sábado, 5 de julio de 2014

Costeando por Yucatan.

Durante los días que tardo en atravesar el estado de Campeche el tiempo me respeta. Parece que el recadito que dejé en el Facebook ha funcionado.

La zona por la que me estoy moviendo no está muy poblada, aunque la mayor parte de las ciudades se encuentran en la costa. A mi izquierda, el golfo de México, a mi derecha, el manglar... ¿No sabéis que es un manglar? Seguramente sí, pero no le ponéis nombre. ¿Recordáis esos documentales de La 2 donde la selva lanza las ramas de los árboles al mar?¿Esos programas de supervivencia donde el boina verde de turno maldice la lentitud con que avanza por esa maraña de ramas mientras mata el millonésimo mosquito? Pues eso es. Y esa es fundamentalmente la razón por la cual no hay muchas poblaciones en esta zona. La estrecha franja de tierra por la que me muevo, separa dos masas de agua, una salada y otra dulce, una de horizonte infinito, la otra de un verdor sofocante.

No hay mucho tráfico, cosa que uno agradece en el alma, y de tarde en tarde aparece alguna tienda de abarrotes o algún pequeño restaurante, lo que mitiga la sensación de soledad.

La salida de Ciudad del Carmen, como la entrada, te lleva por un largo puente que termina en un punto de control sanitario y militar en Isla Aguada (no es una isla). Ha sido un día corto, apenas 50 km, pero no estoy para muchas fiestas. Además, la siguiente población me queda a más de 100 km, y no tengo ninguna prisa. Pollo rostizado, arroz y a dormir.

Mono aullador en la peninsula de Yucatan
Al día siguiente, más recuperado, me pongo como objetivo llegar a Champotón. Me gusta como suena, Champotón... creo que estuve medio día tarareando el nombre... Champotón. Pues casi me hago Champotón encima cuando, mientras escuchaba música, note un ruido totalmente nuevo para mi. Y aquí entra en juego otra  de mis palabras favoritas, gutural. Paré la bici y la música, y me dispuse a averiguar de donde diantres provenía ese sonido, a medida de que me acercaba mi mente, mezcla de miedo y curiosidad, no dejaba de fantasear ¿cocodrilos? ¿los cocodrilos hacen esos ruidos? ¿tienen cuerdas vocales los cocodrilos? por suerte para mi cordura, ya que estaba a medio paso de cuestionarme el sexo de los ángeles en cuanto a caimanidos se refiere, me percaté de que el ruido provenía de los árboles, y así, finalmente, entre ramas, pude distinguir a la pareja de primates que emitía los amenazadores ruidos.

Después de estar un rato observando al par, decidí dejar de molestarlos, y continuar camino. Champotón era mi destino. La ciudad no tiene nada de especial, salvo que está enclavada junto al mar. No deja de sorprenderme, favorablemente, lo despoblada que está toda esta costa. Se sigue manteniendo virgen, a diferencia de las costas de nuestro país, donde parece anatema el tener un par de metros de playa o acantilado sin un ladrillo encima.

Las dos gracias del día vienen, por un lado de un leve picor que sentía en mi tobillo. Y es que no todo puede ser glamour. Y de otro del cartel que un "orgulloso patrocinador (ahorita no tanto)" de la selección mexicana de fútbol tenía colocado a un lado de la carretera. Nada como la imagen para ver a que me refiero.
Me pareció sentir un lindo mosquito

Se ve que la selección tuvo algún problema en la clasificación (no era penal)


Sigo hacia el este, por el lado norte de la península (para escribir esto he necesitado un rato, no os creáis), y Campeche se extiende ante mi. Capital del estado, y urbe de buen tamaño. Mi entrada es triunfal... acabo de romper la cadena por primera vez en mi viaje. Por suerte es a la entrada de la ciudad y cuesta abajo. Aun así, trato de reparar la avería. Saco el tronchacadenas y empiezo a intentar sacar el bulón que hay entre los eslabones... está duro, tanto que termino rompiendo la herramienta (consejo, un trochacadenas de aluminio no es la mejor elección). Así que doy un par de zapatazos en el suelo y me dejo caer por la cuesta. Hay un hombre vendiendo cocos y otro comprando, un chatarrero. Les pregunto si saben de algún lugar donde reparar la bici y el chatarrero me hace de guía, va en aquella dirección. Charlamos por el camino, le cuento y me cuenta, así que tras arreglar la bici en un santiamén (no me quieren cobrar nada) invito al hombre a comer. Muy agradecido, me hace un pequeño tour por la ciudad y me advierte de los barrios por donde no quiero (debo) pasar.

El día va oscureciendose y nos separamos. Tomo una habitación céntrica y tétrica, pero nada peor de lo que ya haya podido experimentar y me doy un paseo casi sin ver por donde voy. Mi oído me guía hacia un concierto de música clásica al aire libre, aunque al final sólo eran unos altavoces junto a una fuente, trabada en una coreografía acuática. Me siento a disfrutar de la música mezclada con el siempre relajante sonido del agua al caer.
No era el único disfrutando

Catedral de Campeche

Pequeña iglesia colonial


Ver Campeche en un mapa más grande