lunes, 2 de diciembre de 2013

Sinaloa y Nayarit

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Ya que terminé con mi último vistazo a la costa californiana, comencemos con un primer vistazo a la costa de Sinaloa.

Las 18 horas de trayecto dan para lo que dan. Mucho leer en el kindle hasta que la luz se debilita, ver películas en las pantallas que hay instaladas en el barco, salir a cubierta a ¿refrescarme?, e intentar dormir de tanto en tanto. El billete tiene incluidas las comidas y el desayuno, que prácticamente son iguales en su contundencia. Por estos lares se estila el desayuno a base de burritos, un buen café (hay quien empieza el día directamente con la coca-cola) y unas tortillas.

Al final, con el cuerpo algo maltrecho, y con una hora menos en el reloj, atracamos en Mazatlán en el estado de Sinaloa.

Sinaloa. Este nombre nos ha llegado a nuestras costas usualmente asociado a la palabra "cártel". Así que voy un poco de uñas. Pero la verdad es que no tengo el cuerpo para preocuparme mucho por unos cuantos narcos... a ver si se atreven conmigo y mi olor.

Recojo la bicicleta que sigue en pie (casi no me lo creo) después de todos los bamboleos del barco y con paso miedoso bajo a tierra. Un nuevo control policial a la salida del puerto y nadie me pide el pasaporte. Recorro la lengua de tierra que me lleva hasta la ciudad y me doy cuenta de un ligero detalle, no hace 3 minutos que pedaleo y ya estoy empapado en sudor. A poco que levanto la cabeza me doy cuenta de que, más allá de los tejados, en las bajas colinas que ya puedo ver, la vegetación es muy exuberante, tupida. La temperatura ronda los 38º y la humedad no se hasta donde puede llegar pero desde luego no tiene nada que ver con la Baja California. No tengo la sensación de que esté tan lejos pero desde luego el cambio climático es palpable. Me da la sensación de que este deriva, sobre todo, de que la Baja California es muy "plana" y todo está de pasada por allá, y quizás por esta zona queda retenida por las montañas... aunque la verdad es que no parecen muy altas. Más al norte he dejado atrás el desierto de Sonora, así que eso que me quito de encima.

Me doy cuenta de que muy lejos no voy a ir, así que buscaré donde descansar después de comer un poco, y es a la salida de Mazatlán donde veo un autohotel donde por unos 100 pesos puedo hacer noche. De lo que no me había percatado es que estos son por 12 horas, así que me llaman la atención a media noche para saber si me voy a quedar hasta la mañana o si abandonaré el hotel a las 04.00 a.m. Gastando mis últimos pesos en metálico (no es usual que se acepten tarjetas en muchos establecimientos) pago la noche completa. Más adelante me he llegado a encontrar autohoteles en los que empiezan ofertando la noche a partir de 4 horas, ¿un sueñecito rápido?.


A la mañana siguiente trato de localizar el próximo pueblo donde pueda sacar dinero, y parece estar a unos 18 km. Así que voy hacia allá, pensando también en desayunar allí. Llego antes de que el banco abra pero el cajero está abierto. Vaya, un problema con la tarjeta. Me permite hacer todo el trámite pero no llega a dar el dinero. Ahora toca esperar hasta que abra la oficina ya que no parece haber ninguna otra entidad en el pueblo. Después de media hora el banco abre y miro a ver si pueden echarme un cable... pero no; esperaba que, como me hicieron en un pequeño pueblo de los EEUU, pudiesen darme el dinero desde caja pero no hay suerte. En resumen, las tarjetas VISA europeas pueden dar problemas en cajeros de Banorte y Banamex que yo haya comprobado, Scottia Bank, Santander y BBVA funcionan perfectamente (BBVA es la comisión más cara, más del doble que los otros dos, pero también tiene la red más amplia de oficinas).

Una señora trata de ayudarme mandándome hacia el Banco Azteca, pero me da la impresión de que este banco funciona más bien como nuestros Cofidis, lo que yo vengo a llamar bancos de consumo (en privado los llamo de otra forma pero mejor me lo quedo para mi). Así que, sin dinero y, sobre todo, sin desayunar, toca seguir hacia adelante. Mirado por el lado positivo, me voy a quedar más delgadito, jejeje. De cualquier modo, la cosa no es para tanto, si me da muchísima hambre puedo hacerme unos noodles que creo que tengo en el fondo de la maleta acompañándome desde Alaska, quizás él tenga mis sellos de pasaporte.

Al final no hace falta recurrir a la comida de emergencia, aunque el terreno hace incontables "toboganes" no obliga a salvar grandes desniveles por lo que se avanza con facilidad; pero por contra la carretera sigue siendo muy estrecha, con un tráfico moderado y una humedad disparatada, que me hace sudar abundantemente. Me voy dando cuenta que voy a tener que incrementar en mucho la cantidad de líquidos pero por otro lado, con el calor que hace, no quiero andar bebiendo sopa todo el rato.


