sábado, 7 de septiembre de 2013

Zion National Park


Nada realmente reseñable. Una jornada de tránsito antes de llegar a Zion National Park, en la que, por destacar algo, el calor ha tenido un cierto protagonismo, o al menos así lo he sentido yo. Por él, paré en Orderville a comerme un helado y como me ocurre de vez en cuando, cuando paro, más que reponer fuerzas lo que hago es terminar de desinflarme.


Justo frente al supermercado hay un pequeño hotel, con una pequeña piscina. Y por hoy ha sido todo amigos.


Como suele ocurrir cuando me quedo en un hotel o en casa de alguien, comienzo tarde el día. En cualquier caso, creo que la jornada de hoy será corta ya que Orderville, en la 89, prácticamente me deja en el acceso oriental al parque. Bueno, más concretamente a la carretera que da acceso al parque, porque desde la bifurcación hay unos 20 kilómetros más o menos, un detalle que tendrá su importancia más adelante… aunque aun no lo sepa.

Si bien comienzo la jornada bajando, tal y como terminé la del día anterior, cosa que es de agradecer, en cuanto abandono la 89 empiezo una continua subida. La zona en la que me hallo es un altiplano, estoy a unos 1600 metros de altura, y el paisaje es bastante desértico. Sin embargo, he escogido mal el adjetivo, altiplano, porque alto está, pero de plano no tiene nada. Donde no hay una pequeña colina, se abre un cañón. Pero de momento me toca la parte de las colinas. Así que me pongo a ello. Nada más empezar hay un cartel de aviso a camiones (prohibidos en el parque) y a RV´s (necesitan escolta si miden más de tantos metros). Nada, no llego a tantos metros, por largo que sea el trailer.

Me lo tomo con paciencia ya que, por mi modo de pedalear, para mí ahí está la clave de hacer kilómetros en subida. No hace mucho, un firme candidato a ignorante del mes, no tuvo otra cosa que decir: "son las marchas, claro, con suficientes marchas puedes ir a donde quieras", porque todo el mundo sabe que las marchas tienen poderes mágicos y pedalean solas… lo dicho, un potencial ganador.

Hago cima, y a poco de empezar a bajar empieza a ser evidente un nuevo cambio en el paisaje. Se diría que es incluso más desértico que lo que dejé atrás, donde el matorral era predominante, pero algún que otro árbol se dejaba ver. Sin embargo, este ambiente desértico parece más vivo, aun incluso con una flora bastante paupérrima y al final me doy cuenta. Es el propio cañón en el que he entrado, sus formaciones rocosas, arenisca principalmente, erosionadas por el viento durante eones, han creado suaves y caprichosas formas, suaves paredes que acompañan a la carretera. No hay más vida, soy yo el que se siente más vivo.

Que alguien mueva esa montaña que no llevo frenos!!!!

Y todo va genial hasta que llego al puesto de entrada al parque. Para acceder al mismo, un poco más adelante, hay dos túneles: el primero, corto, no tiene problema, pero el segundo, de una milla de longitud, no lo puedo cruzar en bici… amigo mío, le digo, eso lo tenías que advertir hace 20 kilómetros, cuando dejé la 89. Me dice que normalmente algún coche ayuda a los ciclistas cruzándoles el túnel… a ver que pasa.

Primer túnel

Es un chasco porque ahora voy pensando en el maldito túnel, y ya no disfruto tanto. Aunque al final me lo consigo quitar de la cabeza y vuelvo a pasármelo pipa. El parque ha tenido el acierto de utilizar un asfalto rojizo en la estrecha y revirada carretera que nos lleva hasta el mismo centro de Zion. Se amolda como un guante al entorno y, donde es posible, han creado pequeñas repisas para poder salir de la calzada ya sea para disfrutar, hacer un poco de senderismo o ceder el paso. No hay arcén, pero en general todo el mundo va muy lento, así que la conducción es muy agradable… eso sí, cada metro que bajo, el calor no hace más que subir.

