/pueden forzar la situación. Por un momento creen ver algo en los tejados y todas las linternas apuntan a los tejados. A todo esto mi teléfono ha dejado de transmitir señal, lo han apagado.

Han pasado casi dos horas desde que llegamos y el agente Vasquez se acerca taciturno al coche. Me explica que están tardando demasiado en recibir la orden de registro y que sin esta no pueden entrar en la casa. Lamenta que esto esté tomando estos derroteros y que para cuando llegue la orden ya se habrán deshecho del movil. Lamenta mucho la imagen que me llevaré de Morelia. 3 policías más se acercan a disculparse. !!3¡¡.Yo alucino. Trato de hacerles ver que esto me podría haber pasado en mi casa, que han hecho, y doy fe de ello, todo lo posible dentro de la legalidad, por recuperar mi terminal; y que mi imagen de Morelia no se ha visto para nada menoscabada, todo lo contrario, gracias a la entrega que han puesto en una misión tan trivial como esta.

Camino del albergue, sin embargo, el agente razona que "el malo sabe que nosotros sabemos que tiene el movil, y también sabe que en cuanto lo encienda lo localizaremos o que usted lo habrá bloqueado, así que mañana por la mañana querrá deshacerse de él... creo que lo dejo a usted en el albergue y me vuelvo para pillarlo". No tengo my claro que decir. Así que le agradezco el esfuerzo y le hago ver que hablamos sólo de un movil.

Al llegar al albergue le explico a Mike lo sucedido y lo cierto es que alucina. "Quizás será porque eres un turista, a uno de aquí no le hubiesen hecho ningún caso". Pues no lo se, pero el cuerpo me pide descansar, son las 03:00 a.m. y la noche ha sido intensa. Mike me deja el inalámbrico "porque nunca se sabe".  A las 06:00 el teléfono suena. -¿Diga?-, -¿Fernando?, tengo su celular, en 15 minutos estoy allá.- Creo que estoy demasiado dormido y no le doy mucho crédito a mis orejas, pero 15 minutos más tarde el agente Vasquez me termina de sacar de mi sueño cuando me devuelve, intacto el movil, con su funda, una batería de una cámara que tenía de repuesto y 4 ó 5 pesos que había dentro. Mike y yo estamos estupefactos. El agente me cuenta que estuvo esperándolo hasta que, sobre las 05:30 lo vio salir y estuvo charlando con él hasta que le dio el terminal. Al parecer lo había encontrado en la calle y salía para devolvérmelo... a las 05:30 de la mañana, claaaaaro. Le agradezco al agente su trabajo, lo que él declina diciéndome que es sólo eso, trabajo.

Tres detalles que olvidé comentar: 
1. Poco antes de "extraviar" el movil me llegó un SMS del agente Magaña, aquel me escoltó mientras dormía unos días antes de llegar a Manzanillo, y aun no le había respondido.
2. Cuando hablé con el agente Vasquez al principio, le comenté que iba a enviar un mensaje al movil para ofrecer una recompensa de unos 500/1000 pesos, pero que al final no envié. Hubiese sido muy sencillo para él decirme que tuvo que soltarle 500 pesos al malo para que le diese el teléfono como "agradecimiento por devolverlo". No lo hizo.
3. Justo antes de volver al albergue, el agente estuvo hablando con un vecino. Cuando terminó se metió en el coche, tomó una cámara de video y se puso a gravar un vehículo indicando que se abriesen diligencias para investigar la procedencia del mismo. Ante mi cara de asombro me explicó que el vehículo pertenecía a un policía según le indicaba el vecino, pero que quedaba fuera del presupuesto de un policía; que quizás fuera de la mujer, o vaya usted a saber, pero que había manzanas podridas que era mejor sacar del cesto.

Todos hemos oído hablar de las famosas "mordidas" de la policía mexicana, y quizás mi experiencia sea una raya en el agua pero... bueno, hay gente buena y honrada en más lugares de los que uno se imagina. Así que desde aquí, mi agradecimiento y respeto a la policía de Morelia, estado de Michoacán.



Ver Morelia en un mapa más grande

martes, 28 de enero de 2014

Reunión cicloturista.

Comienzo el día contraviniendo mi primera y casi única regla para viajes en bicicleta: ni un paso atrás, ni para coger carrerilla. Pero no es carrerilla lo que quiero coger, si no algo para comer. Así que me acerco hasta el Oxxo más cercano, que está junto a una Pemex y me siento en un escalón a comer algo. No me noto de un excelente humor. Estoy un poco como el día, gris y plomizo. Poéticamente podríamos decir que estoy en comunión con los elementos, más prosaicamente diríamos que estoy "delicaito". Por suerte nadie viene a curiosear. No me entendais mal, no hubiese sido un insolente ni desagradable. Para nada. Es sólo que hubiese tenido que fingir. Nadie tiene porque soportar mis malas pulgas.