Al final alcanzo la población de El Rosario donde hay un BBVA, aunque me cuesta un poco de encontrar. Han sido sólo 70 km pero me voy a tomar con calma la aclimatación a esta humedad. Me doy un paseo por el pueblo y de tanto en tanto alguien me para con curiosidad. Es algo que, en cierto modo, resulta novedoso en México. Me explico, venía notando que en mis primeros días en México la gente apenas me miraba al pasar, cuando hasta hacía sólo unos días era la tónica general. Una vez parado sí que se acercaba alguien con curiosidad a ver que hacía el gringo con ese chisme tras de sí, pero cuando estaba en marcha, si me querían mirar, básicamente dirigían la mirada unos metros por delante de mi y esperaban a que yo pasase, como si dijesen "no me sorprende lo más mínimo tu presencia, de hecho, me sorprende tan poco, que estoy mirando una piedra y te me has cruzado".

Iglesia en El Rosario
Detalle arquitectónico en El Rosario
Me doy una vuelta por el pueblo, es bonito y muy limpio, hasta que encuentro alojamiento, que además tiene wifi en la habitación siempre que no esté en la habitación ¿?¿?

Vista desde el hotel

Sinaloa se me acaba y me da paso al estado de Nayarit. El paisaje no cambia mucho, pero después del mar marrón que pudo resultar la Baja California en algún tramo, este más verde resulta más agradable. Lo malo es que poco a poco el tráfico se va haciendo más denso y, sobre todo, más rápido.

Empiezo a ver con un cierto estupor maniobras de lo más arriesgadas: adelantamiento en cambio de rasante sin visibilidad ninguna, adelantamiento a ciclista gracias a que quien viene de frente se hace a un lado, adelantamiento donde se han puesto reductores de velocidad... aquí parece que todo el mundo tiene mucha prisa. La más extraña de las luces para mi acaba siendo, no ya la de un OVNI o un cometa, si no la de un mexicano pisando el freno.

Añado una nueva muesca a mi historial; ya me habían sacado de la carretera coches, todoterrenos, autocaravanas y camiones, ahora le añado un autobús de pasajeros. Ocurre cerca de Escuinapa de Hidalgo, en una bajada, y por unos instantes me siento tentado de intentar alcanzar al conductor, pero viendo como zumba se me pasa rapitido. Recuerdo que cuando iba a entrar en México comentaba con mi familia que iba a evitar totalmente cualquier tipo de conflicto con los conductores, lamento decir que eso quedó hace tiempo atrás. Cualquiera esperaría que tras un viaje así, uno acabase siendo un tipo más espiritual... lamento decepcionar, pero eso no me pasa a mi en modo alguno, y realmente me daría mucha rabia alcanzar la espiritualidad merced a 16 ruedas sobre mi espalda, así que me contengo más bien poco. La parte positiva es que tras un par de exabruptos, se me pasa todo y la mala uva no me acompaña mucho tiempo, la parte menos positiva es que rápidamente aparece un nuevo postulante a "peor conductor del año".

Escuinapa de Hidalgo
Después de tomar un refresco sigo camino. La distancia entre pueblos es mucho menor de lo que era en la Baja California, así que me puedo permitir cargar con el agua de la camelback (hasta 2 litros) e ir bebiendo en los pueblos o en los puestos que de vez en cuando me encuentro en la carretera.

Esto se va a convertir en una constante. El nivel freatico está por las nubes!!
Poco antes de llegar a destino, Acaponeta, hago parada en un bar de carretera y me doy un homenaje. Es un poco absurdo comer en un bar de carretera cuando tiene uno el pueblo a mano, pero ya tengo más que sufrido eso de "ahora no, un poquito más adelante" y encontrarme con que no hay nada o lo que hay es horrendo. No es el caso, Acaponeta es un sitio bastante decente de ver, con una plaza que invita a tomar asiento y disfrutar un rato de la lectura mientras los chavales corretean de un lado para otro. Además cuenta con varios restaurantes entre los que se encontraba una pizzería.
- Una pizza mediana- pido.
 -¿Para tomar o para llevar?
- La tomaré aquí.
- ¿Usted solo?
No espero a nadie, así que con paciencia y mucha hambre doy buena cuenta de la pizza. Además de leer me entretengo echándole un vistazo a las fotos de ciclismo que tienen colgadas en la pared. Supongo que podría haber entablado conversación pero lo cierto es que se me mezcló la timidez y tampoco tenía ganas de empezar otra vez a contar la historia desde el principio.

Plaza Mayor de Acaponeta.