sábado, 1 de junio de 2013

Como un niño con zapatos nuevos

... y así es como me sentí cuando me puse de nuevo la bici. Esa estabilidad. La fiabilidad. La increible sensación de que, si me quería sentar después de pedalear de pie (ya puedo pedalear de pie), el asiento estaría donde debía. Y la alegría de perder de vista el sonido del neumático rozando con el cuadro. Una delicia.

El plan a corto plazo consistía en quedarnos a unos 25 km de Teslin ya que Tomás había podido contactar con una familia de la red Warmshower, así que debíamos recorrer unos 160 km, pero como la previsión meteorológica para el segundo día era de lluvia a partir del mediodía decidimos darnos un apretón y zamparnos 100km el primero para llegar temprano el segundo. Dicho y hecho. Bueno, no tan rápido, dicho, sudado, sufrido y hecho; porque el viento no se pierde una fiesta y nos hizo compañía en una buena parte del camino. Infatigable compañero fatigoso, si me permitís.

Los paisajes no fueron los más maravillosos del mundo. Y es que, siendo bosques frondosos de abetos y otras clases de árboles que no me atreveré a tratar de identificar, por suerte o por desgracia, los humanos nos saturamos rápidamente de la belleza, si no estaríamos extasiados con cada flor y cada pájaro. Pero también por suerte podemos mantener nuestra mente abierta y el ojo expectante a cualquier quiebro del camino que nos acelere un poco el ritmo.
Aguila calva.

Marsh Lake
Como tantas otras noches acampamos junto a un área de descanso y es que de este modo nos evitamos el tener que colgar la comida en los árboles para dejarla fuera del alcance de los osos ya que los cubos de basura que en ellas hay tienen unos compartimentos traseros que se pueden usar para dejar la comida, en su tres veces cerrada, bolsa. Como descubrí a la mañana siguiente, estos contenedores son a prueba de osos, pero no de ardillas, las cuales atacaron levemente a mi pan de molde (marditos roedores).



Junto Little Atklin Lake






A la mañana siguiente, sabiendo lo corto de la etapa pero sin olvidar la amenaza de la lluvia, nos pusimos en marcha. Tampoco hubo gran cosa que reseñar, y es que esto es así, más allá de la emoción de hacer un viaje de este tipo, los días suelen estar llenos de horas "vacías", que por suerte, de vez en cuando, quedan salpicadas con encuentros con un águila calva, un paisaje o con Swinde Wiederhold, una increíble chica de 25 años que lleva 2 y medio recorriendo América, desde la Patagonia hasta Prudhoe Bay. Uno se siente muy pequeñito a su lado. Estuvimos un rato hablando con ella y es alucinante como te dice con total naturalidad que suele rondar los 150 km diarios, y ante tu cara de espanto te dice que pronto los podrás hacer tú también (¿y yo porque? ¡¿yo que te he hecho?!). Después de despedirnos me quedé con dos remordimientos en la cabeza: no haberme tomado una foto con ella y no saber que haría tras llegar a ¿destino?. Al menos uno de los dos remordimientos me los quitaría después, pero aun no podía saberlo.

25 km después de este feliz encuentro llegamos a nuestra parada del día. Día corto. Nos recibió Mira Gutenberg y dos de sus preciosas hijas, nos hizo pasar y en nuestra casa que entramos. Su amabilidad ha sido realmente sorprendente, es una mujer vivaracha, con una sonrisa perenne en los labios y de mirada inquieta, expectante. Tan a gusto nos ha recibido que, visto el clima que se pronostica para mañana no sería raro que quizás nos quedásemos un día más. Pero eso ya se verá mañana.
¿Pero que hay allí adelante?