Finalmente llego al dichoso túnel y, como esperaba, tengo un ranger que me da el alto y me informa de lo que ya estoy informado. No hay ruta alternativa, y si bien desde aquí no se aprecia, ya me quedará claro cuando llegue al otro lado. El túnel, además de una milla de largo, parece ser estrecho y carecer de iluminación, motivo por el cual no permiten bicicletas, pero no soy el primero en estar en esta situación, así que rápidamente el ranger se ofrece a intentar encontrarme una pick-up donde poner la bici, así que, al final, únicamente espero durante 5 minutos. Una familia tiene a bien ayudarme a cruzar el túnel y me dejan sano y salvo un poco más abajo del final de este (muy agradecido).

El cambio en el paisaje es brutal, y cuando miro el altímetro me doy cuenta que en esta milla he debido de perder unos cuantos metros de altitud, así que me he metido de lleno en un profundo valle y, aunque aun me queda por bajar, la altura y verticalidad de las paredes que me rodean le quitan a uno el hipo. El valle se extiende completamente ante mi, y la carretera baja serpenteante hasta su base, donde se bifurca siguiendo por un lado su curso natural hacia el oeste y por otro lado gira hacia el norte, aunque aun no puedo ver más allá de la entrada de ese valle. Estoy ansioso por llegar abajo, pero me tomo mi tiempo para disfrutar y tomar unas fotos.



Me pongo a ello (que fácil es ponerse a ello cuando es bajada) y en unos minutos estoy en la base del valle, de aquí hasta el centro de interpretación y los campground hay unos 4 km más o menos, pero en ese breve espacio de tiempo, mis locas ganas por ir a recorrer el parque han dado paso al sentido común. Estamos casi a 40 grados y se acerca la hora de comer… mejor me lo tomo con calma o me dará un golpe de calor, así que como algo, repongo agua en la mochila y botellines y me ocupo del campamento. Una vez lo tengo todo controlado me voy a hacer alguna ruta.

Me dirijo hacia los autobuses que recorren el parque de forma gratuita y tomo uno que me lleva a aquel valle del que antes pude ver solo la entrada. El trayecto es una pasada, y totalmente recomendable hacerlo en el bus ya que el conductor nos va contando cosas sobre los sitios por donde vamos pasando. Un detalle: se paró a mitra de recorrido porque había un pequeño grupo de ciervos y nos llamó la atención para que pudiésemos hacer fotos. Un diez para los conductores. Mientras tanto, ando peleándome con el pequeño periódico con información sobre el parque, intentando decidir que ruta hago. Hasta que leo una en la que se señala que "si sufres de miedo a las alturas, no es recomendable", y yo tengo vértigo… así que ya tenemos ganador. Jejeje.



Ups, esto está estrechándose.
La ruta es una pasada, y es conocida como el cañón perdido. Asciende abruptamente por un camino en la ladera del valle, dándote la impresión, en más de un momento, que el camino seguirá por la ladera totalmente vertical que tengo a unos 100 metros a mi izquierda. Canguelo activado. Pero no, asciende y cuando la cosa se puede poner peliaguda uno siempre puede echar mano a las cadenas ancladas a la roca. No obstante hay que andarse con ojo ya que el suelo está lleno de una suave arena blanca que seguro es muy resbaladiza en la bajada. Al final de esta ascensión, el camino se interna en lo que debe ser el cañón perdido. El terreno se nivela y efectivamente me encuentro en un cañón, el cual tendrá unos 4 metros de ancho por unos 60 metros de alto. Hay vegetación y rastros de agua; definitivamente no me gustaría estar aquí en una riada, más que nada porque si consigues salir del cañón con vida te espera una caída de 300 metros empujado por el agua. No obstante, las previsiones meteorológicas son más bien de "tevasahinchardesudar" así que tiro para adelante. Me ha alcanzado un grupo de 4 personas, con un asiático que parece hacer las funciones de guía aunque aquí no hay mucho sitio por donde perderse.

Tallado por agua y viento.

Poco a poco el terreno se va complicando, y en este caso no es por desnivel, si no porque hay que colarse entre piedras o trepar algunas de ellas. Finalmente me doy por satisfecho y me doy media vuelta que la bajada promete ser peor que la subida y así es. Mi vértigo hace acto de presencia y empiezo a arrugar la cadena de acero en los sitios complicados. Hace tiempo vi un pequeño corto de animación. Era un meteorito que entraba en la atmósfera y gritaba aterrado por la caída hasta que empezaba a atravesar nubes y, poco a poco, fue perdiendo el miedo a lo inevitable y a disfrutar del momento. Mi suerte es que mi vértigo es moderado, muy moderado, así que me tranquilizo un poco e incluso tomo algunas fotos.

