miércoles, 29 de mayo de 2013

Yukon, larger than life

482.443 km2, es la superficie de los Territorios del Yukon. Con una densidad de 0,7 habitantes por km2. La península ibérica tiene una superficie de 583.254 km2 con una densidad aproximada de 98 habitantes por km2. Y por último, Alaska, con una densidad de 0,49 habitantes por km2. ¿Y por que os cuento esto? Porque en teoría hay aquí una mayor densidad de población que en Alaska pero, sin embargo, la sensación que tengo ahora mismo dista mucho de lo que los datos arrojan (por no hablar de que son simples medias y no tienen en cuenta la desviación respecto a la media).

Desde mi salida de Beaver Creek apenas recuerdo haber cruzado ningún otro pueblo. A lo sumo 6 ó 7 negocios de los cuales, como no, los de alojamiento estaban abandonados. Las distancias, aun cuando uno viaja en coche, son enormes, y no se puede contar con una gasolinera a la vuelta de la esquina. Escuché hace tiempo que en Australia, cuando van a cruzar la gran nada que es su centro, han de llevar su propio suministro de combustible, y aquí no resulta extraño ver como en la baca de algunos vehículos se apilan 4 y 5 garrafas de gasolina.

A veces la sensación es de que uno podría montar aquí su propio país y nadie llegaría a darse cuenta, tan basto y salvaje es el territorio.

Y para mejorar las cosas, la cobertura telefónica es inexistente.


Los 2 últimos días en Alaska fueron bastante duros, especialmente el último, y quería tomarme uno o dos días de "relax", con tiradas cortas para poder recuperarme un poco. Y así comencé el día 22, con un desayuno tardío y copioso, y un ritmo lento y agradable, siguiendo la tónica de los últimos días y que preveo me acompañará por un cierto tiempo, suaves subidas y suaves bajadas. El firme se nota más deteriorado, ya no es asfalto, si no más bien pequeñas piedras compactadas por alquitrán, lo que hace que la bicicleta no ruede tan fina como antes y tenga una vibración constante, pero no molesta.

White River

Pero la suerte no siempre está del lado de uno. Así que cuando encontré el campground perfecto, a los 50km, junto al White River, no podía estar de otro modo que cerrado. Continué un poco más con la vista en los laterales a la espera del sitio propicio. Pero es sitio tardaba en llegar, de tal modo que continué por unos 8 km, hasta que al final de la carretera me pareció ver una estación de servicio... y así fue como me crucé con mi primer grizzley. Justo antes de la estación de servicio había un puente, y cuando lo estaba cruzando el oso salió del margen derecho y cruzó la carretera hacia la gasolinera. Por suerte tenía la cámara a mano. Por desgracia no traje la grande.

¿Por qué cruzó el grizzley la carretera?

Cruzó hacia la estación de servicio y en ese momento, torpe de mi por no darme cuenta de que tenía el viento de espalda, se percató de mi presencia. Para un chico de ciudad es muy intenso cuando un bicho de este calibre se te queda mirando. Piensas en que harás si se dirige hacia ti; correr no, y aunque vaya en la bici es más rápido que yo, ¿saltar al río? tiene medio metro de profundidad y me rompería las piernas, además, nada mejor que yo, ¿me subo a un árbol? claro, como no, porque estoy muy acostumbrado a trepar. Así que hice lo único que no debía hacer, coger un cascabel que sirve para advertir a los animales de tu presencia y lo hice sonar. La verdad es que aquello me recordaba a la escena de La Casa de la Pradera, cuando la señora llamaba a la prole a la mesa haciendo sonar el triángulo -señor oso, su merienda-cena está servida-. Por suerte el animal posee más sentido común que yo y se largó de allí a paso ligero.

Bueno, como después descubrí, este negocio era uno de los que estaba cerrado, y obviamente allí, visto
lo visto, no iba a plantar la tienda. Así que seguí un poco más hasta que llegue al Campground que antes me habían referido. Aquí se produjo un pequeño incidente sin riesgo ni importancia pero que me dejó claras un par de cosas. Traté de montar la tienda pero el suelo no admitia las piquetas, así que monté la tienda asegurándola a una mesa del camping y a la bicicleta y remolque por otro lado. Con lo que no contaba es con que se cayera la bicicleta a eso de las 04.00 de la madrugada; y aquí las cosas que aprendí: 1. los osos me tienen acongojado y 2. aún pareciendo un maldito gusiluz, con el saco hasta las cejas me puedo mover muy rápido... mucho.


Dentro de la tienda.
Habiendo dormido poco y mal me puse en marcha. Y aquí empiezan los problemas, porque tengo las piernas muy cargadas y no ruedo con la suavidad de los últimos días, pero eso es normal. Lo que no es normal es que la llanta de la rueda trasera se esté desmoronando en varios puntos. El próximo punto en el cual podré hacer un cambio de rueda está a unos 300 km, y no tengo muy claro si aguantará 50 km más. Además, no se que hacer, ¿debo cortar el radio para aliviar la tensión o eso lo empeorará? Como medida preventiva, cambio las zapatillas de calas a las normales para poder sacar el pie rápidamente en caso de que la rueda ceda; pero además me estoy arriesgando a a que al desmoronarse la rueda se lleve el cambio trasero con ella. Y como segunda medida limitaré mi velocidad a 15 km/h de máxima, para minimizar daños cuando se produzca la caída. No obstante vuelven a caer 62 km, y vuelvo a hacer noche al raso. Bueno, quien dice noche puede decir cualquier cosa.

Esta vez no hay oso ni sorpresa nocturna. Me pongo en pie tras un nutritivo desayuno de M&M´s (deberían patrocinarme, la verdad) y comienzo la marcha. El camino es sencillo y no hay muchos problemas, más allá del mosqueo del estado de la rueda trasera que no para de martillearme en la cabeza. Mi ánimo no es muy alto y me siento bastante frustrado ante las circunstancias, pero poco a poco sigo avanzando. En uno de estos momentos de parada, no recuerdo si fue para una foto o para descansar, la bici pierde el equilibrio un poco y, como siempre, la sujeto con mi mano derecha del sillín, si bien, no como siempre, me quedo con el sillín en la mano. Recapitulemos: la tienda de recambios está a unos 280 km, el "pueblo" más cercano a 10km, llanta en proceso de putrefacción y no puedo subirme a la bici. El resultado es uno de esos momentos de los que tantas veces he hablado. Lo normal hubiese sido maldecir y chillar, pero eso no lleva a nada, así que mi estado de ánimo cambió de "frustración" a "a por ellos que son pocos y cobardes" y comencé a andar. Y así hubiese actuado cualquiera... lo que tiene el ser humano.

Radio arrancando la llanta.
10 km más tarde llegué a Burwash Landing, al pie del lago Kluane (helado, con lo grande que es), una pequeña comunidad formada por una gasolinera y dos hotelillos. Tomé habitación e internet mientras duró, lo que me permitió comprobar que en unas 4 horas pasaba un autobús por allí que me podía llevar hasta mi rueda de recambio, pero me obligaba a quedarme en Whitehorse durante 3 días más para poder volver. Así que me puse a buscar y encontré, al menos, un tornillo que podía valerme, pero que sin las herramientas adecuadas convirtió mi sillín en un toro mecánico; así que la perspectiva es de 280 km de rodeo.


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