A la luz del día puedo ver que, efectivamente, Jiquilpan de Juarez está en un altiplano. Desde aquí casi parece la olla de un volcán ya extinto, así que cuando echo un vistazo a la ruta no me sorprende en absoluto ver que tendré grandes rectas por delante. Así que me planto los auriculares, selecciono la lista de reproducción de Disturbed y comienzo a pedalear.

Efectivamente, la primera curva la doy 10 km más tarde. Y como siempre añoramos lo que no tenemos, ansío llegar a alguna montaña para encontrar un paisaje más agradecido que el actual ya que de momento he empalmado la primera ciudad con la segunda, Sahuayo de Morelos. Hace algo de fresco, nada que un impermeable no arregle, y en los momentos en los que soy consciente de esto, siento una pequeña alegría después de las temperaturas que disfruté en la costa... y que sospecho habré de sufrir de nuevo más adelante.

Otros 8 kilómetros de monotonía me llevan hasta Venustiano Carranza y hasta La Barca 20 kilómetros más, únicamente distraído por una curva a la que casi quiero hacerle un monumento. En definitiva, me aburro mucho. A estas alturas la música no es consuelo. Llevo escuchando las mismas canciones desde Alaska y ya me se el orden en aleatorio (porque no es aleatorio, siempre hay un algoritmo, es imposible programar la aleatoriedad... un contrasentido).

Poco después de La Barca parece que mis ruegos son atendidos. Comienzo a subir... pero no, son unos tristes 200 metros los que asciendo y en línea recta, así que sigo enriqueciendo mi mundo interior. En el horizonte diviso Ecuandureo y me desvío hacia allá para hacer noche.

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Ecuandureo. Sorpresas te da la vida.

Entro a la plaza del pueblo y un chaval cargado con unas garrafas de agua me llama: -"Allá están sus amigos". Me quedo un tanto desconcertado, en primer lugar porque no sabía que tenía amigos por aquí, en segundo lugar porque el imberbe lleva puesto un uniforme de policía y carga su arma reglamentaria al cinto (si tiene más de 17 años yo soy Ava Gardner). Me giro hacia donde me señala y en medio de la plaza hay 7 u 8 chavales que se acercan hacia mi. 4 de ellos son mexicanos, de Guadalajara, que están viajando en bicicleta hacia la ciudad de Morelia, donde se va a celebrar el VI Congreso Anual de Ciclismo Urbano; después tenemos a un japones, Yuta, doctor en astrofísica, que mientras viajaba como mochilero por San Francisco vio a un cicloturista y se enamoró de la idea, así que se compró bici, alforjas y demás aparejos, tomó un vuelo a Vancouver y comenzó allí su andadura (a mi me tomó 10 años arrancarme, a este tío 3 días... lo odio un poco, jejeje); tenemos también a Paul, posteriormente conocido como "El macho alfa", americano licenciado en biología marina, que comenzó su viaje en Fairbanks sobre junio, su buen humor y, sobre todo, su vitalidad harían de él un magnifico compañero... si fuese capaz de aguantarle el ritmo; y por último, aunque no menos importante, un vitoriano, Álvaro, que comenzó su viaje en Anchorage y ahora anda por estos lares.

Al parecer se conocieron en Guadalajara, en una casa ciclista, y una cosa lleva a la otra y aquí están todos juntos. Me cuentan que se están quedando a dormir en el cuartel de policía del pueblo y que quizás me puedan hacer un hueco. Me dan indicaciones y un par de minutos más tarde estoy hablando con los policías. Me identifico y me indican donde puedo poner la tienda. La última tienda que cabrá en el patio que, en otros momentos debe funcionar como aparcamiento y que amablemente nos han cedido. Me muestran las duchas, aseos y cocina y me invitan a hacer uso de ellas. Monto mi tienda y poco después comienzan a llegar mis probablemente nuevos compañeros.

Se me hace raro estar con tanta gente después de tanto tiempo. Charlo con todos un rato, y resulta especialmente agradable no tener que contar mi historia una vez más, únicamente nos preguntamos los origenes y posibles destinos y a partir de ahí seguimos por otros derroteros. Me resulta muy grato hablar con Paul y así refrescar el inglés que llevo ya más de un mes sin practicar. Yuta es muy callado, y cuando habla, muy a la japonesa, lo hace prácticamente en un susurro, pero da igual, transmite muy buenas vibraciones y sigo flipando con lo de la astrofísica. Álvaro es otro cantar, muy buena gente, y dicharachero, pero el pobre tiene un enfriamiento bastante serio y en cuanto puede se va para el saco.

Al parecer esperan a un par de amigas que deben llegar mañana al pueblo sobre las 08:30 más o menos. Así que mañana no pedalearé en solitario.

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Cuartel de policía en Ecuandureo.
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Querríamos, al menos yo, habernos levantado con el sol; pero México despierta a las 06:00 de la mañana, y además con carácter casi obligatorio si a golpe de campanas pretenden tocar el himno nacional (al menos eso creo que era). Además todos los policías pasan por la ducha (cuyo ventanuco da al patio) antes de comenzar el servicio. Así que el jaleo nos va despertando. De todos modos tenemos que esperar a las niñas, así que vamos desayunando y recogiendo con una pausa pasmosa... de hecho todos, en algún momento u otro, volvemos a la tienda a calentarnos. Hace una temperatura demasiado baja como para estar en pie sin hacer nada. Alvaro parece que se encuentra algo mejor, y el desayuno le sienta bien. A todos nos sienta bien.

