domingo, 9 de junio de 2013

Primer mes. Recapitulemos.

Si tuviese que mesurar este primer mes podría quedarme en el dato crudo y tendría que: he recorrido 1.897 km, de los cuales 42 fueron empujando la bici. Que he salido a pedalear 27 días en el último mes, unas 137 horas en total, más o menos 5 horas al día, con alguno que llegó a las 8 horas. Que subiendo y bajando, pero volviendo a subir, he acumulado cerca de 14 mil metros en ascenso, y aun así sigo con los pies en el suelo; y que quiera o no, algo de peso he perdido, porque he gastado unas 70.000 calorías.

He dormido en el bosque, en campground, en warmshower, albergues y lodge. He comido sabrosas hamburguesas y otras que de no ser por el hambre del ciclista ni se me hubiese ocurrido. Otros días, directamente, no he comido o no he cenado, todo dependía del momento.

Me he quemado con el sol, mojado con la lluvia y helado con la nieve. Me he alegrado de recibir el viento en la espalda y lo he maldecido al dificultar mi camino.

He visto ardillas, conejos, águilas calvas, halcones, caballos, osos grizzly, osos negros con sus crías, bisontes, caribues y algún moose.

Me he levantado ansioso por continuar, y otros días bastante perezoso; al igual que a veces no veía la hora de parar o me faltaba camino por recorrer.

Se me ha roto la bici y me he desesperado. Se me ha vuelto a romper y me he calmado.

Pero en ningún momento he querido estar de vuelta, aunque en cada instante me hubiese encantado que  estuvieseis aquí, compartiendo conmigo todos estos momentos que han ido llenando y construyendo mi día a día. A día de hoy, me resulta tan imposible como el primer día el saber decir si llegaré a completar el año, o si dentro de unas semanas decidiré que quiero volver. Hace tiempo que eso no lo considero ningún tipo de derrota, menos aun sabiendo que estaréis ahí, como siempre, ¿quién podría sentirse vencido con tan buena compañía?

He ganado en el camino a un amigo, que mucho me ha enseñado, y también he ganado la confianza en mi mismo para continuar por un tiempo sólo para seguir moldeándome. Me ha sorprendido (infeliz de mi) la bondad de la que puede hacer gala el ser humano; creo que vuelvo a recuperar la fe en él, poco a poco. Cómo en incontables ocasiones, sin que haya si quiera que pedir ayuda, esta es ofrecida desinteresadamente. A veces esta llega simplemente con un aviso de un posible peligro un par de kilómetros más adelante, o un simple saludo al cruzarte con un camionero.

Y sobre todo, he podido sentir el viento en la cara, la respiración agitada y las piernas ardiendo, la incertidumbre de donde dormiré, y la plenitud de saber que eso, ya nunca más, será una preocupación.