Una vez abajo, estoy muy contento de haber escogido esta ruta. Ahora de vuelta al camping que mañana será otro día.


Vaya nochecita ventosa. Por un momento creí que salí volando, y peor aún, que salía volando en dirección contraria hacia donde tenía que ir.

Ya de mañana, el viento sigue soplando con fuerza, así que retraso la hora de partir. Mientras desayuno, repaso mapas y, aunque siguiendo al viento y yendo hacia abajo iría de forma muy directa hacia Las Vegas, he de tomar la dirección contraria, ya que si no, no iré al Gran Cañón.



Sin embargo, antes de ponerme propiamente en ruta, decido recorrer el valle que ayer hice con al autobús pero en su totalidad. Voy con calma, disfrutando del paisaje. Cuando viene un bus, me paro y cedo el paso, ya que tienen orden de no adelantar a ningún ciclista en marcha. Cuando veo alguna ruta corta la hago, aunque la primera de ellas, hacia las pozas turquesas, me deja más bien decepcionado. Charcas marrones tendría más sentido. Quizás sea por el verano. Sin embargo hay una pequeña caída de agua que, literalmente, riega el camino y a quien por él pasa, que resulta bonita. Fotico y al biciclo.

Que chorrazo...


Me está empezando a doler el cuello de mirar para arriba y ya me he tragado algún bicho de ir con la boca abierta. Con la luz de la mañana, no diré que gane en belleza, porque el atardecer fue precioso, pero si que se aprecian nuevos matices. Definitivamente es un sitio al que volver. No es posible compararlo con Jasper NP, hasta ahora el sitio más bonito que he visto, ya que es completamente distinto, pero pasar por aquí, y hacer una visita a Zion y Bryce Canyon es algo casi obligatorio.



Este "remoloneo" hace que cuando salga del valle, la intensidad del viento haya decrecido en mucho. Toca subir lo que tan alegremente bajé ayer, en dirección al túnel y lo cierto es que no es tan duro como lo había esperado. Esta vez me toca esperar un poco más junto al ranger para que alguien me cruce. En el país de la pick-up hoy nadie se la trajo. Al final, como siempre, alguien aparece y me cruza al otro lado. Sabiendo lo que aun me queda por subir estoy tentado de que me lleven un poco más arriba, pero ayer hice este tramo con la nube en la cabeza de como cruzar el túnel y hoy quiero hacerlo totalmente despejado. Y así, abandono el parque y me dirijo hacia la 89. Por el camino me tropezaré con un pareja de cicloturistas que van hacia Zion y les advierto sobre el túnel, no hay mucho que puedan hacer, pero bueno.

Ya en la 89 para a comer algo y la bicicleta se cae. Ups. No ha pasado nada, ¿verdad? Pues a seguir, que el día es joven y mis piernas fuertes… ¿o no? Porque aquí tengo una cuestecita, insulsa y aburrida como pocas, que dice que, chaval, vas a sudar, y efectivamente sudo. Y es que supero los 1800 metros de altitud. Como referencia, la meseta central de España, está a unos 600 metros, y Trévelez, uno de los pueblos más altos de España, está a algo menos de 1.500 metros.

Por suerte para mi, el final de etapa es de bajada, y los últimos 17 km, hasta Kanab, último pueblo de Utah antes de entrar a Arizona, son relajados. En Kanab, por 5$ más me cojo una cabaña en lugar de dormir en la tienda, ducha, colada y me trago un galón de Tampico (1% de zumo… vamos, te garantizan que en el momento de embotellado había una cesta de fruta a menos de 10 km). Un galón son casi 4 litros. Así que, si empleamos la lógica, si 4 litros entran, y únicamente salen 100 gramos por sudor, ¿que nos queda? Pues una larga noche de paseos al retrete, claro. Pero bueno, hay que rehidratarse, que mañana entraré en la árida Arizona.

El Gran Cañón del Colorado me espera.