Las chicas llegan sobre las 09:00. Han tenido una noche bastante agitada, ya que vinieron en bus hasta un pueblo a unos 18km de aquí, donde las soltó sobre las 07:00, y entre montar las bicis con todos los bártulos y venir han echado un rato. Además durmieron más bien poco en el autobús. Pero bueno, ya estamos todos y podemos empezar.

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María y Gabi.

Hay un escaso kilómetro desde el pueblo hasta la carretera de cuota, y no requiero más que esa distancia para percatarme que aquí cada uno va a ir a su ritmo. ¡¡Me encanta!! Podríais pensar que después de 5 meses prácticamente sin compañía estaría desesperado por poder compartir las horas de pedaleo con alguien; máxime después del día de ayer, y no estaríais demasiado equivocados, pero el hecho de que cada uno vaya a su ritmo no es más que una muestra de que trato con "profesionales del pedal". En etapas largas, tratar de mantener el ritmo de un tercero normalmente va a mermar o bien nuestras fuerzas y/o nuestra paciencia. Por otro lado, soy consciente de que quizás ellos (sobre todo los mexicanos) quieran disfrutar de esa soledad que permite el ciclismo de alforjas, y no quiero ser yo el que agobie a nadie con simple cháchara. Así que a veces alcanzas a alguien y hablas un rato, y otras veces eres el alcanzado...

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Yuta y Ollin. Preparados para el frio.

Y después está Paul. Hace frío, el termómetro ha caído hasta los 13º y todos hemos tirado de chubasqueros, sudaderas o lo que sea. Álvaro lo va llevando como puede, y Yuta, que con sus escasos 50 kilos a repartir entre su 170 cm, no tiene grasa que lo aisle, se ha echado todo lo que tiene encima. Paul no se ha enterado de nada. Sigue en camiseta. De repente te adelanta dejándote un tanto humillado, y al rato lo pasas tu porque está sacándole fotos a lo más impensado, al rato vuelve a alcanzarte y charlas un rato con él; aunque más bien él habla y yo resoplo. A lo tonto estamos subiendo y mucho. La cota de los 2000 metros la dejamos atrás en un par de ocasiones.

Los pueblos están muy espaciados, y en previsión de lo que iba a pasar, Bernardo (uno de los nacionales) marcó un punto de reunión en el siguiente peaje de la carretera. No se me olvide que Jose Luis, uno de los compañeros, valiente donde los haya, iba con una bicicleta plegable. Además de no permitirte posturas aerodinámicas ya que vas todo el rato con el tronco erguido, manejaba únicamente un plato, con lo cual las cuestas arriba se le hacían más para arriba aun. Obviamente iba cargado con todo lo que necesitaba para los días de camino... el tío no desfallecía ni resoplaba, no quiero ni imaginar que no haría con una bicicleta más adecuada.

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Paul y Jose Luis.
Así que a eso de las 14:00, y con un margen de aproximadamente una hora entre los primeros y los últimos, vamos agrupándonos en el peaje. Las últimas en llegar son las chicas, cosa normal ya que a todos nos ha costado trabajo llegar hasta aquí y ellas llevan 20 km más que nosotros en las piernas. Comemos y celebramos cónclave para decidir la ruta. Estamos un poco hartos de autopista y queremos salir de ella a pesar de ser más segura. Se van proponiendo rutas y la cosa se va aclarando hasta que empiezo a preguntar distancias, y entonces nos damos cuentas que no vamos a ir más allá por hoy. Nuestra velocidad media apenas ha llegado a los 12km/h, y en el mejor de los casos nos quedarían otros 40km por delante, lo que dejaría el día en 90km... pero 110km para las María y Gabi, que recordemos que durmieron poco.
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Reposando en el camping.

De cualquier forma, personalmente tampoco me veo con muchas fuerzas y menos aun para pedalear de noche, así que decidimos quedarnos en la cercana Panindicuaro. Encontramos un camping cerrado y localizamos al dueño, que por 20 pesos por cabeza nos deja quedarnos en él. Y justo a tiempo, porque es entrar y comenzar a chispear, así que montamos las tiendas bajo un techado y después de un rato de tonteo, en el cual el inagotable Paul se puso a trepar árboles ante nuestra mirada atónita, nos acercamos al pueblo a comprar algo.

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El cónclave.

A estas alturas ya empezaba yo a notarme raro. Y a la vuelta de la compra, ya anochecido, no dejaba de pegar temblores. No habían dado las 22:00 y ya estaba en el sobre, con mi saco alascuence y una sudadera de postre. Mala noche.

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Paul a la piscina.
http://www.movescount.com/es/moves/move20479749


Ver Reunión cicloturista en un mapa más grande


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